miércoles, 30 de septiembre de 2009

El testimonio de los primeros días

Aunque sean poco conocidos, pero de fácil acceso si tenés internet y curiosidad, los testimonios musicales de aquellos primeros días de Luca en Argentina vieron la luz a mediados de los '90, publicados por Silly Records, el sello de Las Pelotas. En 1996 salió a la calle Time fate love, el primero de los volúmenes, y al año siguiente fue el momento de Perdedores hermosos.
¿Qué decir de estos dos discos? Primero, que por la obvia razón de ser compilaciones de temas inéditos que fueron grabados en condiciones pobres, el sonido no es súper y -especialmente a Perdedores hermosos- hay que darles un tiempo de adaptación. Cuando la oreja se acomoda, ambos son discos matadores.
Time fate love muestra una faceta musical de Luca casi ignorada por el gran público: las canciones folk intimistas, todas ellas notables historias de -su- vida que ayudan a comprender una personalidad única (Like London es una canción terrible, háganse el favor de escucharla). Buena parte de los temas aquí presentes vienen en plan guitarra + voz y no mucho más, y participan en varias canciones Germán Daffunchio y Alejandro Sokol, además del Sumo perdido, Ricardo Curte. Hay canciones urgentes como Strange things, otoñales como Brighton past, nostálgicas como Lament y tristes como Time fate love. Todas ellas nos recuerdan -al menos a mí- la influencia notoria que tuvieron en Luca personajes como John Martyn, Bob Dylan, Nick Drake y Leonard Cohen.
En la otra punta están los temas que guardan una conexión más cercana con Sumo, y que tienen una dosis tribal y minimalista similar o incluso mayor a la que logró la banda luego. En ese grupo entran Mount Etna Erupts y End of August, por ejemplo, aunque la mejor muestra sea La pequeña muerte.
Lo que destaca en Time fate love respecto de Perdedores hermosos son las versiones de temas que luego fueron -clásicos- de Sumo. Tal es el caso de Virna Lisi (TV caliente), muchísimo más desnuda y despojada respecto de la que escuchamos en Llegando los monos; Regtest -con un par de cambios en la letra y Luca en acústica- y la versión definitiva de Divided by joy, así en inglés, ejecutadas estas últimas dos por aquella histórica formación de cuarteto con Stephanie Nuttal en batería y Sokol en bajo.
Como dato para nada menor, vale destacar que todas las grabaciones que integran TFL pertenecen a 1981, es decir, a aquellos días de vida bucólica en Córdoba. En Like London se escucha perfecto el ambiente, y eso le da un toque de hermosura aun mayor a un disco de por sí emocionante.

Perdedores hermosos, aunque en todos lados sea señalado como una continuación de Time..., tiene sus diferencias marcadas. Detalle menor o no, las grabaciones comprenden un período de tiempo más largo, desde aquel '81 hasta 1983, por lo que además de Córdoba hay grabaciones de acá nomás, o sea, Hurlingham. También aparecen nuevos componentes de lo que ya era Sumo: Diego Arnedo y Roberto Pettinato aportan lo suyo en algunos temas, en especial el bajista, que figura en la mitad de los temas encargándose del contrabajo.
En este segundo volumen, mucho más denso que el primero, se encuentran también aquellas gemas folkies que había en TFL, como Luces rojas y Nick's song. Y nuevamente aparece esa veta en los covers de Soul love de Bowie y Solid air de Martyn, en tanto que dos de las piezas claves del disco se ven favorecidas por la inclusión de un saxo: el cover de Billy, de Lou Reed -qué belleza- y Perdedores hermosos, la apertura del disco, con una letra tristísima inspirada en una obra de Leonard Cohen que lleva el mismo nombre. (De alguna manera, Time fate love se ve más espontáneo que Perdedores hermosos, pero como creo que analizar y comparar discos póstumos es una locura, mejor sigo... analizando PH).
Los temas aquí son bastante largos, las letras son poéticas y descriptivas, e Inglaterra tiene de vuelta su lugar con Lloviendo en Londres, una canción re-Sumo que podría haber estado en su primer disco tranquilamente. Los recuerdos de tiempos pasados para Luca también están en Red lights (imaginarán a qué luces rojas se refiere) y en la fundamental Huyendo (Running away), donde vomita toda su historia de fugas y nombra a Argentina como el lugar donde resucitó en 1981, donde mató a todos los loros y donde robó todo el sol. Comparando lo que dice de estas tierras respecto de otras, podríamos decir que tan mal no le fue...
Para cerrar, caigo en un pequeño detalle que resume un poco los discos. Miren las tapas. Chequeen las fotos. Ahí están los dos Lucas que conocimos, el cordobés y el de Baires. Aquellos años de regalo de los que hablaba la madre de Luca, también han sido un regalo para nosotros: artistas auténticos no se encuentran todos los días.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Prodan antes de ser Luca

La historia de Luca Prodan es tan fascinante como increíble: un tipo que escapó del primer mundo y de sus vicios, de la seguridad económica de su familia y los lujos que todo ello traía, para terminar siendo una hosca estrella de rock en este país. ¿Por qué la madre de Luca asegura que sus años en Argentina fueron un regalo? Aquí veremos algunas razones.

La famiglia Prodan
Para desentramar una vida tan de película como la del protagonista de esta nota, es necesario contar un poco la historia familiar. Los Prodan eran una familia trotamundos, errante, producto de la unión de un austriaco de ascendencia italiana y una china de ascendencia escocesa. Partiendo de allí, con esa breve descripción, alcanzaría para definir por qué el Prodan que más conocemos fue así: trotamundos, errante... Pero esta historia tiene su desarrollo.
Mario Prodan, el padre de Luca, estudió en el colegio Gordonstoun de Escocia y al recibirse, viajó hacia China. Allí conoció a Cecilia Pollock, hija de un acaudalado funcionario de transportes. Para hacerla corta: Mario se convirtió en un empresario de éxito en el país más poblado del mundo, se casó con Cecilia en 1918 y tuvieron cuatro hijos. Las primeras dos, niñas claro, nacieron en Pekín: Michela y Claudia.
El abuelo de Luca era el jefe de la empresa de tranvías en Shanghai, por lo que la familia tenía una posición más que acomodada. Pero en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, los Prodan fueron víctimas del secuestro por parte del Ejército Imperial Japonés, que invadió el norte de China y encerró en campos de concentración a los ciudadanos de origen europeo. Corría 1943, y estuvieron allí 18 meses, junto a otras 4 mil personas de diferentes nacionalidades. Pasada la guerra, la familia se estableció en Roma, sin un centavo y con un destino más que incierto: Mario debía buscar un nuevo negocio para mantener a su mujer y sus niñas. Era un tipo muy vivo para los negocios, muy hábil para cualquier labor, y además un especialista de nivel internacional en arte chino. Al tiempo de llegados a Roma, un tal Federico Fellini lo fue a buscar para que produjera La Strada y, aunque finalmente no lo hizo, Mario no tardó mucho en volverse rico nuevamente.
Ya estaban establecidos en Roma cuando Luca George Prodan nació el 17 de mayo de 1953. Allí también nació el otro hijo varón, Andrea. Cecilia, ya anciana, cuenta en Luca, la película (2007) que su hijito, de cuna rica, avisó que iba a nacer, ¡en medio de una gala de ballet! Para que se comprenda el status de la familia: Cecilia rompió bolsa sentada en un palco del Teatro dell’Opera. Este acontecimiento, en definitiva pequeño y anecdótico, sería un guiño del futuro: la vida de ese niño estaría llena de sucesos extraordinarios. “Eligió un lugar apropiado”, acota simpáticamente la madre de Luca en el film de Rodrigo Espina.


Gordonstoun, momento clave
Según Wikipedia, Gordonstoun es una institución famosa “por haber educado a tres generaciones de realeza británica”. Allí fue al colegio secundario, pupilo, el líder de Sumo. De hecho, entre las personalidades asistentes a la escuela que cita la más grande enciclopedia virtual, aparece “Luca Prodan, Italian-Scottish musician, leader of the argentinian band Sumo.
Allí, en la soledad escocesa, Luca se hizo hombre: a los 11 años lo mandaron, solo, a recibir una educación ejemplar. Maltratado por su condición de extranjero, enseguida encontró compañía en un argentinito de apellido inglés que sufría las mismas cargadas que él: Martin MacKern, que directo desde Hurlingham había terminado en aquel colegio de la campiña escocesa. Martin era el hermano mayor de quien se transformaría un par de años más tarde en el compinche de Luca: Timmy MacKern llegó a Gordonstoun en el otoño de 1968, cuatro años más tarde que Luca, y su hermano le presentó a un italiano al que, según cuenta Carlos Polimeni en Luca, un ciego guiando a los ciegos, “sus padres habían metido a la fuerza en el establecimiento, soñando para él una vida de heredero”. Luca decía que su madre “era muy snob” y pensó que era lo mejor para él.
Una de las cualidades de la Gordonstoun College, era que cumplía una función como “orientadora de vocaciones”. Andrea Prodan se lo contó a la revista El Abasto en 2006: “Por ejemplo, si en la clase sos el payaso te ponen en la obra de teatro que se prepara para fin de semestre. Otro puede tener buena voz y te mandan al coro. Ellos te arman una especie de ‘carrera’ donde permiten que las personas puedan desarrollar sus cualidades”. Luca, por supuesto, fue orientado más que nada hacia sus dotes musicales. Es gracioso, pero quien le enseñó a Luca a tocar la guitarra fue el jefe de los boy scout. Timmy aseguró alguna vez que las primeras canciones que supo Prodan en guitarra, fueron “canciones de jóvenes exploradores”. En la preparatoria, Luca había sido líder del coro; en Gordonstoun estudió trompeta, y se cruzó nada menos que con el príncipe Carlos, que formaba parte de la misma sección de metales de la banda escolar. El mito cuenta que alguna vez se agarraron a trompadas.
Prodan era un alumno destacado por su inteligencia. Como ejemplo de eso, vale contar que su primera tesis fue elegida para representar al colegio en un concurso. Además de dar sus primeros pasos con la guitarra y la trompeta, se daba maña con cualquier instrumento musical, y eso le daba gusto. Aun así, su espíritu libertario nunca soportó la opresión de aquel colegio, que orientaba tu vocación, pero a la vez te obligaba a ciertas actividades que Luca detestaba y que eran contradictorias respecto de esa supuesta libertad educacional. Luca odiaba la misa diaria y las actividades físicas obligatorias. Dicen que batió el récord de latigazos propinados por los maestros: no les prestaba atención.
Por supuesto, también le afectaba el ver poco a su familia, que lo visitaba de cuando en cuando; y sentía abandono de parte de sus padres, es especial de Mario, con quien siempre llevó una difícil relación. “Él amaba a su padre, pero lo cuestionaba. Y no se podía cuestionar a mi marido”, dice la madre de Luca en Luca, la película. El hermano de Luca, Andrea le escribió una carta a Carlos Polimeni después de leer su biografía sobre Prodan, y de allí me parece interesante resaltar este párrafo: “No es verdad que nuestra familia no era unida. Que cosa extraña la familia Prodan. Nuestro padre era un campeón de todo cuando era joven. Natación, polo, equitación, etc. Hay un refrán que dice que cada hijo debe superar el status del padre. Bueh, nuestro papá amaba una familia unida. Pero con una condición, y eso es total respeto, casi feudal, hacia él. Y eso, Luca no lo podía respetar. He allí el punto de constante ruptura entre ambos. Por esto Luca se hizo portador de naturaleza y justicia -primero en nuestra familia, después en general. Sí, cuando Luca amaba mucho algo, era casi siempre porque esta cosa tenía algo de orgánico”.
Eso sí: el estudiante Prodan pasaba los veranos en Roma con su familia, en libertad. Digamos que veía a su familia 3 meses por año, y poco más. El resto del año se sentía preso, y quizá eso explique al tipo que se volvió un callejero en Buenos Aires, según cuentan, un caminador incansable que salía a la calle a buscar historias, acción.


La fuga
Corría el ’71 y ya le quedaba poco en el colegio escocés, ese mismo año se graduaba. Pero Luca, siempre tan particular, después de años de sufrimiento -de él y de las estructuradas autoridades del colegio, a quienes volvió locos- y cuando, uno piensa, podría haber aguantado, no pudo más: se escapó del colegio, huyó sin avisar. El revuelo fue tal que, cuando se enteraron sus padres, la mismísima INTERPOL comenzó la búsqueda del fugitivo por toda Europa. Su madre proveyó para la búsqueda una foto de Luca cuando niño, ¡chupando una lombriz!
Su primera y breve parada fue Londres, y aunque nadie sabía muy bien cómo había hecho para conseguir dinero, luego se enteraron: Luca vendió una carabina que amaba y tenía en el colegio. Se lo contó a Nora Fisch en una nota para el Expreso Imaginario, en diciembre de 1985: “Fui el único caso de un tipo que se escapó en el último año. (...) Me escapé cuando me di cuenta de que me estaban preparando para ser un pequeño sirviente de la sociedad. (...) Dejé una pista falsa como si me hubiera ido a Noruega en un pesquero, pero en realidad volví a Roma. Mis padres tenían detectives buscándome en Noruega y yo estaba a tres cuadras de su casa”. Allí, a tres cuadras de su casa, sobrevivió como pudo: hasta trabajó en el mercado del abasto, vaya paradoja si uno sabe su historia argentina, y su aporteñización en el barrio al que le terminó dedicando una notable canción.
Por supuesto, no pasó mucho tiempo hasta que lo descubrieron: Cecilia vio en una esquina a Luca y un amigo suyo charlando con la policía, por una contravención que habían cometido con una moto. Cecilia, que venía manejando, se distrajo para confirmar que se tratara de su hijo y chocó contra un árbol. Pero sí, era Luca nomás. Lo habían encontrado, y lo mandaron a terminar el colegio en Roma. Volvió locos a todos. Además, tenía que hacer el servicio militar y no se presentó.
Por si faltase algo, cayó preso por tenencia de marihuana y luego por desertor del ejército, por lo que varios meses del ’72 los pasó tras las rejas. En el medio, se fue de vacaciones a Londres con su amigo Timmy, en lo que fueron dos meses de experimentación con todo: al fin estaban en libertad.


Inglaterra, ése lugar fundamental
Después de esos meses de encierro italiano, Luca decidió irse a Inglaterra, “el único país en donde conocía el idioma”. Allí se reencontró con Timmy, que fue a Londres a estudiar fotografía. Hicieron de todo, incluso visitaron Marruecos en 1974. Vivir con un tipo tan certero en sus opiniones como Luca, le resultó varias veces difícil a MacKern: “Después de un tiempo de vivir con él, yo había perdido todos los amigos que tenía o podía tener. Para Luca, todos eran imbéciles, tontos o aburridos... ¡y se había armado cada quilombo...!”. Además, Luca se puso de novio, se enamoró profundamente de una chica llamada Linda, y vivieron un tiempo los tres juntos. Entre las tantas cosas que hicieron, en una ciudad convulsionada y a punto de explotar, trabajaron ¡de serenos! Sí, el cantante y el manager de Sumo fueron serenos en fábricas y oficinas londinenses... qué peligro.
Pero el peligro serio llegó para Luca tras la partida de Timmy, que dejó Londres a fines de 1975 y volvió a Argentina por la muerte de su padre. Mientras comenzaba algunos breves proyectos musicales -Luca siempre hizo música, incluso en sus breves estadías romanas acostumbró tocar la guitarra en las plazas de la ciudad- como New Clear Heads, Prodan se metió de lleno con una droga realmente pesada: la heroína.
En 1976, su hermano Andrea se instaló en Londres -vivía con su padre Mario; Luca tenía su propio departamento, comprado por el padre- por lo que compartieron bastante tiempo y aventuras, entre ese ’76 y el ’79. Entre otras aventuras, los hermanos Prodan vieron el nacimiento del punk. Luca comenzó a trabajar en el sello discográfico Virgin, que por esos días editaba, por ejemplo, a los mismísimos Rolling Stones: había encontrado un trabajo que le gustaba y en el que ocupó diversos puestos, entre ellos, otra vez, el de sereno.
Luca no se consideró nunca a sí mismo un activista de aquella movida punk, pero de a poco se fue fascinando con ella. En Londres comenzó a componer canciones con más frecuencia, y se grababa en una portaestudio chiquita que se había comprado: por ejemplo Teléfonos / White trash, un clásico de Sumo, fue compuesto en el año 1975, en un día frío en la capital inglesa. Sus años allí los comenzó viendo a Pink Floyd, Genesis, Peter Hammill, David Bowie y los Stones, pero los continuó con Sex Pistols, The Clash y Talking Heads, por citar algunos grupos de una lista de bandas interminable. También se fascinó con el reggae, esa contagiosa música jamaiquina que comenzaba a tener lugar en los clubes gracias a un morenito de nombre Bob, principalmente. En una entrevista que le concedió ya en Argentina a su luego compañero de banda Roberto Pettinato para la revista Le Cirque, Luca contaba que “muchos chicos lo hacían para levantar más chicas, otros para divertirse un rato. Había muchos violentos, había muchos hippies con el pelo cortado. Yo era uno de ellos. Yo no me corté el pelo: yo me vestía tipo ‘teddy boy’, que son los rockeros. Yo me vestía medio como ellos y medio punk. Era el verano del ’77, siempre en King’s Road que es una de las calles más transitadas, el sábado a la mañana”.
No pasó mucho tiempo para que visitara otra vez un calabozo. Luca cayó en la tentación del melómano, y no pudo con su rebeldía: se robó cientos de singles y elepés del archivo discográfico de Virgin, por lo que conoció también la prisión inglesa. Pero su verdadera prisión era una sola: aquella droga pesada que en ese 1977 se cargó a su hermana Claudia y su novio, que pactaron su suicidio con una sobredosis de heroína. Eso, sumado a sus desencantos amorosos, con relaciones que nunca terminaban de funcionar, lo sumieron en una depresión que fue de la mano con la caída del punk. Y llegó la sobredosis, en el ’79. Cecilia voló urgente hacia Londres, con la desesperada certeza de que se iba otro hijo, de la misma forma. Luca tuvo un coma hepático durante una semana, producto de la ingestión de drogas pesadas que le habían destrozado el hígado. Él mismo, luego de una recuperación milagrosa que sorprendió a todos los médicos del hospital público en que se encontraba internado, decidió volver a Italia. (Se lo contó también a Nora Fisch en aquella nota del Expreso: “Cuando salí dije ¡basta! Me tengo que ir, pensé. Yo era desertor del servicio militar, pero volví a Italia y dije: ‘Pónganme preso, soy drogadicto, hepatítico, hecho mierda’. Estuve en la cárcel dos meses, después en el hospital, y ahí me sacaron...").

La foto
En esos 4 años y pico de distanciamiento, la vida de Timmy MacKern viró hacia situaciones mucho más luminosas que las de Luca en Londres. Timmy se casó y tuvo dos hijas en ese período, y se instaló en Sierra Grande, Córdoba. Casualidades de la vida, dicen, su madre Cynthia había andado por Londres en aquel convulsionado 1979. Timmy, por supuesto, le había dado la dirección de Luca para que lo visitase, y aprovechó la ocasión para enviarle al italiano una foto de su familia posando en Córdoba. Se dio el encuentro entre Cynthia y el pelilargo Luca -y su novia de aquel entonces-, y la madre de Timmy le dejó como obsequio de su amigo aquella simple e inocente foto familiar: Timmy con su mujer y una hija en los brazos de cada uno, más la perra acompañando. Para cualquier persona, aquella imagen hubiera sido poco más que una bonita postal, pero para Luca fue una señal de paz y vida. En la letra de Warm mist, una canción desgarradora y emocionante que le dedicó a su hermana y que aparecería más adelante en Corpiños en la madrugada, el italiano cantaba que “no quería seguir ese camino”, y le pedía al Señor que no lo deje morir “rodeado por este gris”. El mensaje era claro: Prodan no quería partir, no era su momento.
E iba a tener su última chance: su jugada más celebre, al fin.
En un intercambio de cartas que se dio a los meses con Timmy, Luca le dijo, certero como siempre, que estaba mal pero que “quería vivir”. Apuró trámites y organizó todo lo debido para su siguiente fuga: sacó pasaje Londres-Buenos Aires pero dejó sus cosas a medias en Londres, por si no prosperaba su proyecto de limpieza en aquel ignoto país, en el que no podía conseguir heroína. Y llegó a la Argentina nomás. Instantáneamente se instaló en Córdoba, el lugar de la foto, y los primeros días los durmió, apenas si caminó unos metros por la residencia MacKern. No tenía fuerzas para mucho más. Cuando pudo moverse un poco y comenzó a recuperar energías, agarró una guitarra para niños que había en la casa y comenzó a tocar y a escribir. Ya había compuesto varias canciones y en la Argentina compondría varias más. La primera que escribió en Córdoba fue Winter en las sierras, que vio la luz en el documental biográfico de Espina. En la provincia del cuarteto, conoció al cuñado de MacKern, marino mercante él. El hermano de Inés Daffunchio, la mujer de Timmy, se llamaba Germán y apenas si sabía tocar guitarra criolla. Pegaron onda y comenzaron a juntarse, ahí en Traslasierra, a tocar por tocar. Al tiempo se les sumó Alejandro Sokol, un amigo de Germán que no sabía tocar, pero le pasaron un bajo y dijo “bueno”. Esa sería, al fin y al cabo, la génesis de Sumo: el italiano, que había vivido encerrado en su niñez y adolescencia entre colegios y cárceles, volvería a Inglaterra a buscar instrumentos (y a una amiga baterista de quien hablaba maravillas). Luego se afincaron en Hurlingham, y allí se terminó de perfilar la historia de un grupo que marcó al rock argentino como pocos lo hicieron. El pelilargo se volvió pelado, el heroinómano se limpió por un tiempo, -para luego caer en las trampas del alcohol-, el italiano se volvió porteño y ese desconocido que hablaba en un cocoliche medio difícil de comprender, mutó en poeta de Buenos Aires. Creí interesante contar un pasado no tan conocido para comprender mejor a este fenómeno argentino llamado Luca. Como decía él, sin ese.

(Para la próxima, el testimonio discográfico).

sábado, 5 de septiembre de 2009

Gente graciosa (para tomar en serio)

El título de este post refiere a dos sujetos muy peculiares, de esos músicos que uno ve sin la guitarra colgada y no entiende cómo son ellos los que luego suben a un escenario. No dan la imagen.

Black y Wolf.

Por caso, Black, Frank Black, podría ser el gordito de acá a la vuelta, pero no el cerebro de una música tan bonita y naif unas veces y tan perturbadora y deforme otras. Pero sí, lo es. Lo mismo que Wolf, Alberto Wolf, un yorugua del que no tenía registro pero que al verlo, lo imaginé en la esquina de Gaspar Campos e Irigoin vendiendo el diario. Y no es canillita ni ahí, ni podría serlo. Con esa voz tan extraña que tiene no le compra un diario nadie.
Ellos dos, tan diferentes en sus deformidades, hicieron recientemente los CDs que más vengo degustando.

Veamos: el tío Lucas del rock (?) se mandó un disquito con su mujer, Violet Clark. Así, en dúo y bajo el nombre Grand Duchy -¿cómo catzo se pronuncia?-, nos presentan nueve canciones sencillitas, muchas con alma pixie (y sí, Violet vendría a ser Kim Deal). Al principio te suena simpático y no mucho más, pero después de varias escuchas, además de darte cuenta de que se divirtieron mucho, caés en que casi todos son temazos y que el gordo ofrece dos o tres hits que garpan mucho. Además, siempre hay alguna guitarra punzante de la que envidiar el sonido distorsionado, esos bajos bien al frente que nos gustan y los alaridos fuertes del pelado. Fort Wayne podría ser de los Shins y eso es un gran elogio. Black suit suena muy oscura y ochentosa: la parte vocal de Frank es tenebrosa y la de su mujer, porno. Encima, a eso le sigue The long song, candidata a ser una de las mejores no-canciones del año (aunque al principio parezca hecha en 1982). Me fascina ese sonido de violas, repito.
Eso. Escúchenlo.



Ahora vamos a Wolf. Parece que hace rato la viene remando, pero yo recién lo engancho ahora. El tipo es el líder de Los Terapeutas, quienes también hacen una musiquita simpática -y sí, son uruguayos- y ecléctica. Por momentos parece que se están divirtiendo mucho, como Black y Clark. En otros pasajes agonizan, también como Black y Clark. Su última producción tiene un nombre sencillo, De, donde cada canción habla de algo; y aunque uno suponga que siempre es así al señor terapeuta Wolf le gusta recalcárnoslo. Cuando le di play juro que pensé "esto es poco serio, parece Gasalla el que canta", pero ahora el disco me gusta y no sé muy bien en que género enmarcarlo: por lo general son canciones de personajes simpáticos y medio patéticos (¿casualidad?). Las letras pueden pasar de dejar frases como "fanáticos me asustan" a citar ¡el video de Wanda Nara! Siento que no estoy diciendo nada muy importante, por lo que mejor les dejo recomendado escuchar De tan libre, De ellos dos y las bajonerísimas De Biarritz y De Klaus, donde el caradura de Albertito aulla "nunca ha sido tan feliz en mi vida" en la peor de las depresiones musicales que uno pueda soportar. Suenan a perdedores que en cualquier momento empiezan a ganar... Fue elegido disco del año (2008) en el país vecino. Prueben que no cuesta nada.