miércoles, 20 de agosto de 2014

Andrés Ruiz: soy El Visitante


“La cultura rock me dio la idea de la mutación constante y de no luchar por adaptarme, sino más bien encontrar un espacio en donde ser un inadaptado”.
Daniel Melero.
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Hace más o menos un mes -no me pidan exactitud, gracias- me encontré con Andrés Ruiz en su casa de Once. Nos debíamos el encuentro desde la salida de Huésped, su último disco; entonces pudimos saldar la deuda.
Supongo que hay varios detalles de Huésped que cualquier lector curioso/seguidor del rock independiente habrá descubierto en el sinfín de notas que Andrés dio. Pero bien vale recordar algunos de esos pormenores de la realización del disco para comprender mejor el resultado final.

Huésped fue compuesto pieza por pieza, canción por canción, para volverse disco allí. No sé cuán común es este procedimiento pero parece haber funcionado más que bien. Explico mejor: la canción uno del disco, Luna de verano, es también la primera canción compuesta y grabada para el disco. El desafío de Andrés -me dijo que tiene temas para tirar al techo- consistió en componer el disco completo utilizando la Metodología Mostaza Merlo: paso a paso. Si el tema uno iba por un lugar, el tema dos no iría exactamente por el mismo. Un ejercicio de composición, un poco para divertirse y otro poco para huir de aquello que ya tenía y podría haber grabado. La famosa foto del momento, quizá.

Lo otro que ya se leyó y repito: Ruiz toca, a excepción de los saxos marcianos del merlense Sergio Merce, todo lo que suena en el álbum. Me sorprendió no leer en ninguna crónica que Andrés llevó a cabo una restricción consigo mismo como instrumentista: la batería, su instrumento “principal” durante años -aunque no en su faceta solista, claro-, está programada -o “electrónica”, como más gusten- en todos los temas. No sé qué fue primero, si el huevo o la gallina. Al ser Huésped un disco casero, grabar una batería en condiciones óptimas era muy difícil... Pero debo suponer que la primera decisión que tomó respecto del álbum fue sonora.

Ese sonido gélido, sumado a otras texturas que tienen un valor protagónico dentro de la obra -los sintetizadores- le da al disco un carácter ochentas innegable. Así, la ligazón con cierto rock argentino de aquellos días resulta inevitable, empezando por Silencio de Los Encargados, nave insignia del tecnopop en nuestro país. También, aunque sea obvio, puede asociarse a Huésped con obras más reconocidas como Privé de Spinetta y una de las cumbres del rock argentino, el Modern clixs de Charly.


Más allá de Meleros y Charlys, hay un condimento que resalta cada día más en los discos de Andrés Ruiz. En lo que podría catalogarse como una trilogía dentro de su discografía -los últimos: Ruiseñor, Un santo nuevo y Huésped-, donde se nota un devenir de AR hacia lo cancionero cada vez más sintético, lo que creció de manera exponencial es su voz, que llega a un nivel de expresión notable. Sospecho que Andrés es uno de los mejores cantores de su generación, no por capacidades técnicas o de registro sino por su caudal interpretativo. Si me había resultado sorprendente cuán claro dice su performance en el mencionado Ruiseñor -descubrí su obra con ese disco, luego fui para atrás-, a estas alturas ha perfeccionado notoriamente esa cualidad de susurrar como un príncipe glamoroso. Casi que logra croonerearla a niveles Bowie y Moura. Definitivamente, esa profundidad vocal es la clave y una de las marcas distintivas en canciones notables como Trono, Estallará la noche o Las almas.

En sus letras también hay un universo propio, donde los animales y la naturaleza son la referencia constante para apelar a mundos más cercanos con lo fantástico que con lo cotidiano. Ese universo lo emparenta con artistas tan disímiles entre sí como Ciro Pertusi (obsesionado por los perros y los pájaros) y Spinetta (bueno, el Flaco ha tenido tal obra e influencia que es inevitable no ligarlo a casi todo lo que anda rondando por ahí... pero no me digan que estos versos de Brote no les remiten a A estos hombres tristes, por ejemplo: Cuando despierto empiezo a brotar/ Soy un tallo que va germinando/ Me hundo en el pasto/ y avanzo hacia el fulgor/ Mis raíces se han cansado/ de esperarlo todo").

Para terminar, vale recaer en otro concepto que Andrés resaltó en varias entrevistas. Al ser consultado sobre el nombre del disco, Ruiz aseguró que lo de "huésped" apunta a que no se siente parte de ninguna movida: "La palabra huésped implica un sentimiento de no pertenencia, el invitado no es de aquí ni es de allá. Es recibido, acogido, pero nunca será parte. De alguna manera me siento así".

Y tiene razón: su canción no es ni indie, ni latina, ni beatle, ni otracanción. Aunque bien sepamos cómo se manejan las radios y los grandes medios difusores en general, no deja de resultar un enigma que siquiera un musicalizador agarre este Huésped y lo haga sonar. Será como dice el autor, también: "Mi música es periférica. (...) Está ahí, en las sombras, llamando cada vez más la atención".

Esperaremos los próximos movimientos sabiendo que Andrés, como enuncia Melero, debe estar buscando el nuevo espacio en donde ser un inadaptado.


*Andrés Ruiz continúa presentando Huésped este viernes 22 a las 23.30, en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543, Capital). Entrada: $60.


[Fotos de Kamel Alzate.]

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