viernes, 31 de julio de 2015

Francisco Slepoy y su Reptil: atravesando el Impenetrable


En el texto sobre Almendra 2 que escribiera para este blog, el marplatense José Miccio describía al disco conocido como el doble de Almendra diciéndolo un álbum “tan propio de su época como arisco a la elucidación histórica” a la vez que afirmaba que aquel disco “obedece sólo a los caprichos del arte: usa las palabras -y las cuerdas, y los parches- de todos para hablar el idioma de ninguno”.

La cita resultó ineludible después de escuchar por primera vez Reptil, el proyecto más reciente de Francisco Slepoy, músico chaqueño que se suma a la lista de Talentos relativamente jóvenes que están llevando al jazz argentino al infinito y más allá. Lista en la que podríamos incluir a diversos grupos y solistas como Marco Sanguinetti, Octafonic, Escalandrum, Fernández 4, Sales de Baño, Alan Plachta y un largo etcétera (por no ser un cultor en profundidad de la escena, es probable que se me estén escapando de las manos otros tantos talentos igual de valorables). Músicos, todos ellos, que plantan bandera sin ocultar las raíces. Músicos, también, que crecieron al calor de otros géneros y lo hacen notar. De hecho, es injusto catalogarlos en el jazz: no necesitan del amparo de ningún género.

Pero volvamos a Reptil, el disco y Reptil, el trío, que además de Slepoy en guitarra y canto con armónicos, completan Lucas Goicoechea en saxo alto y Andrés Elstein en batería. Antes, la última pista acerca de esta fuga sonora la dará el propio Francisco: “Cuando armé Reptil me parecía que si lo llamaba Francisco Slepoy era siempre el mismo proyecto y cambiaban los músicos. Creo que los músicos con los que armo los proyectos son determinantes para la música que resulta y que cada proyecto merece un nombre propio. Por otro lado se daba esto de que algunas cosas nos sonaban muy rockeras y me parecía divertido ponerle nombre de banda de rock”.

***

Las palabras de todos, el idioma de ninguno. 

La formación de Reptil puede decirse convencional, en tanto no hay instrumentos que rompan con cierta estructuración clásica de un grupo (sólo les faltaría lo grave). Pero si le damos este disco a un escucha promedio de música pop, saldrá horrorizado a los 30 segundos. Seguramente denueste lo que se escucha y, entre la impaciencia por encontrar de donde agarrarse, deje en evidencia lo contrario: Reptil, lejos de replicar fórmulas, nos recuerda que la música es inasible. Cuando creés que va para allá, se escapa hacia el otro lado. Como con Cortázar, Messi, o las películas modelo Memento (no debe ser la primera), lo que sucede con Reptil es que inicialmente uno no sabe muy bien qué está leyendo, porque la historia está rota, o la cuentan de a muchos a la vez, o hay escenas perdidas, o hay apariciones y fugas, o el tiempo se rebobina y luego se adelanta. Pero no se puede dejar de leer, ver, escuchar: hay que llegar hasta el final. Sí, sí, señores, estamos ante el disco más impredecible que escucharemos en 2015. Pero como con Cortázar, Messi y esas películas pastiche, hay resolución.

El trío comandado por Slepoy toma, sin dudar y parafraseando nuevamente el mágico álbum del Almendra, el camino difícil. Dificilísimo. "Uno podría componer algo de 2 o 3 minutos, con estrofa- estribillo-estrofa con solo de guitarra en el medio, porque es lo que le gusta a la gente. ¿Pero qué pasaría con las creencias, las ideas, la militancia? Yo trato de hacer una música fiel a mis creencias e ideas con la ilusión de poder compartirla con la mayor cantidad de gente posible, pero con la certeza de que no le va a gustar ni interesarle a todos, como tiene que ser", le dijo el guitarrista chaqueño a El Bondi.



Desde el comienzo del disco hay un despliegue sonoro que juega a dos puntas: la construcción de un entramado hipnótico a partir de estructuras mínimas y, a partir de ahí, la improvisación -¡demencial!- donde el trío lleva al extremo las posibilidades de sus instrumentos. Podría llamársele improvisación por saturación. Si el saxo de Goicoechea arranca amable en Reptil, el tema de apertura, y la guitarra arpegia sin parar, el uno llegará al clímax , chirriante, en el límite de lo tocable; la otra arremeterá en una incursión riffera pesadísima. De ahí, la implosión y volver a empezar, construyéndolo todo nota por nota, otra vez. Un diálogo en el que los silencios -eso que a veces incomoda tanto- son la estrella, el aire y la puntuación. Los parches de Elstein siguen el juego hasta que llega el unísono.

Altura y duración es igual de inquietante. Como su nombre lo indica, parece un experimento montado sobre esos dos parámetros, entre el tintineo de los platos de la batería, los acordes ¿random? de Slepoy y el saxo susurrado... Hasta que de golpe aparece una frase en común, todo se eleva y vuelve a bajar, o mejor: llega un solo de batería al límite de la exasperación, "acompañado" por una guitarra muteada. Parece tocado en el espacio exterior... o adentro de un lavarropas.

Y qué decir de la textura agónica y gaseosa de Neptuno: sí, es otro planeta. Pueden notarse las capas pero está prohibido separarlas. Si cae una, caen todas. Aquí hay otra gravedad, entre las notas tenidas y el continuum de esa resonancia adictiva e inquietante del canto con armónicos (si, eso que parece una cabra tocando la flauta traversa de Ian Anderson a 6 mil kilómetros de altura es una voz humana, se los juro por Diego Milito). Cuando la música borronea el tiempo no hay con qué darle: ahí hay un triunfo.
Y Neptuno es trance puro, un viaje interminable de placer confuso.

Reptil I es un laberinto. Fíjense si se animan a entrar y logran salir.

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Altura X duración VI lleva la experimentación sonora a niveles dignos de la música contemporánea. Es una pieza para guitarra preparada, tocada a seis manos (o sea, los tres miembros de Reptil). A Daniel Melero le encantaría ese combo de miles de ruiditos devorándose entre ellos como si fueran loops que compiten por sobrevivir a la edición o, mejor, de la desintegración. Si aparece un nuevo Pac Man, aquí tiene servida la banda sonora.

Discos como este son revitalizantes porque redoblan la apuesta en la búsqueda de un sonido inaudito. Y no "el sonido" en cuestiones meramente técnicas, queda claro por lo dicho que la búsqueda es tímbrica, textural, y logra disolver los límites entre cada instrumento. Ahí está la clave de Reptil: cómo se desintegran algunas nociones que se nos clavan en la cabeza (la guitarra suena así, el saxo asá, se tiene que tocar de esta manera). El yeite es romper con los yeites, a niveles descomunales. Hasta en Stratocaster, que asoma como el momento más "convencional".

El broche de oro no podría llamarse de otra forma. Casi a la manera del "podrán imitarnos pero igualarnos jamás", Reptil te lo dice así: Nunca lo lograrás. ¿Se acuerdan de los Who rompiendo sus instrumentos al final de los shows? Bueno, acá se rompe la música en 8 minutos de caos que, vaya sorpresa, se resuelve en un fade out acompasado.

Anímense. Y escuchen con atención y paciencia: el idioma de ninguno podrá comprenderse. Porque parece imposible pero el Impenetrable se puede cruzar.



*Reptil se presenta el viernes 21 de agosto junto a Sales de Baño en Circe (Córdoba 4335, Capital), a las 23.30 horas.


[Fotos de Reptil por Catu Hardoy]

viernes, 24 de julio de 2015

Al lado del fuego, con Vida Calesita

La gente de Fuego Amigo Discos despide el ciclo Al lado del Fuego. Ciclo que transcurrió durante los cuatro sábados de este julio que se va en Roseti (Roseti 722). La cita será el 25 del corriente, en cuestión de horas, con las presentaciones de los mendocinos Limón -¡su último show!- y Amor Elefante.

Vida Calesita, programa radial del que participo con asiduidad, recibió una gentil invitación de parte de Mariano y Fernando, los capos del sello: cumplir funciones de DJ durante esa noche. Hablando en castellano, estaremos con Luján Gambina, la conductora del envío, pasando rock argentino bueno y nuevo (y quizá alguno más viejito) antes de que arranque todo, en el medio y al final, junto a los chicos de Indie Hoy.

Además de las bandas y la música que llevemos, habrá feria de discos (el sello tiene un catálogo tremendo) y remeras, exposición fotográfica de Anna Pantano y Sofía Gómez, y el fanzine Barco en el ascensor (que hacen Soledad Manrique Goldsack, Rocío Heine y Mercedes D'Angelo) repartiéndose por ahí.

Las puertas abren a las nueve de la noche, los shows empiezan a las 10 (milagrosamente puntuales). La entrada sale 70 mangos. Llevamos buenas canciones y, para que el dios de las guitarras no se ofenda, quizá pasemos una tuya, Pappo. Así nos perdonás por apretar botones un rato...


*Repito por si las dudas: cierre del ciclo Al lado del Fuego, con Limón y Amor Elefante. En Roseti (Roseti 722), a las 21 horas. Entrada: $70.

martes, 21 de julio de 2015

El Mató a un Policía Motorizado: un largo camino al cielo


Santiago Barrionuevo habla sobre el constante ascenso de El Mató a un Policía Motorizado. Giras y reconocimiento internacional para una banda que une generaciones.

EL MATÓ: DIEZ AÑOS DISCOGRÁFICOS
Viernes 4 de julio de 2014, Colegiales, Buenos Aires. El Teatro Vorterix alberga a miles de jóvenes enfervorizados que poguean y cantan las canciones de un quinteto de ya no tan pibes de La Plata: desde arriba -el lugar tiene un entrepiso- se ve cómo chocan púberes quinceañeros con algunos más grandecitos y llama la atención una chica (o un chico, no llega a distinguirse del todo, tengo testigos…) que está vestida/o con un ambo, como si hubiera escapado de la guardia para ver al quinteto de ya no tan pibes. Desde abajo, el calor se siente mucho más y la potencia de la banda, también. El Mató a un Policía Motorizado, esos cinco flacos simpáticos que están sobre el escenario, hace días regresaron de una exitosa gira europea. La semana anterior retomaron su trabajo en el país con dos shows en Córdoba (ambas fechas en Casa Babylon) pero luego de este show capitalino partirán hacia la tierra donde nació el rock and roll: Estados Unidos.

Volvemos a Vorterix. La gente celebra el comienzo de casi todas las canciones y aunque el mencionado calor del lugar ayude a encenderla, lo que más prende entre los presentes son las canciones de La dinastía Scorpio, el disco que El Mató editó en 2012, último dentro de su colorida y sónica discografía. Podríamos elaborar una teoría que afirme que cuando una banda está en estado de gracia, en su momento, la gente festeja las novedades; cuando no, la gente pide las viejas. El Mató representa el caso uno: aunque también sean festejadas las canciones más antiguas (que las hubo aquí y en Córdoba: “Diamante”, “Guitarra comunista”), las más coreadas son las nuevas.

La charla con Santiago Barrionuevo, el bonachón artista también conocido como Chango Motorizado (voz, bajo -por ahora- y rostro del grupo) arranca en Córdoba. Santiago es el autor de todas las canciones de la banda y el diseñador de las tapas de los discos, además. El factótum, diría con seguridad Charles Bukowski. En los camarines de Casa Babylon, previo al segundo show cordobés del grupo, literalmente debajo del escenario del pub y mientras la banda prueba sonido, el autor explica por qué volvieron a tocar canciones de su primer álbum: “El 29 de julio sale La dinastía… en Estados Unidos. Lo saca el sello Nacional Records, que se dedica a lo latino-alternativo, editó a Los Fabulosos Cadillacs y Manu Chao pero ahora se quiere abrir un poco más a esta movida guitarrera... o como se defina lo que hacemos nosotros (risas). Pero además, se cumplieron 10 años del primer disco y la gente de Limbo Starr, el sello de España, quiso hacer una edición en vinilo. Entonces, para festejar un poco eso, estamos tocando un par de canciones viejas que por suerte fueron celebradas, algo que a veces no sucede tanto”.

-Yendo a esos diez años, se nota que hay muchas bandas que surgieron después de ustedes y tienen una influencia notoria de El Mató. Las mismas del sello LAPTRA, en el norte Tus Monitores, lo que pasa con Bestia Bebé en Buenos Aires. ¿Estás de acuerdo?
-Puede ser... No estoy muy atento a eso pero seguramente hay una afinidad en general, en la música. No sé si es una influencia directa o que tenemos los mismos puntos de partida a la hora de componer y hacer música con esas bandas.

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Santiago se desmarca aunque no deje de ser notable que El Mató a un Policía Motorizado es una de las bandas del underground más escuchadas por sus propios colegas y -aquí está la diferencia sustancial- por un público más que numeroso. Definitivamente, dentro de la escena alternativa, ésa de guitarras fuertes y estribillos noqueadores, El Mató representa a los niños que ilustran la portada de La dinastía Scorpio: los ganadores que alzan sus trofeos, sonrientes y felices. Ninguna otra banda de la generación '00 parece poder competirles en esto de trabajar al rival y luego sentarlo de culo en el piso con un buen estribillo-trompada.

La charla cordobesa prosigue, inevitablemente, en la senda de su último disco, ése que lleva un nombre que el Chango se rehúsa a explicar en cada nota que da (ésta no será la excepción, sepan disculpar…).

-Hubo mucha producción en La dinastía… ¿En el disco que viene repetirán?
-No sé si con un “productor”, pero sí con la metodología de ir a grabar las canciones a un estudio antes, hacer maquetas o demos. Antes eso era directamente el disco, se laburaba en el estudio casero y ya quedaba, no íbamos a otro estudio. Cuando se nos ocurrió ir a ION, que es un estudio grande y caro, supimos que lo mejor para ahorrar tiempo era preparar bien las canciones antes y llegar al estudio con las ideas claras. En La dinastía..., Eduardo Bergallo fue inicialmente el ingeniero de grabación y después nos mezcló. En ese proceso de trabajo, él hacía de productor por momentos, pero por lo general producimos los discos nosotros. Está bueno delegar, dejar que el productor empiece a ser un miembro más de la banda y piense alternativas, pero no encontramos a nadie que nos inspire ganas de hacer eso. Eduardo ahorraba caminos porque la tiene clara en todo lo que refiere a grabación y mezcla, en eso nos ayudo muchísimo y estuvo bárbaro trabajar con él.

-¿Cuál fue su idea principal para el disco?
-La idea de él fue que grabemos todos juntos para captar la esencia del vivo, algo que en los discos anteriores capaz estaba más chiquito. Era simpático eso, éramos como dos bandas, una en estudio y otra en vivo. Después, para la mezcla él ya tiene su estructura de trabajo y se alejó un poco de esa idea de que suene crudo, ahí quizá fue el momento de discutir para dónde apuntar todo. Y quedó algo intermedio que me gusta mucho.

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El bloque cordobés se cierra con un tema candente en los últimos tiempos de El Mató: el Chango sufrió la rotura del tendón de Aquiles jugando al fútbol y eso derivó en una reformulación temporal del grupo, con el tecladista Chatrán Chatrán (Agustín Spassoff) pasando al bajo y Santiago ocupándose sólo de la parte vocal. Tanto en los shows de Casa Babylon como en Vorterix, Barrionuevo retomó su papel de bajista pero, sobre el cierre del set, cedió el instrumento de cuatro cuerdas para ocuparse exclusivamente del mic. De todas maneras, no se convence de abandonar el bajo, aunque resultó cómico verlo bendecir las cabezas de los fieles en Córdoba y Buenos Aires con su micrófono, como si fuera un Papa Francisco del rock.

-¿Le estás escapando al bajo?
-No, se me cortó el tendón de Aquiles y no podía tocar; en realidad no quería tocar sentado, era triste (risas). Igual fue triste cantar sentado, pero era más triste hacer las dos cosas (más risas). Empezó a tocar el bajo Chatri y mi novia Morita hacía los teclados. Me gusta eso de cantar y escucharme bien la voz sin tener que andar pensando en el bajo, es mucho más cómodo. Aunque me da un poco de vergüenza estar ahí solo con el micrófono. En la última gira no toqué el bajo casi nunca y todo ese momento donde me enfoqué en la voz fue un aprendizaje. Ahora que estoy de vuelta al bajo eso quedó, me sirvió para escucharme mejor. Sin bajo, hay una conexión más directa con la gente y motivás más a que el público se encienda.



LA GIRA QUE NUNCA TERMINA
Salimos de Córdoba y retornamos a Colegiales. Cuando el show del Teatro termina, no hay más que cruzar los pasillos-pasadizos que nos conducen a los camarines... Como buenos camarines, están atiborrados de gente. La fervorosa reacción del público, lo que quedó por charlar de las giras que fueron y las que serán y el éxito de la banda dentro de la crítica de rock nos llevan a arrancar por el final. Saludamos al Chango y, enseguida, continuamos desandando La dinastía... y el futuro:

-Pasaron casi dos años desde la salida del disco y la gente ya canta las canciones como si fueran clásicos. ¿Qué te hace pensar todo lo que pasó después de La dinastía Scorpio?
-Fue el disco que más respuesta tuvo. Cuando una banda saca un disco, creer que vas a llegar a una especie de unanimidad es raro que pase. Ahora el disco se editó en México y España, pudimos girar por lugares donde nunca habíamos estado como Perú, volvimos a México y a Estados Unidos; volvimos a Brasil que es un lugar al que fuimos varias veces. De alguna manera es como que vuelve a nacer el disco, en algún lado del mundo está comenzando. Y el domingo [6 de julio] nos vamos de gira a Nueva York, Los Ángeles y después México, va a ser un poco la presentación del disco allá.

-¿Cómo es volver a presentar algo que ya presentaste?
-Está buenísimo porque son canciones que trabajamos mucho. Estuvimos más tiempo que con otros discos, se mezcló con las dos giras que hicimos por España y eso de alguna manera hizo que pateáramos para adelante la grabación. En su momento se acortó el presupuesto, porque lo que teníamos guardado para el disco lo tuvimos que usar en la gira. Y la gira fue todo a pulmón, tuvimos que hacer un gasto groso, que en realidad fue una inversión porque después sirvió para volver. ¡Y cuando volvimos la segunda vez estaba todo pago! (Risas). Cada gira que hacemos es mejor, tenemos la suerte de volver con algo, poder invertir y comprarnos cosas.
Me causa un poco de gracia que cuando leo entrevistas de bandas nunca hablan de estas cosas: tiene poco glamour hablar de que una banda tiene que pelearla. A nosotros nos costó comprar nuestro primer instrumento cuando éramos chicos, no es que veníamos de familia... Tampoco lo digo para quejarme, es lo que nos tocó.

-Pasa que por lo general se da una imagen de banda de rock más glamorosa…
-Sí, y tener una banda de rock es algo caro. Capaz, si armás una banda de folklore es más barato comprar una guitarra criolla que una guitarra eléctrica, pero una banda de rock implica tener guitarras eléctricas, equipos, cables, baterías... Nos sigue costando. Pero todo bien, porque disfrutamos ver cómo con nuestro propio esfuerzo y nuestras propias canciones llegamos a esos lugares, que eran extraños en algún momento y ahora son un poco más comunes. Todas las cosas fueron sucediendo con un poco de suerte, mucho trabajo y el cruzarnos con gente buena onda. Cuando uno tiene buena energía se encuentra con gente que también la tiene y pasan estas cosas.

-¿A qué lugar fue sorpresivo llegar? Ustedes tocaron en Alemania, por ejemplo.
-Eso fue muy raro. Cuando tocamos en Francia o en Alemania, estaba la barrera del idioma que es lo más difícil. El público es una mezcla de curiosos que salen a la noche a ver bandas y muchos latinos que se mezclan: argentinos que están viviendo allá o gente a la que les llegó; en España la verdad que tuvo mucha repercusión la banda y capaz tocás en Francia o en Alemania y van ahí. Me acuerdo de que tocamos en Berlín y vino un chico de Croacia que se presentó y nos contó que buscando en Internet le gustó la banda. Croata-croata, de verdad (risas). Nos dijo “lo más cercano que van a llegar es Berlín, así que me tomé un avión para verlos”. ¡Se tomó un avión para vernos! Eso fue muy loco. Después nos llegan muchos mensajes de gente de Inglaterra, de Holanda; hay un grupo de polacos que hacen un festival y son fanáticos de El Mató, intentaron llevarnos allá varias veces pero nunca pudimos coordinar. Eso es lo más increíble: llegar a un lugar donde el idioma es otro. Lo primero que nos pasó, así, fue en Brasil. La primera noche que tocamos fue en un festival de San Pablo y la gente cantaba todas las canciones.

-¡¿Cantaban todos los temas?!
-Sí. Esto fue la primera vez que fuimos, en 2007, creo (ya fuimos como diez veces). El chabón que organizaba nos dice “bueno, vamos a hacer un festival, va a tocar ésta banda, ésta otra, -todas bandas brasileras- y… van a cerrar ustedes”. Y nosotros “no, pará, es la primera vez que venimos, ¡no nos conoce nadie acá!” (Risas). Y el tipo insistió: “Cierran ustedes”. Llegó el final de la noche, se hizo tarde, y subimos al escenario pensando “acá no va a haber nadie”. Veíamos que la gente estaba dispersa... pero de golpe se llenó, vinieron todos para adelante a vernos. Había argentinos, locura, la gente cantaba todo. ¡Pedían canciones: “¡toquen 'Chica rutera'!”! Todo en una especie de portuñol (risas). Y nos llegan muchos comentarios de gente que va de vacaciones a Brasil, que pregunta si conocen bandas argentinas y les contestan “Fito Páez y Él Mató a un Policía Motorizado” (risas).

-Insólito.
-Ahora que vamos a Estados Unidos, también es raro. Por más que haya mucha comunidad latina, que la gira se vaya a apoyar un poco en eso… Tocamos en un festival que se llama Latin American Music Conference (LAMC), la idea del festival es mostrar lo alternativo, no lo que llega allá (Ricky Martin, Chayanne y todo eso).

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Al rockero argentino promedio la sigla KEXP no le dirá demasiado, y es lógico. Pero la visita de El Mató a un Policía Motorizado a Estados Unidos incluyó una parada histórica para el grupo. KEXP es la radio de rock alternativo más famosa del planeta, con base nada menos que en Seattle, la ciudad de Nirvana y Jimi Hendrix. Por sus estudios pasaron leyendas indie y grupos actuales de lo más destacado: desde Pixies y Stephen Malkmus (Pavement) hasta Spoon, The Hives o Arctic Monkeys. A mediados de julio fue el turno de los platenses: se transmitió un set de cuatro canciones que fueron grabadas por el grupo en Nueva York (“Mujeres bellas y fuertes”, “Chica de oro”, “Yoni B” y “Más o menos bien”, todas de La dinastía…, un buen muestrario del sonido actual del grupo). Nos contaba Santiago horas antes de partir que “justo en esa semana que tocamos allá van a hacer unas jornadas en Nueva York. Como vieron que tocábamos en el LAMC nos invitaron y obvio que les dijimos que sí. Tuvimos un poco de suerte, porque ir a Seattle hubiera sido toda una movida”.

-¿Los pone nerviosos una situación así o disfrutan el momento? Si bien es tocar en un estudio, a la vez sabés que estás en una radio con mucha llegada...
-Sí, igual creo que se graba y se pasa después, no es en vivo-vivo. Hemos tocado en vivo en radios y más allá de la carga emotiva que tiene, para nosotros en el momento que estamos tocando es lo mismo estar ahí que estar en un estadio. En mi caso, cuando más gente hay, más relajado me siento porque todo se pierde más. Y cuando hay diez personas, los miro a los ojos y pienso “ése de ahí me está mirando” (risas) y me pongo más nervioso.



EL MAINSTREAM, LOS MEDIOS Y NOSOTROS
El Mató se perfila como uno de los pocos grupos que puede establecer un crossover social significativo, es decir: que los escuchen los que escuchaban rock chabón a comienzos de la década pasada y que los sigan escuchando los “alternativos”. Su música parece ideal para los amantes del indie más crudo, pero sus melodías circulares, además, abren el juego radial. A pesar de ser una banda celebrada por el grueso de la crítica, resulta difícil verlos en la tapa de una revista (es recordada su aparición en la portada de Inrockuptibles allá por 2008, cuando cerraron su trilogía de EPs con el soberbio Día de los muertos). El propio Santiago comprende, sin embargo, que la dinámica de los grandes medios de rock en Argentina se reduce a otros… intereses.

-Son una banda muy alabada por la crítica, ¿cómo se llevan con eso?
-Acá hay mucha cultura, entonces te prestan atención cuando la banda ya se hizo popular o masiva. Por ejemplo, la última vez que hice una nota con Rolling Stone era tipo “nota a La Beriso que tocó en el Luna Park, nota a equis que también llegó al Luna...”, como si lo masivo generara una legitimación de las bandas y a partir de eso, “bueno, ahora sí, sale en la Rolling Stone”.

-A la larga, fortalecen el consenso de bandas que ya lo tienen.
-Exacto. Y se pierde la curiosidad, que es: me gusta una canción y voy a escribir sobre esa canción que me gusta. No importa si van 10 personas o van 10 mil. Y eso me parece normal acá porque es a lo que estoy acostumbrado, pero me llamó la atención cuando empezamos a ir afuera, que aunque no nos fuera a ver nadie (risas) nos hacían notas de los medios más importantes, como El País o Rockdelux, una revista española dedicada al rock alternativo. No éramos muy populares ni conocidos, pero a ellos les pareció que estaba bueno lo que hacíamos, que valía la pena hablar de nosotros. La esencia del periodismo, ¿no? Algo te llama la atención y te inspira a hacer una nota. Y acá no pasa, sobre todo en los medios más grandes. Por suerte hay un montón de medios alternativos que le dedican espacio a bandas que lo merecen. Igual hemos salido en los medios grandes... ¡No me quejo, eh! (Risas). Pero siento la obligación de exigir más espacio, sobre todo por la calidad de un montón de bandas nuevas que están haciendo algo que es muy original, muy fresco y que tienen cosas para contar y renovar un poco la música.

-¿Por ejemplo? Vos siempre mencionás a las bandas de La Plata, ¿ves bandas en todo el país?
-Un montón: ahora que venimos de tocar en Córdoba, somos muy fans de Claravox; a los chicos de Atrás Hay Truenos los conocimos en Neuquén, ahora se mudaron a Buenos Aires. Nos pareció genial que pibes de un lugar tan lejano estuvieran buscando lo mismo que nosotros y nos hicimos muy amigos enseguida, por tener esas coincidencias. Y así con un montón de bandas, en Capital y Buenos Aires hay muchas: Las Ligas Menores [según un tuit de Santiago de hace días, “la mejor banda del mundo”] Bestia Bebé, Los Reyes del Falsete, Viva Elástico... Lo que más me gusta es que tienen mucha personalidad. No se suben a una fórmula que está sonando en la radio, hay una búsqueda natural de hacer música que a ellos les gusta y se ve en su arte. Eso me enamora enseguida, por más que no esté la reivindicación de los medios: no se puede negar que es auténtico lo que hay ahí. Desde chico fui así, las bandas que escuché fue porque me conmovían, no porque estaban de moda o en los medios.

-De hecho, leí por ahí que no te gustan los Redondos.
-Es cierto. Lo que me gusta de los Redondos es que generaron algo desde un camino diferente, eso me parece revolucionario. Porque la gente sabe, y alguien que quiere formar una banda en especial, que hay miles de caminos para optar. Pero que ése está. Lo importante es que se entienda que hay muchos caminos que uno puede tomar cuando tiene un proyecto artístico, mientras sea libre: si quiere firmar con una compañía grande, si busca eso, está bien; si quiere ser independiente, está todo bien. Hay que ver los ejemplos de bandas que hacen cosas diferentes y a partir de esos caminos llegan a lugares inesperados. Alguno pensará“para hacer un estadio hay que firmar con una compañía”, pero los Redondos no lo hicieron, y aún así lograron lo que lograron. Entonces se rompe un estereotipo: eso es lo más importante.

-¿Y cómo ves la escena mainstream del rock argentino, lo que suena en la radio?
-Para mí está perdida. Las pocas veces que escucho la radio -y de casualidad, porque no pongo las radios tipo FM más populares- siento que es como si estuviesen todos producidos por la misma persona. Como si Las Pastillas del Abuelo estuviera producido por el mismo de No Te Va Gustar... Y no está muy bueno. En otras épocas no era tan conservador el sonido. Soda Stereo, Virus, Los Cadillacs, eran bandas mainstream pero cada una tenía su búsqueda, y ahora parece todo igual, con una falta de riesgo y una chatura total, súper estancado y conservador. Y la respuesta de los medios a eso es la nada. Pero bueno, existe Internet, existen medios alternativos y también está la curiosidad de la gente de buscar la salida: eso cambió mucho porque hay muy buena música.

-Y a ustedes, ¿los tentaron alguna vez de una compañía? Sería lógico porque les va bien acá y afuera. Lógico en cuanto a la lógica de las compañías, claro...
-Sí, nos llamaron un par de veces, de una compañía grande. Y la verdad que no nos interesa, estamos bien así, teniendo el control total de todo lo que hacemos, de nuestros tiempos. Hacemos nuestros discos cuando se nos canta el culo... Si no es compartir tu producto con alguien, esas personas van a ser dueñas de tu arte, también. Y van a exigir cosas porque están invirtiendo en vos. Te van a pedir, “bueno, ahora queremos que…”.

-Saques un disco el año que viene.
-Ponele. Nos han contado historias de bandas muy importantes -no de pibitos que podían ser manipulados fácilmente- que no podían tocar temas nuevos en vivo hasta que no saliera el disco. Ellos tenían que salir, ¡y ya había una restricción sobre lo que tenían que hacer! Entendemos que está bueno para muchas bandas tener a una compañía que esté atrás tuyo y te ayude en un montón de cosas. A muchas bandas les fue útil, a Babasonicos...

-Se me ocurre Massacre, también.
-¡Sí, obvio! Una banda de culto, que tenía una mística propia, firmó con Pop Art y supongo que siguen haciendo lo que quieren, no es que cambiaron su actitud. Y se les dio después de muchos años de trabajo en el under. O bandas arriesgadas como Victoria Mil que sin una compañía atrás, capaz era apostar a algo que tenía muchas chances de perder. Pero bueno, que cada uno elija lo que quiera. Nosotros sabemos que lo nuestro es arriesgado, que no nos pasan en la radio ni en la tele, en ningún lado pero... Somos felices.


[Publicado en Rock Salta Nº21, enero-febrero de 2015. Fotos: Agustina Cornejo.
Entrevista en Córdoba por Alejandro Wierna y Eduardo Pece]

jueves, 16 de julio de 2015

Florencia Ruiz y una miniatura artesanal
























Me decidí y aunque es difícil para mí afrontar cierta soledad, en paralelo con el nuevo disco de banda + invitados grabaré mi primer álbum sola con la eléctrica. Lo hago para Japón pero estoy pensando en destinar 100 discos para quien quiera tenerlo aquí en mi patria. Es un mini CD con 7 nuevas canciones, de bella edición.
¿Algún interesado/interesada?
Así estoy hoy, en la construcción total. Siempre alimentando a mi cabeza que no para y agitando el aire... ¡Cariños!

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Así como amo las verdulerías, nunca me gustaron los bancos y son solo 100 discos los que tengo destinados para Argentina. Por eso quiero hacer todo personalizado, como siempre. Sé que algunos de los interesados están en el interior, ¡ya iremos resolviendo ese tema! Para los de Capital y Gran Buenos Aires y viajeros les propongo encontrarnos en los próximos shows (no es necesario quedarse ni el precio del disco incluye entrada).
Sábado 18 de julio (preventa) que me ayudará a realizarlo.
Sábado 8 de agosto (entrega) que me dará mucha alegría de compartir.
Todo en El Quetzal. Guatemala 4516. 100 pesos por disco.
Como les dije es un disco de edición artesanal, un MINI CD con 7 nuevas canciones grabadas sola con la guitarra.



Mi amiga Luciana me diagnosticó a mis 16 años: tenés una vida muy hippie y un pensamiento muy punk. No sé si sigo así (creo que no) pero me guardo su reflexión forever.
Como cada viernes vuelvo a mi notiflOr. Tuve algunas consultas sobre el disco nuevo y la modalidad para adquirirlo. La cosa es así: hay dos shows antes de la gira por Japón. 18 de julio en Banda y el 8 de agosto con Mono Fontana, ambas en El Quetzal. El que quiera asegurarse una copia del disco, puede acercarse al Quetzal, allí abonar e ingresar en el listado de discos con dueño. El 8 de agosto se retira pero si alguno no pudo ir, lo que sea, yo se lo guardo, soy de palabra. Los shows son independientes a esta movida.
Por otro lado estoy pensando en hacer un show para los 100 alentadores que tengan el disco, será al volver de Japan, pero dependerá de la convocatoria de preventa. Yo seguiré tocando siempre y haciendo canciones y discos pero mucho mucho más contenta si me acompañan en esto.
Vivo en el mundo donde todos estamos siempre apurados y donde todo es a un clic de distancia pero antes de bancarizarlo todo ¿intentamos en persona? ¿suena muy hippie?

***

7 cartas invisibles se llama el disco que grabé sola con la eléctrica y con un público muy especial y espacial. Se registró completo y pronto estará subido en la web. Haré la preventa del disco el día 18 de julio en El Quetzal y se podrá retirar en cualquier show de los próximos 20 años. Para quienes no puedan acercarse el 18 y quieran el disco me escriben o se acercan a algún show, puedo habilitar una cuenta pero no es lo que más quisiera. El motor de la preventa es poder fabricarlo lindo lindo y que haya un pedacito de cada uno de los que apoyaron esta movida en el disco.
Un fuerte abrazo y ¡que sigan llegando cartas!

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Todo esto que leen aquí arriba lo cuenta Florencia Ruiz desde su página de Facebook. Como cada uno de sus movimientos, lo observamos y reaccionamos. Esperamos ese disco, por supuesto lo compraremos: hay pocos músicos en este país con el rigor musical de Ruiz, con tanta conciencia y tanto amor por lo que se hace. Que canten y toquen así, que escriban y compongan como ella lo hace, con esos resultados, ¿no? Discos imprescindibles como Mayor y Luz de la noche, gemas que no cualquiera.

Este sábado 18 de julio a las 21:30 será su única fecha de banda en 2015, y además la oportunidad para asegurarse 7 cartas invisibles, canciones a voz y viola, algo en lo que suele salir bien parada al momento del vivo. "¡Preventa del disco en solitario y repertorio de banda totalmente nuevo! Antes de Japan y con la emoción a flor de piel... siempre invitados todos a compartir".

No digan que no les avisamos.


[Fotos de Federico Caruso]

viernes, 3 de julio de 2015

Mostruo!: “En este disco ya somos nosotros y nos hacemos cargo”













Se acabó. O al menos esta vez, no iba. El monstruito verde que engalanaba todas las portadas de los discos de Mostruo! desapareció de la primera plana en Profunda desorganización, el cuarto larga duración de los platenses. Ese detalle es consecuente con el rumbo que tomó la música del cuarteto en el álbum publicado a fines de 2014, una de las producciones más sólidas del año pasado y sin lugar a dudas su mejor registro a la fecha.

Lucas Finocchi nos recibe en un recreo de su trabajo en FM BitBox y la charla, en una tarde (todavía) calurosa, recorre algo del pasado pero mucho más del presente y de lo que vendrá. Profunda desorganización trae novedades más allá de las canciones: es el debut de Gabriel Ricci en el bajo, en lugar de Federico Mutinelli. Además, es el primer disco en que el grupo trabaja bajo las órdenes de un productor, Alfredo Calvelo. De allí a las ganas de profesionalizar su andar parece haber un solo paso. El mismo -o un poco más corto- que aquel que aleja a La Plata de Capital Federal, esa ciudad tan enorme e inabarcable, todavía una incógnita para Mostruo! ¿Más? La búsqueda estética de la banda, la composición grupal, las dificultades para decir que no a tantas propuestas amables… El trabajo de cuatro tipos (Finocchi, Ricci, Kubilai Medina y Luciano Mutinelli) que no viven de esto, pero sí para esto: tener una banda que sacuda escenarios a base de canciones bellas y fuertes. Lo logran pero aún quieren más, porque saben que el monstruo es grande y por eso ya no entra en la tapa.

Lo primero que sorprende del disco es que no esté el monstruo característico. ¿Cuál es la explicación para el cambio?
Nunca hacemos las cosas demasiado conscientemente, no hubo una charla filosófica ni nada por el estilo. Sí nos pareció bien a todos, de entrada, que esta vez no estuviera el monstruo en la tapa. Después, analizándolo con el disco hecho -y comparándolo con los otros-, me parece que el monstruo en algún punto era un alter-ego nuestro, una especie de personaje que ya no está. En este disco ya somos nosotros y nos hacemos cargo, no necesitamos esa figura.

Sin embargo, la tapa tampoco es una foto de ustedes.
No, porque tampoco creemos que seamos lindos… (Risas). Ningún disco de Mostruo!, salvo uno, tiene fotos nuestras en el librito. Para mí es mucho mejor que el disco sea una obra de arte, aunque una muy buena foto también pueda serlo. Pero el dibujo es el concepto que más nos gusta. Y nosotros no somos de lookearnos ni nada de eso. Nos han dicho “no toquen vestidos igual que como trabajan” y la verdad que no nos sale, no le ponemos mucho a la imagen nuestra como personas, entonces tampoco tiene sentido hacerlo para el disco. De hecho, nos re cuesta hacer fotos…

¿Lo sienten como una deuda o sale así y está bien?
Yo no, nunca entendí la música desde ese lugar, aunque entienda que la cultura rock tiene mucho de eso. Pero nuestra forma de vincularnos con el rock es más desde la música, desde la canción. Hay quien lo hace así -Neil Young, por ejemplo, aunque hay montones- y también está Bowie, que tiene talento para hacer las dos cosas. Creo que nosotros no y tampoco hay una búsqueda nuestra en ese sentido: yo no tengo nada que decir con mi imagen, no es algo que maneje ni un lenguaje que entienda. Por eso buscamos que el que lo hace sí tenga algo que decir y sepa cómo: las fotos que nos sacan Vicky Schwindt, Fernando Massobrio y Manuel Cascallar están buenísimas porque ellos son buenos fotógrafos y saben lo que hacen. Lo mismo con cada tapa que hace el Chulo, Juan Soto, sabemos que él va a hacer una buena ilustración. Aprovechamos a los amigos talentosos para manejar esa parte. Tampoco lo pensamos tanto, se va dando: volviendo al caso de la tapa, hubo un acuerdo con el tema del monstruo para avisarle al Chulo que no lo hiciera. Hizo un par de pruebas y terminamos con las medusas.

¿Por qué fueron las medusas?
A él le vinieron las medusas y nos gustaron. Tuvo esa visión, medio de [Hayao] Miyazaki, por ese lado más japonés. Y nos gustó porque tenía que ver con la cosa enmarañada y enroscada que tiene el disco. En algún punto este es un disco súper introspectivo, muy de la neura. Entonces, esa imagen de un animal que no se entiende bien qué es o cómo es quedaba bien. Además, la medusa también brilla en la oscuridad y las de la tapa tienen algo así como una luz que no entendés bien de dónde sale. Todo cerraba, más como un acercamiento poético, porque no tiene una explicación muy lógica.

Sí parece que el disco tuviera cierto hilo narrativo. ¿Eso se fue dando…?
(Interrumpe) ¿En el sentido de “principio a fin” decís?

Sí, en cuanto al orden de las canciones y lo que cuentan, que parece una historia. No sé si son todas canciones de la misma época o no.
El orden lo pensamos bastante. Hay algunas canciones -“Profunda desorganización” y “Vas a llorar”- que son más viejas y fueron las que terminaron estructurando el disco. Después hay otros temas como “El costado tierno” o “Resiliencia”, más nuevos. Los del Kubo, “La soledad” y “Perdí”, también son de otra época, los tiene hace un montón. Digo “los del Kubo” aunque los temas son de todos, se terminan cerrando y nos los quedamos los cuatro. Y no, el disco no está pensado como una continuidad aunque, al estar compuesto desde lo que nos pasa en cierto lapso de tiempo... Bueno: en esa época nos pasaba esto.

Las letras parecen hablar de una ruptura y la reconstrucción a partir de eso, un divorcio o lo que sea. 
Hubo algún divorcio pero me parece que son etapas de la vida también, dejar atrás cierto romanticismo. Hubo un cambio de formación en la banda, que desde que nació hasta que se fue Muti fue una, y ahora es otra. Éste es el primer disco con Gabo y sí, es un quiebre porque la banda es otra. Nosotros funcionamos como grupo y cambiar un integrante era un riesgo porque no sabés cómo puede salir. Y terminó saliendo bien pero hubo un duelo que hacer respecto de lo anterior, que se hizo y un poco está en el disco. Porque en una banda uno pone mucho del deseo y de lo lúdico. Cuando a eso hay que sostenerlo y aparecen los roces, empezás a tener otro vínculo: ése es un duelo también, más allá del cambio de integrante. El de decir: “bueno, esto también es un laburo”, que si bien tiene que ver con algo que te gusta es un compromiso grande y exige mucho. Entonces tenés que redefinir qué querés vos de esto y dónde te parás, porque no podés seguir actuando como si tuvieras veinte años y tampoco podés estar quejándote todo el tiempo.














Mantenerse en el tiempo es lo más difícil.
Sí, porque la condición de independiente uno la elige y la acepta, o no. Pero es lo que hay, entonces tampoco podés andar llorando. Sí hay que asumir que cuesta, uno labura de otras cosas y a veces la banda te demanda un montón.

Es un trabajo más, con la pequeña diferencia de que no da plata…
Exacto. Entonces, cuando además de no darte ganancias deja de darte satisfacción, ya empezás a cuestionarte algunas cosas. Por eso hubo una especie de reconversión, de redefinir un montón de aspectos.

¿Pensaron no seguir, o tampoco fue para tanto?
No, ni llegamos a pensarlo porque además nunca paramos de tocar. Lo fuimos haciendo mientras el Muti se estaba yendo, porque tampoco se fue mal. Por ahora no estuvo ni cerca esa conversación.

¿Y en qué creen que cambió más la banda a partir del ingreso de Gabriel?
Hay como un intento de profesionalización o de perfeccionamiento del sonido, de la producción. Algo que ya venía desde Perfecto, el disco anterior, y que ahora se profundizó un poco más. También tiene que ver con que hacemos esto porque nos gusta, entonces queremos hacerlo bien, ya no nos da lo mismo cualquier cosa. Vino por ese lado: estamos tratando de sonar mejor, de arreglar más los temas. Y el disco en ese sentido funcionó porque fue una apuesta a eso y salió bien, creo.

Y fue la primera vez que delegaron todo a un productor, Alfredo Calvelo.
Fue la primera vez que entregamos completamente el mando de algunas cosas, no de la composición pero sí de los arreglos y de la producción. Ahí hubo un aprendizaje, también.

¿Y hubo mucha lucha con Alfredo? Porque los arreglos son detalles compositivos. ¿O le decían que sí a todas sus propuestas?
Sí, algo de eso hubo, obviamente, porque tampoco era una cuestión dictatorial. Tuvimos algunos momentos tensos (risas) pero también está bueno porque en algún punto esa situación te obliga a defender una posición y a poder argumentar, entonces el resultado termina siendo mejor de lo que era. Desde mi experiencia personal me costó soltar, y aprender a soltar también te permite crecer, en todo sentido (en la música también). Entonces Profunda desorganización sirvió para eso, y el resultado a mí por lo menos me tiene conforme.

¿Lo volvés a escuchar después de un tiempo y decís “tenía razón Alfredo”?
Sí, en algunas cosas pienso que sí y en otras no tanto, pero eso pasa siempre porque ahí ya entra el gusto. Lo que sí creo es que él llevó al disco a un lugar, conceptualmente, que lo empiezo a entender más con el paso del tiempo, porque por ahí uno está muy metido dentro de una canción o de un arreglo y hasta que podés tomar distancia te cuesta. Un disco tan laburado en el estudio, además, después no es fácil de tocar. Hay temas con tres o cuatro guitarras y tenés que elegir, pero con los meses de ir tocándolo se va armando el vivo y en algún punto te olvidás cómo está en el disco y queda esa versión para tocar.

Igual el vivo siempre es distinto, hay cosas que en vivo ganan potencia.
Sí, nosotros en vivo somos de conectar mucho. Nunca vamos a pecar de pechofríos pero sí a veces de pasarnos de rosca. Ese es el riesgo, ensayamos para lograr un equilibrio aunque apostemos a prendernos fuego tocando porque si no es así, no pasa nada.

¿La profesionalización que buscan contrasta con los lugares que hay disponibles para tocar? 
El año pasado tocamos cerca de 40 veces, o sea, dos o tres veces por mes, a veces cuatro. Y como venimos de tres años de tocar mucho, ahora queremos parar un poco… Pero los próximos meses tenemos un montón fechas, siempre nos pasa lo mismo (risas). Queremos cuidarnos un poco también.

¿Cuidarse de qué?
Cuidarse del cansancio. Porque organizar todo es un quilombo. Queremos producir mejores eventos, porque si te salen fechas de tocar, tocar y tocar, te vas olvidando de que está bueno tener una puesta. Es un intento, al menos, porque tampoco sabemos hacerlo (risas), aunque vamos mejorando algunas cosas con los años; pero tampoco somos productores. Con el tiempo hay que aprender a decir que no a algunas cosas, pero es difícil porque a la vez las propuestas te dan ganas. Si fuera por mí, preferiría tocar mucho y que la música fuera mi único trabajo. Bah, no sé si preferiría eso (risas) pero si tocar mucho implicara también una relación más laboral, supongo que lo podés bancar mejor.

¿Tienen laburos por fuera de la música o trabajan en cosas relacionadas?
No tan relacionadas. Yo estoy acá y en Radio Universidad, pero aunque tenga relación con la música, la radio es otro lenguaje. Después Kubo es diseñador gráfico, Gabo sí tiene más que ver porque es técnico de sonido y Luli trabaja en la Facultad de Veterinaria, nada que ver. Hay una fantasía con la música, supongo que se puede vivir de ella pero tenés que tomar otro tipo de decisiones, o estudiar más o dar clases. Acá vivir de la música no es una realidad... Es una inversión que hacen las propias bandas con los años. Después de tocar 15 o 20 años, llegás a cierto movimiento.

Bueno, ustedes en La Plata mueven una cantidad de gente considerable. Está bien, tocan hace diez años…
Son diez años de tocar, no es fruto de la casualidad. A la gente le tiene que gustar también, obvio. Y el boca en boca termina siendo casi siempre lo único que funciona, alguien que le diga a otro “che, vamos a ver a esta banda que está buena”. En La Plata hay varias radios que nos pasan, hay otro circuito, entonces algo se va a generando y somos agradecidos de lo que pasa allá. Es un micromundo, un universo cerrado en sí mismo que te juega a favor pero a la vez es difícil salir de ahí, te acostumbrás. Si tenés una banda y querés tocar, La Plata es un buen lugar. Tanto que en este tiempo hubo algunos chabones que se fueron a vivir a La Plata ¡para armar su banda allá! Y yo les digo “¡boludo, te vas a cagar de hambre!” (Risas). El objetivo no es estudiar en La Plata sino ir a armar una banda, lo cual me pareció rarísimo (más risas). Después las canciones tienen que estar, qué sé yo…

¿Y en Capital, les cuesta romper esa barrera todavía?
No sé cómo funciona acá, no lo entiendo. En algunos lugares la pasamos muy bien y después por ahí no pasa nada. Después de Cromañón hubo algo que cambió y que todavía sigue roto: nosotros arrancamos justo en 2004, hubo algo a partir ahí que cambió en Buenos Aires. Y también me parece que hay una generación de gente que no va a recitales de bandas chicas.

¿Decís que la gente escucha a las bandas pero no las va a ver?
Sí. Yo con mi sueldo no puedo venir a ver a una banda en Buenos Aires, es muy caro, en La Plata la entrada sale un cuarto de lo que sale acá. Además, al no haber canales de difusión, la gente escucha las radios que le llegan. Y en las grandes radios no te pasan a ciertas bandas; en La Plata sí, hay dos o tres radios que están buscando cuál es la banda nueva. Antes aparecía una banda y era un evento, salían Los Piojos o Viejas Locas y los medios vendían la novedad. Ahora por ahí hay una banda que está buenísima -El Mató, ponele- y sabés que cuando suena es porque hay un operador que lo deja. Todo pasa más por internet y cada banda se tiene que hacer su propia difusión y su propio público. En una ciudad tan grande hay que aprender a manejarse con eso, es muy difícil encararlo porque no sabés adónde tener que ir y adónde no. Capaz que alguno la tiene más clara pero nosotros estamos averiguándolo.

Ustedes firman todos los temas en grupo, alguna vez dijiste no estar de acuerdo con los derechos de autor. ¿Por qué decidieron que los temas sean siempre de todos? 
Esa fue una decisión que tomamos en el primer disco y la sostenemos. Tiene que ver con una creencia de que el laburo es colectivo. O sea, yo compongo un montón de canciones, Kubo también, y se podría plantear “éstas son mías, éstas son de Kubo y éstas son de todos” porque están esas tres variables. Pero la verdad, a la hora del concepto del derecho, uno firma -porque no es que firmás para decir “la hice yo”- por el deseo ulterior de cobrar, eventualmente, algo. Y si bien cuando compongo una canción hay un momento en el que trabajo un poco más que el resto, después todo el laburo es parejo en general. Cuando deje de ser parejo vemos, pero el concepto es que todos ensayamos, todos aportamos cosas a la canción y entonces termina siendo algo de los cuatro. Lo que pasa es que culturalmente tiene más valor la letra, pero es igual de importante la línea de bajo.

¿Y cada uno compone su parte?
Sí, claro, después podemos opinar o sugerir, pero ahí cada uno está componiendo. Para el derecho de autor, para SADAIC, el importante es el que escribe la letra y por eso se lleva la mayor cantidad de la guita.

Otra cosa que te leí decir es que cuando estás mal componés una canción y cuando estás bien hacés un asado...
(Interrumpe) ¡Y lo sostengo! (Risas). El arte es para sublimar, y la sublimación es lo que nos evita ser psicópatas y salir a matar gente por ahí. Entonces es una manera de transformar la realidad. Si estoy angustiado, tengo opciones: o me pongo a morfar, o me duermo una siesta, o hago un tema. Cuando hago un tema o escribo algo, por lo general después me siento mejor. El vínculo que tengo con hacer canciones tiene que ver con eso: no las hago para conquistar el mundo (risas), las hago cuando me siento mal y para sentirme mejor. Y por lo general son medio bajón porque salen desde ese lugar de angustia. He tratado de componer desde otros lugares y…

¿No te sale?
¡No me gusta lo que sale! (Risas). Es un poco eso: cuando estoy bien me da más ganas de joder que de escribir una canción. Esas otras canciones las tiene que hacer Jorge Serrano de Los Auténticos Decadentes, aunque en algún punto también sean medio neuróticas las canciones de él. Pero ahí no me hallo; quizás algunos temas sean más arriba pero mi vínculo con la composición es otro. Ojo, tampoco trabajé nunca de compositor, no sé cómo sería si en vez de trabajar en la radio trabajara todos los días haciendo canciones.

¿Lo harías?
¡Si me pagan, sí! Una vez compuse para Valeria La Ferrara, alias Valeiro Gorgori, una chica de La Plata que me gusta mucho cómo canta. ¡Pero es una desorganizada y nunca grabó el disco! También hice temas con amigos, ahí sí sale una cosa más lúdica porque si es para otro estoy más relajado, más tranquilo.

Para cerrar, ¿cómo va a ser la fecha del sábado?
El show es parte del ciclo De la Radio al Escenario que organiza Eduardo Fabregat a partir de su programa Rebeldes, soñadores y fugitivos. Va a ser la primera fecha del ciclo y lo inauguramos dos bandas de La Plata, así que estamos contentos: tocamos nosotros y Sr. Tomate. Después, vamos a tocar el 11 de abril en La Plata, con Güacho;  el 17 en Benito Juárez; de ahí vamos para Necochea el 18, nos llevan los chicos la Agrupación IndieGesta. Y volvemos a La Plata para el cumpleaños de Radio Universidad: va a haber un festival, se presentarán algunos libros y demás. Lo que te decía: queremos parar un poco pero todo lo que nos ofrecen está bueno… ¡Y terminamos diciendo que sí! (Risas finales).


[Publicado en ArteZeta el 26 de marzo de 2015. Fotos de Victoria Schwindt]