martes, 21 de julio de 2015

El Mató a un Policía Motorizado: un largo camino al cielo


Santiago Barrionuevo habla sobre el constante ascenso de El Mató a un Policía Motorizado. Giras y reconocimiento internacional para una banda que une generaciones.

EL MATÓ: DIEZ AÑOS DISCOGRÁFICOS
Viernes 4 de julio de 2014, Colegiales, Buenos Aires. El Teatro Vorterix alberga a miles de jóvenes enfervorizados que poguean y cantan las canciones de un quinteto de ya no tan pibes de La Plata: desde arriba -el lugar tiene un entrepiso- se ve cómo chocan púberes quinceañeros con algunos más grandecitos y llama la atención una chica (o un chico, no llega a distinguirse del todo, tengo testigos…) que está vestida/o con un ambo, como si hubiera escapado de la guardia para ver al quinteto de ya no tan pibes. Desde abajo, el calor se siente mucho más y la potencia de la banda, también. El Mató a un Policía Motorizado, esos cinco flacos simpáticos que están sobre el escenario, hace días regresaron de una exitosa gira europea. La semana anterior retomaron su trabajo en el país con dos shows en Córdoba (ambas fechas en Casa Babylon) pero luego de este show capitalino partirán hacia la tierra donde nació el rock and roll: Estados Unidos.

Volvemos a Vorterix. La gente celebra el comienzo de casi todas las canciones y aunque el mencionado calor del lugar ayude a encenderla, lo que más prende entre los presentes son las canciones de La dinastía Scorpio, el disco que El Mató editó en 2012, último dentro de su colorida y sónica discografía. Podríamos elaborar una teoría que afirme que cuando una banda está en estado de gracia, en su momento, la gente festeja las novedades; cuando no, la gente pide las viejas. El Mató representa el caso uno: aunque también sean festejadas las canciones más antiguas (que las hubo aquí y en Córdoba: “Diamante”, “Guitarra comunista”), las más coreadas son las nuevas.

La charla con Santiago Barrionuevo, el bonachón artista también conocido como Chango Motorizado (voz, bajo -por ahora- y rostro del grupo) arranca en Córdoba. Santiago es el autor de todas las canciones de la banda y el diseñador de las tapas de los discos, además. El factótum, diría con seguridad Charles Bukowski. En los camarines de Casa Babylon, previo al segundo show cordobés del grupo, literalmente debajo del escenario del pub y mientras la banda prueba sonido, el autor explica por qué volvieron a tocar canciones de su primer álbum: “El 29 de julio sale La dinastía… en Estados Unidos. Lo saca el sello Nacional Records, que se dedica a lo latino-alternativo, editó a Los Fabulosos Cadillacs y Manu Chao pero ahora se quiere abrir un poco más a esta movida guitarrera... o como se defina lo que hacemos nosotros (risas). Pero además, se cumplieron 10 años del primer disco y la gente de Limbo Starr, el sello de España, quiso hacer una edición en vinilo. Entonces, para festejar un poco eso, estamos tocando un par de canciones viejas que por suerte fueron celebradas, algo que a veces no sucede tanto”.

-Yendo a esos diez años, se nota que hay muchas bandas que surgieron después de ustedes y tienen una influencia notoria de El Mató. Las mismas del sello LAPTRA, en el norte Tus Monitores, lo que pasa con Bestia Bebé en Buenos Aires. ¿Estás de acuerdo?
-Puede ser... No estoy muy atento a eso pero seguramente hay una afinidad en general, en la música. No sé si es una influencia directa o que tenemos los mismos puntos de partida a la hora de componer y hacer música con esas bandas.

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Santiago se desmarca aunque no deje de ser notable que El Mató a un Policía Motorizado es una de las bandas del underground más escuchadas por sus propios colegas y -aquí está la diferencia sustancial- por un público más que numeroso. Definitivamente, dentro de la escena alternativa, ésa de guitarras fuertes y estribillos noqueadores, El Mató representa a los niños que ilustran la portada de La dinastía Scorpio: los ganadores que alzan sus trofeos, sonrientes y felices. Ninguna otra banda de la generación '00 parece poder competirles en esto de trabajar al rival y luego sentarlo de culo en el piso con un buen estribillo-trompada.

La charla cordobesa prosigue, inevitablemente, en la senda de su último disco, ése que lleva un nombre que el Chango se rehúsa a explicar en cada nota que da (ésta no será la excepción, sepan disculpar…).

-Hubo mucha producción en La dinastía… ¿En el disco que viene repetirán?
-No sé si con un “productor”, pero sí con la metodología de ir a grabar las canciones a un estudio antes, hacer maquetas o demos. Antes eso era directamente el disco, se laburaba en el estudio casero y ya quedaba, no íbamos a otro estudio. Cuando se nos ocurrió ir a ION, que es un estudio grande y caro, supimos que lo mejor para ahorrar tiempo era preparar bien las canciones antes y llegar al estudio con las ideas claras. En La dinastía..., Eduardo Bergallo fue inicialmente el ingeniero de grabación y después nos mezcló. En ese proceso de trabajo, él hacía de productor por momentos, pero por lo general producimos los discos nosotros. Está bueno delegar, dejar que el productor empiece a ser un miembro más de la banda y piense alternativas, pero no encontramos a nadie que nos inspire ganas de hacer eso. Eduardo ahorraba caminos porque la tiene clara en todo lo que refiere a grabación y mezcla, en eso nos ayudo muchísimo y estuvo bárbaro trabajar con él.

-¿Cuál fue su idea principal para el disco?
-La idea de él fue que grabemos todos juntos para captar la esencia del vivo, algo que en los discos anteriores capaz estaba más chiquito. Era simpático eso, éramos como dos bandas, una en estudio y otra en vivo. Después, para la mezcla él ya tiene su estructura de trabajo y se alejó un poco de esa idea de que suene crudo, ahí quizá fue el momento de discutir para dónde apuntar todo. Y quedó algo intermedio que me gusta mucho.

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El bloque cordobés se cierra con un tema candente en los últimos tiempos de El Mató: el Chango sufrió la rotura del tendón de Aquiles jugando al fútbol y eso derivó en una reformulación temporal del grupo, con el tecladista Chatrán Chatrán (Agustín Spassoff) pasando al bajo y Santiago ocupándose sólo de la parte vocal. Tanto en los shows de Casa Babylon como en Vorterix, Barrionuevo retomó su papel de bajista pero, sobre el cierre del set, cedió el instrumento de cuatro cuerdas para ocuparse exclusivamente del mic. De todas maneras, no se convence de abandonar el bajo, aunque resultó cómico verlo bendecir las cabezas de los fieles en Córdoba y Buenos Aires con su micrófono, como si fuera un Papa Francisco del rock.

-¿Le estás escapando al bajo?
-No, se me cortó el tendón de Aquiles y no podía tocar; en realidad no quería tocar sentado, era triste (risas). Igual fue triste cantar sentado, pero era más triste hacer las dos cosas (más risas). Empezó a tocar el bajo Chatri y mi novia Morita hacía los teclados. Me gusta eso de cantar y escucharme bien la voz sin tener que andar pensando en el bajo, es mucho más cómodo. Aunque me da un poco de vergüenza estar ahí solo con el micrófono. En la última gira no toqué el bajo casi nunca y todo ese momento donde me enfoqué en la voz fue un aprendizaje. Ahora que estoy de vuelta al bajo eso quedó, me sirvió para escucharme mejor. Sin bajo, hay una conexión más directa con la gente y motivás más a que el público se encienda.



LA GIRA QUE NUNCA TERMINA
Salimos de Córdoba y retornamos a Colegiales. Cuando el show del Teatro termina, no hay más que cruzar los pasillos-pasadizos que nos conducen a los camarines... Como buenos camarines, están atiborrados de gente. La fervorosa reacción del público, lo que quedó por charlar de las giras que fueron y las que serán y el éxito de la banda dentro de la crítica de rock nos llevan a arrancar por el final. Saludamos al Chango y, enseguida, continuamos desandando La dinastía... y el futuro:

-Pasaron casi dos años desde la salida del disco y la gente ya canta las canciones como si fueran clásicos. ¿Qué te hace pensar todo lo que pasó después de La dinastía Scorpio?
-Fue el disco que más respuesta tuvo. Cuando una banda saca un disco, creer que vas a llegar a una especie de unanimidad es raro que pase. Ahora el disco se editó en México y España, pudimos girar por lugares donde nunca habíamos estado como Perú, volvimos a México y a Estados Unidos; volvimos a Brasil que es un lugar al que fuimos varias veces. De alguna manera es como que vuelve a nacer el disco, en algún lado del mundo está comenzando. Y el domingo [6 de julio] nos vamos de gira a Nueva York, Los Ángeles y después México, va a ser un poco la presentación del disco allá.

-¿Cómo es volver a presentar algo que ya presentaste?
-Está buenísimo porque son canciones que trabajamos mucho. Estuvimos más tiempo que con otros discos, se mezcló con las dos giras que hicimos por España y eso de alguna manera hizo que pateáramos para adelante la grabación. En su momento se acortó el presupuesto, porque lo que teníamos guardado para el disco lo tuvimos que usar en la gira. Y la gira fue todo a pulmón, tuvimos que hacer un gasto groso, que en realidad fue una inversión porque después sirvió para volver. ¡Y cuando volvimos la segunda vez estaba todo pago! (Risas). Cada gira que hacemos es mejor, tenemos la suerte de volver con algo, poder invertir y comprarnos cosas.
Me causa un poco de gracia que cuando leo entrevistas de bandas nunca hablan de estas cosas: tiene poco glamour hablar de que una banda tiene que pelearla. A nosotros nos costó comprar nuestro primer instrumento cuando éramos chicos, no es que veníamos de familia... Tampoco lo digo para quejarme, es lo que nos tocó.

-Pasa que por lo general se da una imagen de banda de rock más glamorosa…
-Sí, y tener una banda de rock es algo caro. Capaz, si armás una banda de folklore es más barato comprar una guitarra criolla que una guitarra eléctrica, pero una banda de rock implica tener guitarras eléctricas, equipos, cables, baterías... Nos sigue costando. Pero todo bien, porque disfrutamos ver cómo con nuestro propio esfuerzo y nuestras propias canciones llegamos a esos lugares, que eran extraños en algún momento y ahora son un poco más comunes. Todas las cosas fueron sucediendo con un poco de suerte, mucho trabajo y el cruzarnos con gente buena onda. Cuando uno tiene buena energía se encuentra con gente que también la tiene y pasan estas cosas.

-¿A qué lugar fue sorpresivo llegar? Ustedes tocaron en Alemania, por ejemplo.
-Eso fue muy raro. Cuando tocamos en Francia o en Alemania, estaba la barrera del idioma que es lo más difícil. El público es una mezcla de curiosos que salen a la noche a ver bandas y muchos latinos que se mezclan: argentinos que están viviendo allá o gente a la que les llegó; en España la verdad que tuvo mucha repercusión la banda y capaz tocás en Francia o en Alemania y van ahí. Me acuerdo de que tocamos en Berlín y vino un chico de Croacia que se presentó y nos contó que buscando en Internet le gustó la banda. Croata-croata, de verdad (risas). Nos dijo “lo más cercano que van a llegar es Berlín, así que me tomé un avión para verlos”. ¡Se tomó un avión para vernos! Eso fue muy loco. Después nos llegan muchos mensajes de gente de Inglaterra, de Holanda; hay un grupo de polacos que hacen un festival y son fanáticos de El Mató, intentaron llevarnos allá varias veces pero nunca pudimos coordinar. Eso es lo más increíble: llegar a un lugar donde el idioma es otro. Lo primero que nos pasó, así, fue en Brasil. La primera noche que tocamos fue en un festival de San Pablo y la gente cantaba todas las canciones.

-¡¿Cantaban todos los temas?!
-Sí. Esto fue la primera vez que fuimos, en 2007, creo (ya fuimos como diez veces). El chabón que organizaba nos dice “bueno, vamos a hacer un festival, va a tocar ésta banda, ésta otra, -todas bandas brasileras- y… van a cerrar ustedes”. Y nosotros “no, pará, es la primera vez que venimos, ¡no nos conoce nadie acá!” (Risas). Y el tipo insistió: “Cierran ustedes”. Llegó el final de la noche, se hizo tarde, y subimos al escenario pensando “acá no va a haber nadie”. Veíamos que la gente estaba dispersa... pero de golpe se llenó, vinieron todos para adelante a vernos. Había argentinos, locura, la gente cantaba todo. ¡Pedían canciones: “¡toquen 'Chica rutera'!”! Todo en una especie de portuñol (risas). Y nos llegan muchos comentarios de gente que va de vacaciones a Brasil, que pregunta si conocen bandas argentinas y les contestan “Fito Páez y Él Mató a un Policía Motorizado” (risas).

-Insólito.
-Ahora que vamos a Estados Unidos, también es raro. Por más que haya mucha comunidad latina, que la gira se vaya a apoyar un poco en eso… Tocamos en un festival que se llama Latin American Music Conference (LAMC), la idea del festival es mostrar lo alternativo, no lo que llega allá (Ricky Martin, Chayanne y todo eso).

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Al rockero argentino promedio la sigla KEXP no le dirá demasiado, y es lógico. Pero la visita de El Mató a un Policía Motorizado a Estados Unidos incluyó una parada histórica para el grupo. KEXP es la radio de rock alternativo más famosa del planeta, con base nada menos que en Seattle, la ciudad de Nirvana y Jimi Hendrix. Por sus estudios pasaron leyendas indie y grupos actuales de lo más destacado: desde Pixies y Stephen Malkmus (Pavement) hasta Spoon, The Hives o Arctic Monkeys. A mediados de julio fue el turno de los platenses: se transmitió un set de cuatro canciones que fueron grabadas por el grupo en Nueva York (“Mujeres bellas y fuertes”, “Chica de oro”, “Yoni B” y “Más o menos bien”, todas de La dinastía…, un buen muestrario del sonido actual del grupo). Nos contaba Santiago horas antes de partir que “justo en esa semana que tocamos allá van a hacer unas jornadas en Nueva York. Como vieron que tocábamos en el LAMC nos invitaron y obvio que les dijimos que sí. Tuvimos un poco de suerte, porque ir a Seattle hubiera sido toda una movida”.

-¿Los pone nerviosos una situación así o disfrutan el momento? Si bien es tocar en un estudio, a la vez sabés que estás en una radio con mucha llegada...
-Sí, igual creo que se graba y se pasa después, no es en vivo-vivo. Hemos tocado en vivo en radios y más allá de la carga emotiva que tiene, para nosotros en el momento que estamos tocando es lo mismo estar ahí que estar en un estadio. En mi caso, cuando más gente hay, más relajado me siento porque todo se pierde más. Y cuando hay diez personas, los miro a los ojos y pienso “ése de ahí me está mirando” (risas) y me pongo más nervioso.



EL MAINSTREAM, LOS MEDIOS Y NOSOTROS
El Mató se perfila como uno de los pocos grupos que puede establecer un crossover social significativo, es decir: que los escuchen los que escuchaban rock chabón a comienzos de la década pasada y que los sigan escuchando los “alternativos”. Su música parece ideal para los amantes del indie más crudo, pero sus melodías circulares, además, abren el juego radial. A pesar de ser una banda celebrada por el grueso de la crítica, resulta difícil verlos en la tapa de una revista (es recordada su aparición en la portada de Inrockuptibles allá por 2008, cuando cerraron su trilogía de EPs con el soberbio Día de los muertos). El propio Santiago comprende, sin embargo, que la dinámica de los grandes medios de rock en Argentina se reduce a otros… intereses.

-Son una banda muy alabada por la crítica, ¿cómo se llevan con eso?
-Acá hay mucha cultura, entonces te prestan atención cuando la banda ya se hizo popular o masiva. Por ejemplo, la última vez que hice una nota con Rolling Stone era tipo “nota a La Beriso que tocó en el Luna Park, nota a equis que también llegó al Luna...”, como si lo masivo generara una legitimación de las bandas y a partir de eso, “bueno, ahora sí, sale en la Rolling Stone”.

-A la larga, fortalecen el consenso de bandas que ya lo tienen.
-Exacto. Y se pierde la curiosidad, que es: me gusta una canción y voy a escribir sobre esa canción que me gusta. No importa si van 10 personas o van 10 mil. Y eso me parece normal acá porque es a lo que estoy acostumbrado, pero me llamó la atención cuando empezamos a ir afuera, que aunque no nos fuera a ver nadie (risas) nos hacían notas de los medios más importantes, como El País o Rockdelux, una revista española dedicada al rock alternativo. No éramos muy populares ni conocidos, pero a ellos les pareció que estaba bueno lo que hacíamos, que valía la pena hablar de nosotros. La esencia del periodismo, ¿no? Algo te llama la atención y te inspira a hacer una nota. Y acá no pasa, sobre todo en los medios más grandes. Por suerte hay un montón de medios alternativos que le dedican espacio a bandas que lo merecen. Igual hemos salido en los medios grandes... ¡No me quejo, eh! (Risas). Pero siento la obligación de exigir más espacio, sobre todo por la calidad de un montón de bandas nuevas que están haciendo algo que es muy original, muy fresco y que tienen cosas para contar y renovar un poco la música.

-¿Por ejemplo? Vos siempre mencionás a las bandas de La Plata, ¿ves bandas en todo el país?
-Un montón: ahora que venimos de tocar en Córdoba, somos muy fans de Claravox; a los chicos de Atrás Hay Truenos los conocimos en Neuquén, ahora se mudaron a Buenos Aires. Nos pareció genial que pibes de un lugar tan lejano estuvieran buscando lo mismo que nosotros y nos hicimos muy amigos enseguida, por tener esas coincidencias. Y así con un montón de bandas, en Capital y Buenos Aires hay muchas: Las Ligas Menores [según un tuit de Santiago de hace días, “la mejor banda del mundo”] Bestia Bebé, Los Reyes del Falsete, Viva Elástico... Lo que más me gusta es que tienen mucha personalidad. No se suben a una fórmula que está sonando en la radio, hay una búsqueda natural de hacer música que a ellos les gusta y se ve en su arte. Eso me enamora enseguida, por más que no esté la reivindicación de los medios: no se puede negar que es auténtico lo que hay ahí. Desde chico fui así, las bandas que escuché fue porque me conmovían, no porque estaban de moda o en los medios.

-De hecho, leí por ahí que no te gustan los Redondos.
-Es cierto. Lo que me gusta de los Redondos es que generaron algo desde un camino diferente, eso me parece revolucionario. Porque la gente sabe, y alguien que quiere formar una banda en especial, que hay miles de caminos para optar. Pero que ése está. Lo importante es que se entienda que hay muchos caminos que uno puede tomar cuando tiene un proyecto artístico, mientras sea libre: si quiere firmar con una compañía grande, si busca eso, está bien; si quiere ser independiente, está todo bien. Hay que ver los ejemplos de bandas que hacen cosas diferentes y a partir de esos caminos llegan a lugares inesperados. Alguno pensará“para hacer un estadio hay que firmar con una compañía”, pero los Redondos no lo hicieron, y aún así lograron lo que lograron. Entonces se rompe un estereotipo: eso es lo más importante.

-¿Y cómo ves la escena mainstream del rock argentino, lo que suena en la radio?
-Para mí está perdida. Las pocas veces que escucho la radio -y de casualidad, porque no pongo las radios tipo FM más populares- siento que es como si estuviesen todos producidos por la misma persona. Como si Las Pastillas del Abuelo estuviera producido por el mismo de No Te Va Gustar... Y no está muy bueno. En otras épocas no era tan conservador el sonido. Soda Stereo, Virus, Los Cadillacs, eran bandas mainstream pero cada una tenía su búsqueda, y ahora parece todo igual, con una falta de riesgo y una chatura total, súper estancado y conservador. Y la respuesta de los medios a eso es la nada. Pero bueno, existe Internet, existen medios alternativos y también está la curiosidad de la gente de buscar la salida: eso cambió mucho porque hay muy buena música.

-Y a ustedes, ¿los tentaron alguna vez de una compañía? Sería lógico porque les va bien acá y afuera. Lógico en cuanto a la lógica de las compañías, claro...
-Sí, nos llamaron un par de veces, de una compañía grande. Y la verdad que no nos interesa, estamos bien así, teniendo el control total de todo lo que hacemos, de nuestros tiempos. Hacemos nuestros discos cuando se nos canta el culo... Si no es compartir tu producto con alguien, esas personas van a ser dueñas de tu arte, también. Y van a exigir cosas porque están invirtiendo en vos. Te van a pedir, “bueno, ahora queremos que…”.

-Saques un disco el año que viene.
-Ponele. Nos han contado historias de bandas muy importantes -no de pibitos que podían ser manipulados fácilmente- que no podían tocar temas nuevos en vivo hasta que no saliera el disco. Ellos tenían que salir, ¡y ya había una restricción sobre lo que tenían que hacer! Entendemos que está bueno para muchas bandas tener a una compañía que esté atrás tuyo y te ayude en un montón de cosas. A muchas bandas les fue útil, a Babasonicos...

-Se me ocurre Massacre, también.
-¡Sí, obvio! Una banda de culto, que tenía una mística propia, firmó con Pop Art y supongo que siguen haciendo lo que quieren, no es que cambiaron su actitud. Y se les dio después de muchos años de trabajo en el under. O bandas arriesgadas como Victoria Mil que sin una compañía atrás, capaz era apostar a algo que tenía muchas chances de perder. Pero bueno, que cada uno elija lo que quiera. Nosotros sabemos que lo nuestro es arriesgado, que no nos pasan en la radio ni en la tele, en ningún lado pero... Somos felices.


[Publicado en Rock Salta Nº21, enero-febrero de 2015. Fotos: Agustina Cornejo.
Entrevista en Córdoba por Alejandro Wierna y Eduardo Pece]

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