miércoles, 6 de noviembre de 2013

109 Discos de Rock Argentino: #84 a #61

Y se va la segunda, nomás. Completamos los resultados parciales hasta el puesto 61, para ir acercándonos a la mitad del recorrido. Por suerte, siguen ayudándonos en la escritura muchos amigos que jerarquizan este trabajo (los discos que no tienen firma, como la vez pasada, los reseñé yo).
Sin mucho más que acotar -sí debo agradecerle a Carola Bony por pasarme la portada de un álbum que no conseguía- los dejo con los discos. Del '70 para acá, hay de todas las décadas:


#84
Divididos - Acariciando lo áspero 
(por Matías Córdoba)
Interdisc - 1991

Esta vez con Federico Gil Solá en batería -luego de la salida de Gustavo Collado-, Divididos encaró la grabación de su segundo disco de estudio. Este cambio de baterista sería muy importante (un baterista puede cambiar, y cambia, el sonido de un grupo) ya que con él, el trío firmaría los que quizás sean sus dos mejores discos: éste y La era de la boludez. En Acariciando lo áspero nos encontramos con el germen de un sonido que, con el tiempo, se iría puliendo. Hoy, algunas canciones del álbum son caballitos de batalla en los recitales del trío. Ala delta (una épica descripción de un sueño con una no menos épica línea de bajo de Diego Arnedo); Paraguay (un mensaje de Ricardo Mollo no tan cifrado para un periodista "que se muere por tocar"); Haciendo cola para nacer (¡bombos legüeros en un disco de rock!): Sábado (una crónica lisérgica "con olor a hotel") y El 38 (un devaneo existencial devastador). Sólo era el comienzo, porque después vendría La era... Pero eso ya es otro tema.


#83
Soda Stereo - Signos
Sony Music - 1986

Tercer disco de Soda en tres años de carrera discográfica, Signos representa la consagración total del grupo en Latinoamérica y a la vez un crecimiento artístico notable: desaparecen las letras en clave humorística de los primeros dos álbumes -algunas, hay que decirlo, algo lánguidas- y Cerati comienza a transformarse en una referencia a la hora de hablar de grandes cantantes pop. Las guitarras asoman con otra pesadez en No existes y la soberbia Final caja negra, una canción tan buena que estuvo a punto de ser el título del disco (era la favorita de los tres soda). Signos (la canción), Prófugos y Persiana americana -fisgona y sin culpa-, contienen historias de amor y deseo que definen una época de la letrística en el rock de acá.
Para completar su historia, esta placa ostenta una extraña condecoración: fue la primera en ser editada en compact disc en nuestro país. ¿Casualidad? No, estos chicos siempre estuvieron en la primera fila.


#82
Los Violadores - Los Violadores 
(por Mr. E)
Umbral - 1983

Para un marplatense alejado de la Capital como el que escribe, el punk entró no sólo por la ventana, sino por una muy chica y bien al fondo. Impulsado por la voracidad musical de fanático, trataba de espiar qué era eso de Sex Pistols o The Clash. En ese entorno, Los Violadores aparecieron como reflejo de lo que pasaba en Europa. Los Violadores es un disco iniciático, una piedra en el zapato para todo el rock argentino, una llama que puso luz en una movida que lucía cansada y que fue el motor de todo lo que vino después. Un álbum furioso como nunca antes se había hecho en Argentina y que nos retrataba con maestría y lucidez. Pil Trafa no era un gran cantante y Stuka directamente no sabía tocar la guitarra, pero el impulso irrefrenable que los disparaba hacía que lucieran como auténticos virtuosos. Todas las canciones son conmovedoras. Todos los riffs son amoladoras a la máxima velocidad escupiendo chispas sin destino. El bajo y la batería son como una carrera de tractores. Todo es empuje a sangre y emoción. Los tipos se mandaron un disco atemporal que marcaría la vida musical de fanáticos y continuadores en la frente. Para mí es uno de los más grandes trabajos del rock argentino. Su calidad artística es probablemente opinable pero el influjo proyectado es asimilable al de las grandes obras que nuestro rock ha dado.


#81
Spinetta Jade - Alma de diamante 
(por Juan Martín Galeano)
Mordisco / Ratón Finta - 1980

Alma de diamante es el debut de Jade: inspirado poéticamente en textos de Castaneda, su sonoridad jazzera viene ya de A 18’ del sol, disco de Spinetta que también poseía altas dosis de virtuosismo combinadas con canciones más directas. Se destaca la incorporación de Juan del Barrio en los sintetizadores, quien se suma a Diego Rapoport (que había tocado en A 18’...) y Beto Satragni en bajo (otra conexión: en A 18’… estaba Machi, mientras que aquí está presente Pomo, los históricos miembros de Invisible).  
La instrumental Amenábar abre y marca ya una impronta de  jazz-rock fusión, donde destaca el groove rioplatense de Satragni (quien plasma un memorable solo en Con la sombra de tu aliado). El tema que da nombre al disco se transformó en una canción emblema de Spinetta (hizo una versión con del Barrio en su show de las Bandas Eternas; también de Sombras en los álamos, que alterna pasajes floydeanos con una fuerte letra: “niños, no mueran en la calle”). Disco tal vez más difícil que los que lo siguieron, Alma de diamante recompensa, sin embargo, las múltiples escuchas, en las que van apareciendo sus matices y detalles.


#80
Sui Generis - Vida 
(por Guillermo Martín Villalobos)
Talent / Microfón - 1972

Escribo sin pensar, escuchando el disco.
Sigue vivo, como los mejores sueños de los setenta.
Mi hija de 17 dice que es su banda. O sea, mi banda de los 17 es su banda a los 17.
Si los Beatles inventaron la juventud, Charly y Nito crearon la adolescencia. Vida es la puerta, “la entrada es gratis, la salida vemos”.
Billy Bond los llamó “blandengues”, hermano mayor que no se banca que los más chicos los superen.
Vida es Canción para mi muerte.
Charly nos contó la historia, la de cada uno y la de todos.
Los vi por primera vez en el Colegio Santa Rosa.
“Bueno es que hoy estemos juntos, hablando de las cosas por llegar...”, me dice Sui en los oídos como para que no me olvide de seguir buscándole la vuelta a la Vida.
“Quizás porque”, es La canción de amor.
“No se quejen chicos, ya vendrán tiempos mejores”, dijo Charly el 5 de setiembre de 1975 en el Luna, lo escuché por radio en el Cuadro diez de la cárcel de Devoto.
La “pálida” había llegado.
Ese recital se convirtió en una película que paradójicamente fue prohibida para menores de 18 años al estrenarse en 1976.
El petiso Villar y el pato Zuker, fanas de Sui, tuvieron la suerte de estar en el Luna.
Años después los chupó la noche de la dictadura.
Pero los dinosaurios están desapareciendo y los amigos nunca se fueron de nuestros corazones.


#79
Aquelarre - Aquelarre
Trova - 1972

La famosa multiplicación de panes de Almendra significó Pescado Rabioso, Color Humano y Aquelarre. He aquí un cuarteto ambicioso: la ausencia de un líder-estrella hacía que el protagonismo se dividiese en partes iguales, incluso compositivamente. La ductilidad de los intérpretes queda de manifiesto al instante, en los dos primeros temas. Ante todo, Aquelarre es uno de los ensambles más virtuosos que ha dado el rock local. Canto, desde el fondo de las ruinas y Yo seré el animal, vos serás mi dueño (atentos a estos versos: Oigan, vayamos a luchar / la historia se murió / mamá no quiere dar a luz a un niño, porque dice que va a salir a matar por las calles con sus manos) son la confirmación de un grupo hecho y derecho, de una solidez que hacía parecer que habían tocado juntos toda su vida. La infernal base García-Del Guercio encuentra en Héctor Starc -el Simpson olvidado del rock argentino, o para decirlo de otra manera: un guitarrista único al que no se reconoce con justicia- a su ladero ideal y en Hugo González Neira a un sonidero fulgurante, gracias a su metálico clavicordio. Cantemos tu nombre es la brisa folk que abre el juego, pero el esplendor total y el resumen de su estilo está en Jugador, campos para luchar.


#78
Manal - El león
RCA - 1971

A la manera de Almendra y casi en simultáneo, Manal se separó apenas editado su segundo álbum, El león, que permanece en el tiempo esperando una reivindicación por su evolución respecto del debut homónimo. El bajo y la batería suenan más al frente que antes; hay sonidos indescifrables (¡la percusión de Soy del sol!) y una capacidad interpretativa sorprendente para la época. Más allá de los clásicos -el Blues de la amenaza nocturna, un viejo truco para mencionar algún detalle de Buenos Aires; o la movediza No hay tiempo de más, que contiene la inspiración de un Javier Martínez que siempre le dedicó al reloj buena parte de sus líricas- es en la cuasi-sabbathiana Paula y en Si no hablo de mí donde se absorben otras influencias: aparece en la conversación un tal Luis Alberto Spinetta."Yo que era tan terrestre -dijo alguna vez Martínez-, me dejé contagiar de su surrealismo y escribí cosas como ‘en esta galaxia azul está Paula esperándome, sonriendo porque es inmortal’". Para volver siempre.


#77
Gustavo Cerati - Fuerza natural 
(por Leonardo Ojeda)
Sony Music - 2009

A Cerati nada le importa más que hacer el recorrido por nuevos caminos. Luego de la distorsión clasicista de Ahí vamos y de la euforia sodera, la bestia pop va hacia lugares más libres: propone un viaje plagado de elementos naturales, imágenes paganas, tópicos psicodélicos y fineza sonora.  Hay muchas colaboraciones letrísticas: el eterno Richard Coleman, el cantautor Adrian Paoletti y la revelación Benito Cerati renuevan las temáticas ceratianas. Hay también incursiones poco desarrolladas en su discografía: Cactus coquetea tanto con el folklore como con Castaneda; la atmósfera blusera en He visto a Lucy, inspirada en Billy Bond y La Pesada, es una de las tantas influencias que recoge el disco. De The Strokes a Domingo Cura, Cerati siempre ha estado en búsqueda de la inspiración perfecta para crear belleza en este caos. En 2009 pronunció una frase que hoy cobra otro valor: “Si yo me retirara ahora, que lo veo poco factible, me iría contento por Fuerza natural.


#76
Francisco Bochatón - Cazuela 
(por Juan Manuel Strassburger)
Índice Virgen - 1999

El efecto de teclados fantasmales y una voz sinuosa para un tema de belleza rara: Destreza atrapada. Así, en un anti clímax total, Bochatón arranca este disco de factura artesanal pero vocación plena: hace rato que ya no vibraba con los Peligrosos Gorriones pero la propuesta de Índice Virgen (sello clave en sus inicios para sostener y contagiar la ética low-fi) lo sedujo. Y acá está, tocando casi el 100% de los instrumentos, y destilando sus conocidas pero nunca previsibles derivas de palabras. El Bocha (el más talentoso del "Nuevo Rock Argentino" aunque la prensa especializada todavía no se había dado cuenta) nos entrega un pequeño gigante álbum debut que brilla hoy como al principio. El primero de sus discos que entrevé su costado confesional (Cosas viejas, Luces, la terrible Algo se rompió; más Pizarnik, menos Girondo) que hasta entonces sólo había mostrado a cuentagotas (Por tres monedas, por ejemplo). Y que plasma rodeado de mujeres: desde la portada paranoica-sensible de Marta Ratner hasta el retrato saturado de Ana Maldonada (ex Fondo Sandy) y el coro a dos voces y eufórico (¡bipolar!) de Mariela Chintalo en Desayuno. Bochatón, es evidente, nos deja en Cazuela la huella dactilar de su futuro musical  y, desde entonces, no hace otra cosa que ampliarlo, multiplicarlo, ¡falsearlo! Pero nunca abandonarlo. Menos mal.


#75
Spinetta y Los Socios del Desierto - Spinetta y Los Socios del Desierto
Sony Music - 1997

La expectativa y la polémica que despertó el doble de Los Socios del Desierto difícilmente imaginaba como resultante un disco tan voraz y a la vez tan despojado. Tras el silencio más dilatado de su discografía y luego de una banda sonora que no escuchó nadie (Fuego gris es el disco escondido bajo la alfombra, digámoslo), Spinetta recupera la distorsión. Le adosa a su presente de entonces una potencia inusitada, producto de encendidos solos de guitarra y de la química lograda con Daniel el Tuerto Wirzt y Marcelo Torres, dos animales conectados a 220 (en especial el baterista, que con sus golpes estruendosos rockea hasta las baladas). Spinetta y Los Socios del Desierto, a la vez que contiene el grito desaforado -siempre con esa voz poetizada, ojo: qué lindo es escucharlo vociferar así a LAS, de voz y de viola-, destila un sonido definitivo para sus canciones más pop, que encuentran el aura diáfana que en los ’70 y ‘80 le negaban las posibilidades del estudio de grabación (y algunas decisiones estéticas) y en discos precedentes se enfriaban un poco por las programaciones (tanto en Fuego gris como en Pelusón of milk). Así, Jardín de gente, Holanda y Paraíso se erigen como piezas de una naturaleza pura, no sólo por el contenido de sus letras sino por su código sonoro, antídoto contra el dolor de Bosnia y la furia de Nasty people.


#74
Babasonicos - Trance zomba
(por Juan Manuel Pairone)
Sony Music - 1994

El segundo disco de Babasonicos es, probablemente, la puerta de entrada a una forma heterodoxa de entender el rock en Argentina. El aleph de toda una vertiente estética que hoy parece absolutamente naturalizada pero que, en el cénit del paraíso neoliberal, significó un quiebre definitivo respecto a las tradiciones vigentes. Con el hip-hop y el hardcore como lenguajes nodales y con un nivel de graves casi obsceno, el álbum retoma parte de las intenciones de Pasto pero consigue desarrollarlas con una contundencia y un autoconvencimiento que se traducen en una antología imperecedera e imbatible. Guitarras poderosísimas, safaris sensoriales, la imprevisibilidad como juego creativo y un espíritu subalterno tanto en lo dicho como en la forma de decirlo. Pero además, un conjunto de canciones -feroces, acuosas, ondulantes- que funciona como una suerte de punto de partida para la posterior construcción de una discografía múltiple y absolutamente singular.


#73
Daniel Melero - Travesti 
(por Joaquín Vismara)
Random - 1994

Uno de los mayores lugares comunes en el rock argentino (y también uno de los más injustos) es el de catalogar a Daniel Melero como una eminencia de la electrónica, descuidando por completo su talento como autor. Después de las exploraciones sintéticas y binarias de Cámara y Recolección vacía (y tras ayudar a Soda Stereo a salir de su zona de confort), el líder de Los Encargados se despachó en 1994 con un disco que brilla por la economía de detalles. Travesti es un álbum en el que las canciones están hechas de ideas mínimas, con pocos recursos más que guitarras acústicas, pianos, cuerdas y las colaboraciones de músicos de la movida sónica que él mismo propulsó. Como corresponde a su perfil camaleónico, Melero volvió sobre esta veta en otros momentos de su carrera, con Vaquero y X, pero éste fue el punto de partida. ResfriadaTodo Quiero estar entre tus cosas son una buena muestra de que es, ante todo, un enorme compositor de canciones.


#72
Charly García - La Hija de la Lágrima 
(por Oscar Alberto Cuervo)
Columbia - 1994

Como concepto artístico, como tonalidad, éste es el Charly más depurado, el que encontró su centro (desviado). Hacia La Hija de la Lágrima convergen todas las líneas, desde el juvenil patetismo de Canción para mi muerte y la desolación de Confesiones de invierno, atravesando el tenebrismo gótico de Tango en segunda y El show de los muertos, tan lleno de malos presagios. Ecce Homo: hubo un tiempo en que Charly llegó a ser el que era. La Hija de la Lágrima tiene un argumento que nunca se entenderá, como una película de Lynch, con un oscuro pasadizo que conduce a una caverna. Las grandes canciones, las que Charly sabía hacer, emergen de un fondo ominoso y se van desmembrando. Un sonido espeso, un acorde de frecuencias ultra bajas atraviesa la noche. El alba agoniza en un finale que nos deja llenos de inquietud: Andan, la canción terminal: “Te vas / te vas / la víctima despierta / porque mi ángel se fue / tanto tiempo atrás…”.


#71
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota - Gulp
Wormo - 1985

Los Redondos ya llevaban muchos años de performance -con aquellas famosas presentaciones en vivo que excedían lo meramente musical- cuando decidieron entrar a un estudio y registrar Gulp, su debut editado en 1985. Sus shows convocaban una cantidad de público inédita para un grupo sin discos y el propio Charly García se arrimó para ofrecerse como productor (es sabido que se negaron, cortésmente). Igual trabajaron con manos expertas: los ayudaron los Vitale, Donvi a la hora de la edición y distribución del disco y Lito a la hora de la grabación. Acá empezó todo: el rock and roll festivo de Ñam fri fruli fali fru (“el rock es un pensamiento musical bailado”, Solari dixit); las historias crípticas (Barbazul versus el amor letal, Superlógico); la oscuridad casi post-punk (Criminal mambo); y la ironía despiadada para con propios y extraños, signo de época que en la carrera del Indio sigue siendo una marca de agua (La bestia pop). Algo que nunca comprenderemos: ¡¿por qué dejaron afuera una canción tan gentil como Mi genio amor?!  


#70
Almendra - Almendra 2
(por José Miccio)
RCA - 1970

La ópera que no fue es un disco genial y misterioso, una esfera verde cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. Trata principalmente del campo, como era costumbre en aquellos años. Pero no de un campo físico en el que sembrar el trigo o la batata, ni de un campo con la autoridad moral suficiente como para lavar las manchas de la urbe. Trata de un campo místico: a la vez zona de trance y lenguaje del espíritu. Parvas lo dice con claridad: el ser es aire, cereal e inconsistencia. Y el disco lo declara de entrada: el tren que va al sur no persigue utopías falansteriles ni románticos cultivos sino una voladura dionisíaca que al final del viaje -4 lados, 21 surcos, 80 minutos- sabremos hecha de sacudidas eléctricas, ebriedad y disgregación. Incluso la alusión guerrillero-peronista de Camino difícil forma parte del trip. Tan propio de su época como arisco a la elucidación histórica, el doble de Almendra obedece sólo a los caprichos del arte: usa las palabras -y las cuerdas, y los parches- de todos para hablar el idioma de ninguno.  


#69
Los Gatos - Rock de la mujer perdida 
(por Ale Do Carmo)
RCA - 1970

¿Cómo pasaron Los Gatos de hacer inocentes canciones pop a convertirse en adalides del blues rock? La respuesta tiene nombre y apellido: Norberto Napolitano. Cuando, tras la desvinculación de Kay Galifi, la banda escogió como reemplazo al guitarrista más prometedor de la naciente movida rockera local, atrás quedaron las suaves melodías y los inocentes arreglos de Farfisa para darle paso a los punteos estridentes, los furibundos solos de Hammond y una actitud más deudora de Cream que del Spencer Davis Group, lo cual en este disco se haría aún más evidente que en su antecesor Beat Nº1. Rock de la mujer perdida, el último disco de estudio de la banda (en principio pensado como Rock de la mujer podrida, título descartado por la discográfica) marca el fin de la inocencia al incluir blues (Blues de la calle 23), rock n’ roll clásico (en el tema título) y zapadas instrumentales (Invasión) además de  una tapa creadora de mitos (¿la mamá de Litto? ¿Ciro Fogliatta travestido?) y un sonido que le daría paso a una vertiente más pesada dentro del rock local.


#68
Cerati / Melero - Colores santos 
(por Oscar Jalil)
Sony Music - 1992

Desde el vamos, Daniel Melero figuraba como asesor de ideas y norte posible para Soda Stereo en  plena etapa esponja. El marketing y la ceguera de los productores discográficos, impidieron que el líder de Los Encargados tomara las riendas del debut. Nada de esto resintió la relación: para Melero, Gustavo Cerati era el músico admirado dentro de las convenciones de un espíritu crítico. Más allá de los trabajos de producción en Canción animal, la alianza -sin intrusos- era sólo una cuestión de tiempo. Colores santos es un disco íntegramente de a dos, tal vez el primero y más relevante del rock argentino luego del fallido García-Spinetta, o el no tan compartido Spinetta-Páez. La unión funciona entre el laboratorio electrónico (Cozumel, Cuatro, Alborada) y el pop detallista (Vuelta por el universo, Marea de Venus, Hoy ya no soy yo) está conectado con la explosión Madchester (La cuerda planetaria) pero por sobre todo refleja un estado de ánimo: el duelo (Tu medicina) y la resurrección (Colores santos). La muerte reciente del padre de Gustavo domina varios climas de un disco marcado por los colores cambiantes de la vida.     


#67
Sumo - Corpiños en la madrugada 
(por Emmanuel Angelozzi)
Silly Records - 1983/1992

Corpiños en la madrugada es una gema de incalculable valor musical debido a que nutrió de canciones a toda la discografía de Sumo. Inicialmente, fue tan solo un demo que contenía diez temas y se vendía en la puerta de los shows del grupo. Con el paso del tiempo, quien adquirió alguna de las 300 copias del material -fabricadas en 1983- supo que tenía en sus manos un valioso diamante: la piedra angular de la obra creada por Luca Prodan y su maravillosa troupe. El disco fue re-editado nueve años después con tres canciones más que la edición original, entre ellas, Warm mist con Stephanie Nuttall en batería. Post-punk, new wave, funk y reggae son algunos de los sonidos que musicalizaron este álbum, provenientes del diverso background informativo-cultural que trajo Prodan en su valija desde su Italia natal, previa escala en Inglaterra. La poética urbana, el frenesí de acordes simples pero efectivos más la ductilidad de los intérpretes hicieron de Debede, F'you, Mejor no hablar de ciertas cosas -con letra de Carlos Alberto el Indio Solari- o Una noche en New York City -luego popularizada con el título La rubia tarada- verdaderas joyas que consolidaron a la banda, y a su líder, como uno de los emblemas de nuestro rock.


#66
Spinetta Jade - Bajo Belgrano 
(por Federico Anzardi)
Interdisc - 1983

Tras el bucólico Kamikaze, Spinetta editó con Jade Bajo Belgrano (casi en simultáneo con el solista Mondo di cromo). El álbum linkea directo con la etapa más urbana de Luis. Hermano de El jardín de los presentes, primo de Hoy todo el hielo en la ciudad, Bajo Belgrano es su Strawberry Fields. El barrio de la niñez y la calle Arribeños. Spinetta, después de todo, fue uno de los pioneros del rock barrial. Musicalmente se alimenta del virtuosismo jazzero progresivo que en esos momentos emprendía la retirada del rock argentino más popular. También empieza a notarse la producción de hits (Mapa de tu amor) que buscaba una vuelta pop que luego se desarrollaría en profundidad hasta Pelusón of milk. 
Bajo Belgrano, además, muestra uno de los costados más oscuros de la lírica spinetteana. La frase que más se recuerda de todo el disco sigue siendo “usualmente sólo flotan cuerpos a esta hora”. Difícil encontrar un resumen porteño y argentino más contundente para describir lo que empezaba a revelarse.


#65
Litto Nebbia - Melopea 
(por Matías Córdoba)
RCA - 1974

En Una mirada. Reflexiones & anécdotas de vida, el libro autobiográfico de Litto Nebbia, el cantante rosarino reconoce que aquel disco editado durante 1974 fue un quiebre, una división. Un álbum en el que planteó una ruptura "con lo que en ese momento se denominaba rock". Tanto fue así que Fuera del cielo (su disco posterior) tenía cinco temas con una extensión de entre 8 a 12 minutos cada uno (característica que sería frecuente en la obra de Nebbia de esa época). Entonces, un año después de Muerte en la catedral, Melopea fue la medianera, el aleph del Litto Nebbia Trío, que luego de su grabación debió partir a un exilio de años en México. En Melopea, la banda (Néstor Astarita en batería, y Jorge González en contrabajo) encontró su mejor versión y Litto conformó una dupla poética con Mirtha Defilpo que dio a las melodías las solventes imágenes líricas que necesitaban para transformarse en clásicos sin tiempo. ¿Ejemplos? La ventana sin cancel, Apelación de otoño, Los lunes de la humanidad y Gloria y guitarra.


#64
Pez - Frágilinvencible
(por Ángeles Benedetti)
Azione Artigianale - 2000

Pez es una cajita de sorpresas. Es la banda más versátil que conozco, y sin embargo, tiene una identidad tan marcada que funciona como un hilo conductor irrompible, que ata el fogonero Hoy (2006) al metal de Volviendo a las cavernas (2011). 
Frágilinvencible es una declaración de principios. Es la expresión más acabada de todo lo que Ariel Minimal (guitarra y voz), Fósforo García (bajo) y Franco Salvador (batería) quisieron decir a lo largo de estos 20 años. En el álbum conviven muchas de las aristas de un grupo que puede flotar tranquilo como el pececito de agua dulce de Hondo II y Campos de inconsciencia, y agitar la marea como el monstruo marino de La gota y Haciendo real el sueño imposible. 
La canción que cierra el disco, Gala, fue grabada en el balcón del departamento de Minimal en Boedo y tiene un final escondido, reservado para los menos ansiosos, esos que prefieren esperar porque saben que, al fin y al cabo, “las olas borran palabras en la arena, pero se llevan el mensaje al mar”. Y ahí es donde vivirá, para siempre, el manifiesto frágilinvencible.  


#63
Los Auténticos Decadentes - Mi vida loca 
(por Juan Manuel Pairone)
Sony Music - 1995

Si algo caracteriza a la porción más reconocida del repertorio decadente es su instantaneidad y su capacidad de convertirse en chicle-nacional-y-popular. Mi vida loca no está exento de esos momentos -Corazón, Diosa, La guitarra o El murguero... ¿hace falta más acaso?-, sin embargo, el disco como unidad tiene, en verdad, el efecto contrario: se afianza con el tiempo y descubre de a poco las mil y un facetas de la banda más desprejuiciada de la república rockera. Más allá de varias tonadas con destino de cancha, aparecen canciones y ritmos para todos los gustos; imperdibles arreglos de guitarra, cuerdas, percusión y vientos; y hasta efectos sonoros y teatralizaciones hilarantes. Porque, sí, además de ser una lista de casamiento en sí misma, el disco descubre una atracción natural hacia la ficción: una canción no es sólo una canción, sino también la posibilidad de contar una historia y representarla dentro del mismo espacio sonoro. Como si la música fuera, efectivamente, el centro de mesa de la vida cotidiana.


#62
Los Visitantes - Salud universal
DBN - 1993

El debut visitante es la demostración cabal de una forma de hacer las cosas en los ’90, el rock canyengue que luego popularizaron otros grupos y que en Salud universal suena con una desprolijidad que oscila entre tanguera, hardcore y delirante. El Palo de Don Cornelio es también visceral en Los Visitantes, pero con esas maneras más orilleras, más de acá que de allá. La desmesura de su voz debería ser un objeto de estudio para la historia del rock argentino: áspera, siempre al borde del éxtasis (que hasta podría llegar a sospecharse como sobreactuación o afectación, pero nos encanta), es la ideal para ayudar a que el eclecticismo del grupo llegue al lugar correcto: es decir, el desvío y no la autopista. Valsecitos siniestros (Sangre), tangos rockeados que destilan el resentimiento de años poco felices (Tanta trampa), hits de verano con ornamentaciones desafinadas (Playas oscuras), y obsesiones llevadas al extremo de la violencia (La cautiva). Un adelanto de la crudeza que tendría como capítulo dos a esa maravilla llamada Espiritango.


#61
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota - ¡Bang! ¡Bang!... Estás liquidado 
Del Cielito Records - 1989

El último gesto de fiereza de la década ambigua por excelencia (glamorosa y áspera) lo tuvieron los Redondos: Bang Bang es su disco más rudimentario desde el sonido, que remite a un show en vivo. A un show en vivo casi punk, aún más estridente en su totalidad que la voz del pelado que canta. Las nueve canciones del álbum no sólo son un clásico dentro del cancionero del grupo, sino que además contienen la forma y el contenido de casi todo lo que vendría en su discografía posterior. Esa estrella era mi lujo brilla como la primera canción de amor pura grabada por la banda; aparecen en las letras aquellos personajes célebres -entre patéticos y descarnados... reales- de la lírica solariana (el “héroe del whisky”, el “superboca”), que tendrían su correlato en otros desgraciados del futuro; los eslóganes imborrables llegan al cenit en forma de verso -“Violencia es mentir”, “Vivir sólo cuesta vida”-; las guitarras de Skay son antológicas (ver La parabellum del buen psicópata y Rock para los dientes); y los tópicos universales (el placer, el amor, el capitalismo, el poder) son desgranados por un ojo clínico y críptico que, sin embargo, comenzó a ser carne de estadios desde aquí y para siempre.