jueves, 22 de julio de 2010

Encuentros irregulares


Escribir es un arte difícil, más si tenemos en cuenta lo fácil que se ha vuelto desde el advenimiento de las máquinas de, las computadoras y su interminable red; lo sencillo que resulta refutar y protestar desde una red social, o simplemente contar en Twitter que uno está mirando el partido de la Selección, como si realmente fuera significativo (lo es) estar haciendo lo mismo que otros cientos de millones de individuos en el mundo.
La música (me) sigue (pareciendo) siendo uno de los lenguajes más maravillosos para comunicar emociones, o para desperdigarlas sin un mínimo gajo de superficialidad. (O con el máximo, depende el caso; dejémoslo ahí). La palabra queda sellada en el disco y el juego de las emociones e interpretaciones nos queda a nosotros.
Sean bienvenidos, entonces, a este escrito, que sólo quiere destramar la complejidad de ser perfecto e irregular, algo tan difícil como escribir. Tan difícil que sucede siempre pero, de vez en cuando, de manera destacable. Y ésta es una de ellas: no éste texto. Esta situación.

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La Perla Irregular son cinco pibes que tocan lindo, cantan canciones que (me) suenan y hacen bien y escucho hace relativamente poco (hagamos por ahora, una semblanza simple, algo pobre y superficial).

Me encontré con Pablo V., el progenitor de la criatura -¿irregular por turbia o deforme?- para charlar un poco, grabador en mano. Pero la idea del padre fue otra: que ése grabador no se encienda y sea mi memoria la que se encargue de testimoniar sus palabras. Entre aquel encuentro y hoy ha pasado un buen tiempo, La Perla estuvo hasta en La Sopa -por las bondades de su música, por suerte- y mi cerebro no ha carburado lo suficiente como para desintegrar sus palabras en un escrito. Pero aquí estamos y, como lo prometido es deuda, dije, aquí estamos.


Cómo decirlo sin darle entidad de superestrella... es Pablo V. un sujeto muy peculiar, en sus maneras y en su ambición de lograr que esta Perla haya pasado de ser uno a ser los demás. Me explico: el proyecto empezó siendo sólo un nombre y un hombre, él, que agarraba su guitarrita y decía “hola, soy La Perla Irregular”, como si común fuera escuchar a un hombre decirse Perla y maltratarse (o asumirse) de Irregular.
En fin, el hombre / banda fue encontrando cofrades. El primero en caer fue un tipo de esos que prefieren pegarle a un parche antes que a una bolsa, una pared o el aire. Marcos F.M. -no es una radio, no sean boludos, se me ha negado la emisión de apellidos y el que lleva Marcos es compuesto-, en verdad, fue buscado por Pablo V. Y si yo hubiese sido él, también habría dicho sí. En fin, alcanzaron dos para grabar el primer álbum de La Perla Irregular, que llevó el original nombre de la banda (el nombre de la banda es original y ya lo (no) explicaremos, el del disco no lo fue, por repetitivo, pero igual nos gustó).

Entre el mar de palabras que inundó Pablo V., exagero recordar -o viceversa, o lo que sea- que el disco tuvo muchos varios invitados, tantos como amigos tenía el hombre (o tiene, en su vida privada no me meto) en el Conservatorio Manuel de Falla, institución por la que pasó con total éxito. El tipo se jugó, combinó sus estudios de conservatorio y su sabiduría psico-beat-sesentista aunque tenga veintipico, y arregló por escrito varios de los temas, para darles más vuelo. Arregló sin escuchar y escuchó el resultado ya consumado, ¿se entiende? Para un músico con tintes rockeros nacido en Argentina y en el año dosmilypico no es joda y está muy bien.


[Mientras tanto, La Perla seguía siendo un dúo con proyección de más... pero de a poco se fue llenando el colectivo. Acá los nombres e instrumentos se me empiezan a mezclar, pero como me dejaron a cargo de esta historia, hago lo que se me canta (doy fe: los historiadores hacen lo mismo). Supongamos que el siguiente en ingresar a este mundo fantástico fue el teclista. Si es que suponemos eso bien, y que ese primer sujeto se ha ido para que toque las teclas Diego S., venimos bárbaro. Sino, tomemos esto como un pequeño detalle a corregir: los periódicos a veces cometen esos pequeñísimos errores y, sin embargo, nadie los detiene (sabrán entender)].

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¿Que de su disco debut no voy a decir nada? Sí. Que la portada -más de una persona me carga por no decir tapa, pero me sale así- me da ganas de escucharlos. Y que está bien escrito y tocado. Son elogios que no dicen mucho, o nada, o más. Como cualquier otro elogio dicho sin confirmación empírica del elogiado. Júzguenlo ustedes mismos (o no, es feo juzgar, mejor disfrútenlo. O no, es feo imponer, hagan lo que deseen. Uh, eso es lo mismo. Y así).
De veras, hay una cruza en La Perla que los vuelve interesantes. Lo hablamos con Pablo, recuerdo, aquello de escuchar y admirar a Los Gatos, a Almendra, por supuesto a los cuatro chicos de Liverpool... también me nombró a Donovan, y al master Bob D. A Gram Parsons y a Nick Drake. Y así, fuimos desentramando el por qué de sus canciones y recuerdo que hablamos del concepto de originalidad en la música y PV dijo que “etimológicamente hablando, original viene de origen. Todos hablamos de los mismos tres o cuatro temas, el tema es cómo lo decimos”. Y coincidimos en que se confunden los conceptos de moderno y original, y que lo original en el arte suele retomar movimientos, formas, momentos y sonoridades preexistentes para darles una nueva vuelta.

(Y en eso andan ellos, con su desparpajo cancionero de entre 1965 y 1972, por chamuyar años de efervescencia pop, desarrollo de la psicodelia, principios de arrebatos eléctricos y luces progresivas y demás yerbas musicales y para-artísticas que dieron vuelta al mundo con el nombre de cultura rock. Lo bueno es que suenan a hoy y a mañana).

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Perla: Las perlas son el producto de una reacción de enquistamiento de una partícula extraña dentro del cuerpo blando de los moluscos, especialmente en los bivalvos. Las perlas más conocidas son las consideradas como gemas o piedras preciosas, por su simetría y su particular lustre. Las perlas preciosas son producidas en su inmensa mayoría por las ostras pertenecientes a la familia Pteriidae.


Irregular:
adj. Que está fuera de regla o norma, contrario a ellas: verbo irregular.
Que no sucede común ni ordinariamente: su retraso es muy irregular.
Que no es simétrico, que tiene defectos: superficie irregular.

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Continuemos con la historia. Después del excelente debut, los chicos grabaron un EP virtual -El nadir del rock- que usted mismo, lector, puede descargar del sitio web oficial del grupo. Tres canciones que no cuajaban con lo que querían para el primer álbum pero que por sus bondades se ganaron un espacio y hasta son tenidas en cuenta a la hora del show.

Luego llega la famosa frutilla del postre -¿será siempre la misma?-, se llama La novena utopía y salió del horno a fines del año pasado. Me animo a decir que hay pocos discos en los últimos diez años que estén tan buenos como este segundo LP de LPI. Pablo introdujo al disco con una explicación excelsa en el sitio rock.com.ar y la voy a citar para que se sepa de qué hablo y así de paso callarme un poco: “Una utopía, a diferencia de lo se cree, no significa un lugar ideal, sino que significa un No-lugar (u-topos). Es ideal en tanto que sólo existe como idea, en nuestra mente. La idea de que sea la ‘novena’, apunta a que quizás sea la última oportunidad para la acción, para tomar conciencia, jugando con el hecho de que el 9 es el último número, antes de que se empiecen a formar con combinaciones de los dígitos anteriores”.

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[(El primer disco gatea, el segundo vuela. En ambos hay versos de alta factura. Anoten:
- Tierra es aprender, soltar los pies, ser del aire.
- Envuelvo al jazmín estando a tu lado.
- Cielos de pan lloviznarán migas de lo que explotó.
- Dale el amor y quizás el jazmín y su magia al dormir te envolverán, armándote de pura dignidad.
- Yo quería nacer y morirme en tu vals... Hoy mi alma está suspendida.

Las composiciones musicales demuestran buen gusto y sofisticación dentro del estilo que la banda va consolidando. Al verlos en vivo comprobé los problemas de Marcos con la vida o, para no ser tan drástico e inexacto respecto de los bateristas en general y él en particular, lo que les gusta a los muchachos estos golpear parches con cara de locos. Marcos es un gran baterista. Y Richie S. le da una buena mano en eso que se dice armar base en la música rock. Según entendidos, tiene cara de ser un sujeto muy peculiar. Según quien escribe, es increíble cómo todos los bajistas que conoció y vio en vivo tienen cara de bajistas y la misma actitud (a excepción de Alejandro Medina).


En cuanto a las guitarras -el mismísimo Pablo y otro miembro relativamente nuevo, Diego G.- se complementan muy bien y el entramado le da la suficiente importancia a ambas violas: no hay un rítmico y un solista, los dos hacen un poco de cada. Y según sé del tema, tocan muy bien, sabiendo cómo combinar velocidad con gusto y metiendo buenos arreglos y solos.
Pablo tiene un estilo de canto bastante peculiar, que incluye atractivas desafinaciones -¿homenaje a Bochatón?- y un timbre o como se le llame a cómo nos suena una voz que quedaría perfecto para una banda de folk de los primeros sesenta. Le dije en nuestro primer encuentro que al principio me sonó raro y después me gustó y me contesta que todos le dicen lo mismo. (Un esnob se hubiera suicidado por pensar y escuchar lo mismo que los demás, a mí no me jodió porque es verdad)].

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Pablo está contento con el resultado del segundo disco, le gusta más que el debut. Dice que aprendió en el estudio y los errores de la primera grabación los corrigió para la segunda. Es una carga grande, además, el haber compuesto La novena utopía con intenciones de que suene mientras mirás con cierta nostalgia infantoide la película Fantasía (sí, aquella de Disney. ¿Qué se pensaban, que sólo Pink Floyd podía hacerlo y cerraba el círculo?). La Perla compuso con la película en play y encaja perfecto. Esto y más lo comentan en su reciente documental Aquí no es real -vaya nombre filo-délico- en donde detallan track por track el segundo disco y nos muestran que son gente creativa no sólo con la guitarrita. Se los recomiendo para desengañarse de todo lo que parecen decir en el disco.

Y hablando de discos, quieren grabar pronto otro álbum, pero todavía no saben qué sucederá con eso, en la música nunca hay fechas exactas. Lo que sí saben es que el futuro los mira con buenos ojos: se tienen fe, son jóvenes y brillan como aquellas perlas que nombran, tocan seguido y no dejan de producir nuevas canciones. La idea, imagino, es dejar de malcriar niños, vender libros de Paulo Coelho y demás tropelías que desempeñan en sus siempre mal habidos trabajos. Ojalá lo logren.

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Aunque hay algo que no saben y no les quise decir para que no se desencanten: toda perla es irregular.
Por ello, hagan los honores a su nombre, muchachos.


miércoles, 14 de julio de 2010

Ir por (la senda) colectora

Nota para el lector: esto ya se ha hecho y visto en varios lares. Pero igual es divertido y se me canta repetirlo a mi manera.

NPEL 2: el afiche que ven originó este escrito. Para más información, haga clic aquí.


Hay distintas clases de enfermos respecto del coleccionismo en la música. Hay gente que tiene muchos discos pero no tiene ese afán compilador (e incluso hay quienes desde el advenimiento de Internet dejaron de comprar discos). A mí, que aunque baje mucho sigo comprando en cantidades también -por la edad podría ser un bajador que no compra, pero creo que el coleccionismo a esta altura tiene poco que ver con cuestiones de edad, es o no es- me resulta divertido saber cómo la gente colecciona discos. Creo que cualquiera que guste de tener el disco como objeto es un coleccionista, al menos potencial. Por eso, cuando visito una casa en donde la discoteca está a la vista, no puedo evitar posar los ojos sobre ella primero para, si se me permite luego -y si hace falta aclarar que soy obsesivamente cuidadoso con los discos, hacerlo- meter mano a los que me interesen más. Alguna vez me dieron ganas de robar algún disco pero no me animé, en realidad ganó el respeto por el otro.

Para ver qué tal son ustedes, los que leen esto, les propongo una especie de cuestionario para que cuenten cómo llevan la vida de su discoteca, por qué siguen comprando discos -o por qué no compran más, lo cual también es toda una postura- entre otras cuestiones.
Pero primero les cuento mi caso, para que de paso vean qué es lo que quiero que me cuenten:

Debo andar cerca de los 300 discos -si bien no es una mala cifra me parece poco-, que vengo comprando desde mis doce años, o sea la mitad de mi vida. Por cuestiones lógicas, en aquella época no compraba mucho, cuando empezás a tener más guita propia te largás más. Me gustaría tener 1000 discos por lo menos, es otro numerito. Ya llegaré.
Esta idea de charlar sobre los discos surgió luego de que un amigo de mi cuñado me preguntara el otro día, después de ver mis discos, cuál era el que más había escuchado de todos, cuál era el más raro y/o preciado y cosas así. Cuento entonces: el disco que creo que más escuché es Singles Collection, el triple de los Stones con los singles de comienzos de su carrera hasta el ’70 más o menos; creo que no tengo discos decididamente raros aunque tenga algunos importados. Revisando, quizá el más raro sea Being there de Wilco pero no por ser en sí un disco extraño, sino por sus condiciones técnicas: me lo compró mi novia con la caja rota y un 305 escrito en fibrón negro que luego intentó ser borrado sin suerte por -imagino- su dueño anterior. No entiendo a quién se le ocurrió escribir un número sobre la tapa de un disco, pero lo hizo. En cuanto a lo otro, Marquee moon de Television y Bryter layter de Nick Drake son algo así como mis discos mimados, pero esa es una pregunta más difícil de responder porque casi todos tienen algo.

Los CDs ya no me entran en el espacio que tengo. Como tengo un equipo de audio en el comedor de casa y otro en la pieza, siempre dejo en el comedor (más o menos) diez álbumes que quiera escuchar. En mi cuarto los tengo divididos en distintas bateas: una de grupos nacionales -en realidad en español, porque Raro de El Cuarteto de Nos, por ejemplo, está ahí-, otra de solistas y otras dos con el mismo rótulo pero internacionales, aunque ahí se me mezclan más por cuestiones de espacios (hay que encastrar todo como se pueda). El orden es el siguiente: de arriba para abajo, comienzo con los artistas de los que más discos tengo hasta llegar a los que menos, y los discos de cada grupo/solista están ordenados por su salida, estando arriba de todo el más nuevo. Cuando tengo la misma cantidad de discos de dos bandas, elijo arbitrariamente cuál va arriba, excepto que haya algún disco doble o triple: ahí gana la banda que tenga más producción.

Uno de los problemas (?) que surge al momento de ordenar se da cuando aparece algún disco en colaboración. ¿Dónde lo ponés? Yo resuelvo por gusto o cantidad. Para que entiendan doy un ejemplo: La la la, de la dupla Paez-Spinetta, está metido entre mis discos del Flaco y no en los de Fito, sencillamente porque tengo más discos de Luis y porque -esto correría si tuviera la misma cantidad de discos de ambos- me gusta más.
Otro problema, al menos para mi discoteca en la que predomina el rock, sucede con los discos instrumentales. Pero es un inconveniente de simple resolución, lo arreglo fácil: nada de ponerlos juntos, las categorías siguen siendo las mismas cuatro que antes aunque no cante nadie. En síntesis, no ordeno ni por género ni alfabéticamente. Cuanto tenga miles de discos veré.

Vamos a los box-sets: poseo algunos, aunque me gustaría tener muchos más y la suerte de que me caigan todos los discos gratis al programa de radio que no tengo (!). El más groso en cantidad de discos es el más nuevito, Una celebración del rock argentino, que consta de nueve CDs y un librillo de varias páginas, seguido de lejos por El salmón de Calamaro, de 5 dedos, como decía su autor, y De Ushuaia a La Quiaca, de 4 discos (la edición 20º aniversario).
El artista del que más discos tengo si sumo todos sus proyectos es Luis Alberto Spinetta: entre los 11 solistas, el dúo con Fito, los 3 de Pescado e Invisible,
los dos primeros de Almendra y uno de Jade, llego a 21 compactos del Flaco. El que le sigue, de lejos, es Bob Dylan con 13.

El primer disco que compré fue La paciencia de la araña de Caballeros de la Quema y todavía lo tengo por ahí, el último -fue regalo pero lo elegí yo, así que lo cuento como compra-, Black and blue de los Stones, era una deuda pendiente. El LP que más barato me salió y que compré sólo por eso, fue Vision valley de The Vines: cuando lo escuché entendí por qué salía 7 pesos, fue esa primera escucha y un nunca más, ahora está al fondo de la pila... quizá algún día le dé otra chance. El más caro fue el box-set de Celebración producido por Nebbia, que igual lo garpé a un precio mucho más bajo de lo que sale en Musimundo y con DVD y libro incluidos. En realidad me salió súper barato, digamos.
Nunca compré un disco por su tapa.

Por supuesto, así como uno tiene maneras bastante peculiares de manejarse con sus discos, también las tiene con los mp3. Les cuento un par de manías: a cada copia le hago una carátula que indica los álbumes que tiene el disquito y su respectivo año de edición. A veces trato de que la selección de discos -si no es la discografía de un grupo en particular- tenga cierta coherencia, aunque otras hay que aprovechar megabytes y quedan metidos en un CD el último disco de Liliana Herrero con el primero de Kyuss. Al fin y al cabo es música que me gusta y si está todo escrito la encontraré.
En caso de que el mp3 contenga la discografía de un grupo prolífico que sacó más de un disco en alguna época de mágica inspiración por parte de sus autores –siempre pasa con grupos de los ’60 y ’70, está claro, no con los de ahora; el mercado ha cambiado, además-, se indica el orden con un número entre paréntesis al lado del año de edición del disco. Por ejemplo, si tuviéramos la discografía de los Beatles, sería: 1963 (1) – Please please me, 1963 (2) – With The Beatles y así sucesivamente. Siempre se pone el año primero.

Para el final les dejo un pequeño detalle sobre el tema: si alguien me saca un disco de su lugar correspondiente, lo escucha y vuelve a dejarlo donde estaba, de igual manera me doy cuenta de que lo sacaron. Varias veces lo consulté y no hacen más que darme la razón: habían sacado equis disco para escucharlo. Lo que no me dan es la receta para curarme...
Y bueh, todo no se puede.


(Espero que después de leer, por favor no se asusten y sigan entrando a charlar de música. Y abro el juego para que cuenten ustedes sus locuras y ordenamientos de discos, a ver si de paso me dan nuevas ideas para aplicar con mi colección).


martes, 6 de julio de 2010

Nuevas estrellas para mi cancionero

La tapa es una desgracia, sí.
¿Pero cómo puede ser que recién ahora esté descubriendo este disco?

Hace unos meses, le comenté a mi novia que siempre había escuchado hablar de Big Star pero nunca había buscado sus canciones, y ella me dijo que los había escuchado y le gustaban (no recuerdo si el diálogo se dio cuando murió Alex Chilton o antes). Entonces, me bajé los dos primeros discos del grupo y los cargué en mi reproductor mp3... pero el destino se ensañó con el aparato y lo mató -estaba bastante destruido, digamos, y nunca hay que confiar tanto en la tecnología- antes de llegar a #1 Record.
El tiempo pasó y el sábado, engripado y malhumorado por varias cosas, hurgando en la PC de mi casa encontré la carpetita que decía "Big Star" y contenía esos dos primeros álbumes: #1 Record y Radio city. Era la chance y les di play nomás, no había mucho por hacer... Y sí, comprendí las razones de tanto nombramiento, debí haber escuchado estás canciones antes. Pero nunca es tarde: la epifanía de escuchar algo por primera vez y que te haga preguntarte por qué no llegaste con antelación a ése lugar, es de lo más reconfortante en esto de escuchar música y de vez en cuando sucede. Y como nadie lo ha escuchado todo, por suerte, siempre va a volver a suceder.

Es increíble, pero toda buena banda cancionera tiene un aura beatle. Y toda banda rockanrollera tiene el toque stone. Y Big Star tiene un poco de las dos. Según dicen, esta gente reivindicó y reafirmó los caminos de lo que se da en llamar power pop: canciones de altas dósis melódicas pero con una enjundia mayor a la habitual en el pop tradicional, riffs de guitarra más fuertes de lo permitido (?) y buenos arreglos vocales. Ahora me vengo a enterar que The kids are alright es power pop.

No recordaba que In the street era de Big Star (algo que ya había leído) y cuando escuché The ballad of El Goodo, me dije "ah, son estos". ¿En qué banda sonora estará? Es de esas canciones que sentís que conocés desde siempre y ya escuchaste en otro lado. Watch the sunrise es muy bella y folk también, y además me hace pensar que para recibirse de cancionero intrépido hay que mostrar alguna vez ese costado folkie. Y qué buenos coros enmarcan a las melodías de estos tipos.

De todas maneras, la canción que te termina de hacer caer de traste es Thirteen, por lo que he visto y leído, un himno de culto indie: "Rock 'n roll is here to stay, come inside where it's okay... and I'll shake you".

Llego tarde, pero qué lástima que se murió este tipo, ¿no?