miércoles, 24 de octubre de 2012

Dos canciones: Elliott Smith, estrella de puntas filosas


"Depresiva no es la palabra que yo usaría para describir mi música, pero hay algo de tristeza en esta. Tiene que haberla, para que la felicidad en ella realmente importe".

***

Llevo un tiempo deseando reflotar esta sección, en la que –refresco memorias– trato de describir a un artista a través de tan sólo dos de sus piezas. Teniendo en cuenta que casi siempre nadamos en los márgenes de la música pop-rock, viene zafando la parte del título que habla de ‘canciones’ (cuando me meta con Frank Zappa o King Crimson suspenderemos el título momentáneamente, quédense tranquilos).
En fin, arribé a la música de Elliott Smith hace poquísimo y, además de arrepentirme por ello y seguir descubriéndolo, no puedo dejar de escuchar una canción en particular, así que me encargaré de describir lo que genera de la mejor manera posible... Y como tenía que agregarle otro tema, recordé lo primero que escuché de él. Las elecciones del caso son las siguientes:

Canción uno: Waltz #2
Álbum: XO (1998)

Detesto las calificaciones de discos, películas y libros mediante el sistema de estrellas (son para los hoteles, ¿o me equivoco?) pero si me obligaran a colocarle alguna puntuación a este tema, las estrellas serían como las del hotel más asquerosamente lujoso: cinco. Waltz #2 te hace sentir un ser miserable y a la vez te escupe una gota de felicidad, felicidad resignada... hay algo en su instrumentación, y ese algo debe ser el piano, que conduce al tema como una gema de cierta placidez, como si al tipo le hubiera pasado algo bueno aunque sospechemos que no. Aunque, si hay angustia, la luz no estará tan lejos.
Pero vayamos dando pasos, mejor: el comienzo de la batería sólo nos marca lo que ya dijo el título –3/4 = vals–, las guitarras acústicas y eléctricas tiran para abajo y el piano, como dije, levanta un poco el entramado tímbrico, es el secreto más exhibido (y como sabemos, el instrumento más perfectamente desafinado, o el neutro por excelencia). Cuando escuchamos la voz de Elliott cantando la primera estrofa no sabemos si está triste o en paz, desconcierta un poco y hace creer que el tipo se está aguantando algo. Algo que está viendo.
El comienzo de la letra no se llega a comprender del todo bien. ¿Es una situación que nuestro protagonista observa, o es algo que él mismo está llevando a cabo? Lo que sí pasa allí ya es un signo inconfundible de una canción pop perdurable: se cita a otra canción despechada. Trascribo la primera estrofa a ver si me pueden ayudar: “First the mic, then a half cigarette / singing Cathy's Clown / that’s the man that she's married to now / that’s the girl that he takes around town”. (Primero el micrófono, luego medio cigarrillo / cantando Cathy's Clown / Ése es el hombre con el que ella está casada / Ésa es la chica con la que él recorre la ciudad). Me repito: ¿los dos primeros versos corresponden a la pareja a que alude Smith, o es él quien canta Cathy’s Clown, irónica viñeta de los Everly Brothers acerca de la nueva pareja de una ex? Primer interrogante y primer acierto del tema: la referencia a un elemento ajeno pero que nos retrotrae al mismo problema: parece que nuestra mina se fue con otro. El pop se retroalimenta del pop y el mal de muchos, ya sabemos. Pero sigamos.

Elliott continúa la descripción de la parejita feliz con la misma marcha melódica, pero comienza a darnos algunas apreciaciones personales (la chica no muestra emoción alguna, “mira al vacío como una muñeca muerta”). Cuando el tema baja la intensidad, llega la muerte. Así de simple. Llegado el minuto y medio de desarrollo, Elliott lo dice, mientras la música se desploma con la misma melodía de piano y guitarra del comienzo, esa que será leitmotiv y que se nos adhiere al cerebro con esta frase: I'm never going to know you now / but I'm going to love you anyhow. Ahora nunca voy a conocerte, pero aún así voy a amarte. Cómo dice, eso es lo más terrible, pareciera que se está desmoronando y que grabó la canción sintiéndola de verdad y por eso se le cortan las palabras. Escuchen con atención.
El interludio con melodía de piano devuelve la dulzura, y la estrofa siguiente trae más incógnitas, pues la pareja llama a alguien “de nombre familiar”. Luego él toma la primera persona y deja de describir a la pareja para alegrarse de tener poca memoria. “Lo estoy haciendo bien, hora a hora, nota a nota”. Acá nos jode la vida y no entendemos nada. Para colmo introduce una nueva parte musical, la famosa y necesaria parte C, que sube la intensidad de la canción para luego retornar a las estrofas (Estoy aquí dispuesto a quedarme. Estoy cansado). Pero la siguiente estrofa se dirige a su madre y nos aclara un poco el panorama: la historia de la pareja no era la de una ex mujer, es su mismísima madre con un tipo que parece no caerle muy en gracia al hijo celoso (Dile a ese señor con planes imposibles que me deje en paz).
El final del tema es, por supuesto, la frase más terrible de todas, aquel I'm never going to know you now / but I'm going to love you anyhow repetido tres veces y ornamentado por unas cuerdas chirriantes de fondo, hasta que Smith termina de cantar y se suman al primer plano -la melodía de piano- sin esa tensión y como un acompañamiento más clásico. Un detalle sutil y a la vez un broche de oro para este viaje de cuatro minutos y cuarenta segundos. Algo se resolvió y estamos enamorados.


Canción dos: Needle in the hay
Álbum: Elliott Smith (1995)

Me quedó grabada. La película –en español– se llamaba Los excéntricos Tenenbaum, y la fui a ver al cine con mi familia. Ahora es más o menos conocida, no sé si en ese momento lo fue como para ganar premios y esas cosas, pero sí está llena de actores catalogables de famosos (los Hermanos Wilson, La Mujer del de Coldplay, Ben Stiller y otros varios). En una escena de las tantas remarcables que la peli tiene, aparece como un rayo esta canción que me da escalofríos desde ese día que la escuché en el cine, ¿hará diez años?, ¿más? Hoy la sensación no cambia y mucho tiene que ver su impronta, su fuerza, su ira contenida. Fue la primera vez que escuché a Elliott Smith y ni sabía quién era, pero el tema me quedó en la mente y fue el primero que localicé cuando busqué la banda sonora años después.
Contrario a lo que hice con el vals, de esta canción ni quiero leer la letra (miento, la leí una vez, pero no quiero basar mi sesudo análisis en ella). Alcanza con la tensión que la aqueja, con el magnetismo que genera esa voz; la presencia cortante de la guitarra, única compañía que se va cruzando entre los susurros como una cuchilla de carnicero: corta todo al medio y no hay vuelta atrás.

Hay tipos que han hecho de su relación con la guitarra cancionera (?) un hito. Digo, orientados a esta formación tan minimalista como es un hombre solo con su instrumento (sigo hablando de la guitarra). En lo que llamamos canción, folk, etcétera, están Dylan, Cohen, Young, Drake, todos ellos han hecho grandes discos sólo acompañándose de seis cuerdas nobles, y cada uno lo ha logrado a su manera. No sé si le sirvieron de inspiración a Smith; sí sé que lo que hace en Needle in the hay no lo hizo ni Leonard Cohen con sus arpegios más tenebrosos: generar un Efecto Psicosis (sí, la película, también), el famoso sonidito que todos replicamos jodiendo, la tensión criminal, el segundo culminante antes del desastre. Si Ian Curtis se colgó escuchando The idiot de Iggy Pop, Elliott Smith bien podría haberse matado escuchando su propia canción. Es terrible (tan terrible como murió Elliott, digo). Wes Anderson también la entendió así: hay una pregunta-respuesta tan sonora y tan siniestra de esa guitarra, que la voz queda casi reducida a la tarea de susurrar y terminar de devastarte. Ojo, a los 3 minutos y 15 segundos dice la palabra “marksssss” estirando la ese de tal manera que te destruye si todavía estabas entero. Lo único que querés es largarte a llorar y buscar a tu mamá para que te consuele como a un bebé.
En el final, con la repetición como mantra de las cuatro palabras del título, la guitarra galopa un poco más, el rasguido parece soltarse hacia el country más clichoso y hasta tiene algunos pifies –¿o serán a propósito? –, pero el amague dura unos pocos segundos sensatos. Posteriormente, el instrumento retoma su oscuridad de cuerdas bordonas, esas que suenan graves en toda la canción. Graves como la sensación de final inminente, lo que se acaba sin que podamos evitarlo. Prohibido escuchar esta canción de mal humor... Hay bellezas que hieren más que un cuchillo de sierra clavado en el pecho.

martes, 16 de octubre de 2012

Litto Nebbia: hay segunda vuelta



Segunda parte de la charla con el maestro Litto Nebbia. Segunda y última, de lo que fue una nueva visita por los Estudios del Nuevo Mundo (nuestro paseo, hace unos años, acá).
En esta ronda, Litto adelanta algunos detalles de su próxima presentación en el Teatro SHA -este viernes-, en la que estrenará oficialmente Aire fresco, disco editado hace días. Derivamos en (sí) el himno que viene cantando desde 1967: La balsa y los placeres que le trae... La balsa y los disgustos que le lleva. Ese camino nos lleva a tratar de comprender -nosotros- por qué los discos de Los Gatos están descatalogados (y Litto da algunas pistas al respecto).
Terminamos -sí, terminamos- apuntando una fructífera costumbre en sus últimos tiempos: la interacción con grupos emergentes, que lo admiran, lo llaman lo consultan... y terminan cantando a dúo con él.
Disfruten esta charla tanto como lo hicimos nosotros. Es una orden.

Texto: Santiago
Fotos: Victoria Schwindt

TEATRO SHA: “45 AÑOS DE LA BALSA”

Aire fresco se presenta en el Teatro Sha. Me llamó la atención que la consigna del show sea “45 años de La balsa”. ¿A quién se le ocurrió?
Ah, bueno, yo ni sabía (risas). En realidad el tema es así: eso lo dijo el flaco que nos contrató, porque me preguntó cuál era el pretexto de este recital y yo le dije “que saco un disco nuevo”... pero siempre saco un disco nuevo (más risas), aunque este sería con una nueva agrupación. Por eso, él quería buscarle algo más contundente y me dice, “¿pero cómo, no se cumplen 45 años de La balsa?”. Y le dije que sí, claro, entonces me pregunto si lo dejaba poner eso también: “poné lo que quieras”.

A esta altura, ¿cómo tomás a La balsa? ¿Se te hace una especie de maldición por momentos, o no te molesta?
No, ¡cómo va a ser una maldición! Las canciones que son históricas, como tangos clásicos o algunos temas del folklore, toda la vida se van pasando de generación en generación y la gente te las va a pedir. Yo ya no tengo ningún problema, la canto en cualquier lado porque además siempre la toco con otro ritmo: lo cambio, jodo, hago de todo.
Sí me da rabia cuando hay gente que lo utiliza comercialmente, con mala leche.


¿Por ejemplo?
De pronto aparece un tipo que le gusta y te lo pide de corazón, u otro que quiere cantar La balsa porque le gusta la canción, la recuerda y siente algo.
Pero por ejemplo, la vez pasada me entero de que hay un espectáculo por la calle Corrientes que rememora la vida de Sandro -esas cosas que están de moda ahora, de hacer la vida de alguien-, y me comenta un amigo que fue a verlo que, en un momento, entre varias anécdotas que desarrollan de Sandro, aparece un tipito que se supone que sería yo y le dice a Sandro: “mirá, escuchá este tema a ver qué te parece”. Y le canta La balsa. Eso, primero, es mentira; y segundo, ¡ni siquiera tuvieron la delicadeza de llamarme por teléfono y preguntarme! Por supuesto, yo no estoy en la línea esta de “te mando a mis abogados” y todas esas pelotudeces... ¡pero está mal! Y encima es so pretexto, porque los tipos para agregarle un dato más comercial a una obra tienen que meter algo que, si es mentira, no les importa. ¿Entendés? Entonces agregaron que yo hablé con Sandro... Imaginate, de pronto deben cantar Rosa rosa y después cantan La balsa. Eso está mal.
[Nota: Litto se refiere a la obra Por amor a Sandro. Navegando un poco encontré varias crónicas de ese show que destacan el momento en que, efectivamente, aparece Litto Nebbia, por ejemplo ésta].

Es insólito, pero debes estar acostumbrado ya.
Y la semana pasada también leo una noticia en el diario La Nación donde dice que el año que viene van a poner la obra teatral sobre la película Tango feroz, con actores jóvenes. Van a seguir tirando de la vaca... En la misma nota el periodista pregunta: “¿les permitirá Litto Nebbia que toquen La balsa?”, cuando ya en su momento no lo permití para la película y tuve una pelotera infernal. Quiero decir: es todo por la moneda, eso me da asco. Y por otro lado me da rabia que los tipos no respeten algo que vos ni por la moneda lo hacés, porque digo: me pasé diez años sin usar la canción.

Claro, no la tocaste por mucho tiempo.
Entonces bueno, cada uno es como es, tampoco es que no me deja dormir, pero son cosas horribles. Estoy muy acostumbrado a ponerme firme con este tipo de asuntos que no me gustan. La vez pasada me pidieron Viento dile a la lluvia para ponerlo en la serie Breaking bad -mi hija la vio y dice que es linda la serie- y les dije que no. Los tipos no lo podían creer, creían que estaba loco y me decían “te vas a hacer conocer en Estados Unidos”. ¡Yo no quiero hacerme conocer, estoy tranquilo acá! (risas). Era una cesión de derechos, ponían la canción porque no sé qué pasaba en uno de los capítulos, que hay uno de los tipos que es latino, uno que enseña en un colegio. 
Al margen de que la serie sea buena, me dio rabia, esa canción como es histórica, vieja, hay derechos de la grabación original en un lugar, derechos en otro... Me los roban todos, ¿sabés? De nuevo, nadie va a cambiar el mundo, pero yo no quiero estar ahí: me iban a pagar y me quedaban 100 dólares, suponete. ¡Los tipos están locos! Y quieren que uno vaya y diga “¡ay, qué contento que estoy porque salgo en la serie!” (risas). A lo mejor a otra gente le sirve, a otro que quiere ser conocido. Pero yo la canción la hice cuando tenía 20 años, la conocen hasta los perros, está bien así la canción, es una satisfacción... ¿Para qué hacer eso? Entonces quedó ahí.


¿Y qué te produce que los discos de Los Gatos estén descatalogados? ¿Hay alguna chance cercana de que se reediten?
Me parece una gran injusticia que no estén los discos de Los Gatos a la venta, por ahora no hay nada que pueda hacer. Estamos ligados a un contrato leonino que es una estafa pero es muy largo acometer con un pleito... Finalmente, los discos no están por decisión de uno de los directivos, que porque no hice lo que él quería, me castiga de esta manera.
Ahora que se viven por el mundo tantas revisiones de sucesos del pasado,  un día de estos se comprobará por qué ese contrato ya no tiene validez y es una hijaputez. Además, igual, si sacaran los discos hoy mismo, yo percibiría 4 centavos por CD vendido... ¡Mirá qué socios me eché! (Risas).


Increíble... Volviendo al show del SHA, entonces: ¿va a ser conmemorativo o de presentación?
Es de presentación del disco y después un poco de todo, los temas que me piden siempre: La balsa, Sólo se trata de vivir... van a estar. Esos los tengo que tocar. Después va a haber una parte de guitarra, un gran lucimiento de Daniel con sus solos.

Vengo tocando muchísimo todo el tiempo por el interior, en lugares pequeños, y se me ocurrió que para este disco estaba bueno asomar la nariz en algo un poco más grande. Y como el SHA está funcionando bien porque lo han reacondicionado -tiene buen sonido, buenas luces- me pareció un lindo lugar para tocar. Y dio la casualidad de que la semana que me puse a pensarlo, me llamaron del teatro para que toque y por supuesto acepté. Veremos cómo sale.


LITTO Y LOS NIÑOS



¿Cómo te llevás con eso de que te llamen bandas jóvenes para participar en sus discos?
Está bárbaro, por supuesto que me gusta. Quise grabar con Los Reyes del Falsete y estuvo perfecto, o con los Hijos de Babel y lo mismo.

¿Estás interiorizado, conocés muchas bandas?
Conozco, no sé si tanto, pero sí bastante. Escucho de todo y me gusta que ocurra eso. Muchas veces te encontrás gente prejuiciosa, pero ojo: hay gente prejuiciosa de mi generación y también los hay jóvenes. A veces yo hablo con tipos de veintidós años y parece que tuvieran sesenta, porque tienen un preconcepto armado en el mate que vos decís “¡esto no es así, querido!”. Entonces está bueno poder intercambiar figuras, ondas.
De última, cuando te sentís a gusto con alguien que estás grabando, lo que querés es lo mismo que quiere el tipo: que el disco salga bien. Pero bueno, cada uno tiene su onda personal y eso está bueno porque cada tipo tiene que tratar de hacer la suya, eso es lo mejor que puede pasar para que haya variedad.

¿Y te gusta lo que hacen Los Reyes, por caso, u otras bandas jóvenes?
¡Sí, claro, está bueno! Te digo una cosa, mi opinión sobre lo que me gusta / no me gusta... Por supuesto que cada uno tiene una formación musical distinta y un gusto íntimo, personal. Pero yo sé apreciar un montón de variedades de músicas que no las haría; y no es que no las haría porque las desprecio, simplemente no haría eso así. El disco de Los Reyes del Falsete empieza con un quilombazo que no se puede creer y a mí me pareció bien. Quizá yo no empezaría un disco así, tampoco lo empezaría “pa pa pa” (canta débilmente y nos reímos). Pero digo: me pareció bien, es la impronta de ellos. Tienen tres discos, recién empiezan, ¿sabés la cantidad de cosas que tienen para hacer si se dedican a esto toda su vida? A veces puedo encontrar en un disco algo que me gusta más o menos, pero es porque tengo cien discos y ya hice cosas como grabar con orquesta, improvisar, meter solos de guitarra, entonces digo “esto ya no lo haría”.


Y además de hacer, escuchaste mucho más.
¡Claro, es lógico! Pero me gustan, y lo que me gusta mucho de estos grupos es que se ponen firmes y luchan por lo de ellos. Tipos con los que he hablado, que vienen con sus canciones artesanales, ornamentadas: los pibes de La Perla Irregular, Hijos de Babel, Los Reyes del Falsete, Andrés, gente que no está pensando desesperadamente que tienen que ser famosos y ricos; y se rompen el culo para sacar sus producciones y sus cosas.
No te olvides que siempre criticamos un montón de cosas que ocurren, que no se respeta a los músicos en los boliches, que les hacen pagar por tocar... y los culpables la mayoría de las veces son los propios músicos. Porque son muy maricones -no estoy diciendo maricón despectivamente con relación al sexo, que se entienda-, son muy bambis: si vos lo permitís, los tipos que manejan el negocio siempre te van a cagar. ¿Qué creés, que al tipo le interesa espiritualmente lo que vos tocás? (Risas). Es muy difícil.
La vez pasada me contaron una cosa linda los pibes del Falsete. Los habían llamado para un festival de estos más o menos masivos que hay, y el tipo que los llevaba les había tirado que tenían que tocar gratis porque a ellos eso les convenía y que “tengan cuidado con la planilla de SADAIC si ponían sus temas, porque esa plata…”. Y ellos se pusieron firmes, ya una vez había hablado de eso con ellos porque, ¿cómo vas a dejar lo tuyo? Entonces les dijeron a los tipos “no venimos”. Y al final, a los dos días los llamaron. Entonces está bueno, porque nadie va a cambiar el mundo, OK, pero ellos con eso sientan un precedente y al que quiera decir o hacer otra cosa le dicen “no, mirá que estos pibes se plantan”.
Ojalá hubiera docenas de músicos que pensaran así, me parece bárbaro. Es nuestra vida y nuestro laburo.


* Litto Nebbia presenta Aire fresco en el Teatro SHA (Sarmiento 2255, Capital Federal) este viernes 19 de octubre a las 21.30 horas. Entradas a la venta por PlateaNet, o en las boleterías del teatro.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Charlas con músicos: otra vuelta con Litto, el maestro


Texto: Santiago Segura
Fotos: Victoria Schwindt

Ya se ha vuelto para mí una sana costumbre esto de ir a Melopea, ese increíble espacio de Villa Urquiza que es, antes que nada, un parque de diversiones para los amantes de la música y un paseo ineludible para la historia de la música vernácula. Por ese lugar -más precisamente por ese Estudio del Nuevo Mundo- pasaron miles de músicos (y no exagero) de los históricos y de los desconocidos, tangueros y jazzeros, gordos y flacos. La sede de Melopea debería ser declarada un espacio de interés cultural nacional (no sé si ese título honorífico existe) y sin embargo es un hogar donde Litto Nebbia y los suyos te reciben como si te conocieran de toda la vida. A estas alturas, es difícil hablar de Nebbia sólo como músico: la humildad de su trato es de por sí un honor para quienes hacemos esto. ¿Lo demás? Ya se sabe hace casi 50 años y lo viene sosteniendo él...

En fin, lo interesante es que Litto siempre tiene algo nuevo por decir y en este caso me acerqué a su búnker para que les cuente a ustedes de sus últimos pasos: la edición de un nuevo disco, Aire fresco, junto a Daniel Homer y Juan Ingaramo; la aparición de un disco perdido que grabara junto a Facundo Cabral hace 10 años, junto con la reedición de varios álbumes que nunca habían tenido su forma en CD. Además, nos explayamos acerca de los discos que planea con los Andreses -Calamaro y Ruiz-; su show en el Teatro SHA dentro de dos viernes; esa canción eterna que se llama La balsa; y su participación en varios álbumes de grupos noveles de la escena local.

Pero vamos por partes. En este caso, las novedades discográficas propias y ajenas; la difusión televisiva; el proyecto inarrancable a dúo con Andrés Calamaro y el disco de Andrés Ruiz en el que Nebbia está colaborando.


DE REEDICIONES Y NOVEDADES: AIRE FRESCO

Para empezar, vamos por partes: dentro de todo lo que editás en estos días, hay varias reediciones de discos que nunca habían salido en CD, ¿cierto?
Mirá: hay unos cuantos discos míos en vinilo que todavía no los pudimos editar en compact. Llega un momento en que son tantos discos que si saco los que falta reeditar más los nuevos que hago, son demasiados. Entonces, este año le pusimos las fichas a dos discos que yo quiero mucho y fueron vinilo originalmente. Son Buscando en el bolsillo del alma, que es del año ’88, y el siguiente que ya es del ’90 y se llama Nostalgias del Harlem Español: esos dos los hicimos compact, con sus fotos y cositas, súper masterizados. Y nos quedarían pocos discos por editar en CD, que los editaríamos para el año que viene: Tres noches en La Trastienda, que es un disco del ’80; el que hice en Brasil, En Brasil aquí y ahora; y dos o tres más. Pero bueno, vamos de a poco.
Y junto con esto, sacamos la edición nuestra del disco que hice en España en el año 2009, Soñando barcos. La diferencia que tiene éste es que la tapa es una foto que hizo un amigo mío, Ricardo Murad, que ya la había hecho para la edición de España pero el tipo que lo sacó allá decidió a último momento hacer otra portada. Y además el disco tiene -a diferencia de la edición de allá- seis bonus tracks de temas que sobraron y otras tomas, y un compact de regalo con actuaciones en vivo del mismo año que lo fui a grabar, que toqué en un poco por España -en Barcelona-, en Ploërmel y en Londres [nota: también hay temas en Buenos Aires]. Por supuesto, el disco en vivo es totalmente desparejo en cuanto a sonido porque son las grabaciones que agarré en cada lugar, es más que nada puesto para mostrar la dinámica de lo que pasa emocionalmente en los lugares que tocás. De pronto, en Londres estoy tocando en una iglesia, porque allá hay iglesias que las alquilan para cosas así, para que se mantengan.

Me habías contado esto de la iglesia creo. Debe ser raro tocar ahí...
Bueno, toqué en una iglesia en la que el mes anterior había tocado Mark Knopfler, un violero divino. Y te ponen sonido, ¡pero la gente está sentada ahí en la iglesia, es insólito! (risas). Tienen piano de cola y todo. Y bueno, de pronto está la gente cantando La balsa en una iglesia, ridículo (más risas). Lo puse en el disco como anécdota; también puse otra cosa de un boliche que se me ocurrió en el momento, que una parte del público haga un coro y la otra parte le conteste... Cosas que cuando grabás un disco y tenés todo más arreglado, no hacés.


Ésas serían las reediciones. ¿Y los discos nuevos?
Son un par. Ahora sale un disco inédito a dúo con Facundo Cabral, que lo hicimos en el año 2002 y quedó ahí porque estaba pensado para hacer una gira y no la hicimos: él se fue y yo no fui, él vino y yo salí... Yo no lo quise sacar nunca y mucho menos en el momento en que ocurrió su asesinato. El otro día estuve leyendo que lo agarraron al tipo, es una locura eso... En fin, de golpe aparece su mujer, que yo no la veía hace cien años...

Y te pidió que saques el disco.
Vino y me contó que Facundo siempre le decía: “vieras qué lindo el disco que hicimos con Litto...”. Y me dijo, “¿por qué no lo sacamos?”. Así que lo vamos a sacar, se llama En medio de los hombres.

¿Habían compuesto especialmente para el disco, o eran temas clásicos de ambos?
Sí, habíamos compuesto, hay como diez canciones que yo le puse música a sus letras, y lo grabamos tocando en trío con César Franov en bajo y Quintino Cinalli en batería (toca también el Gordo Fernández). Es un disco bien compartido, hay canciones que canta él, otras que canto yo y otras a dúo. Hay temas que quedan lindos porque el nunca perdió esa cosa que tenía de orador, de narrador, de contador de historias.

Y completa las novedades Aire fresco, ¿cierto?
Sí, Aire fresco sería el disco nuevo-nuevo. Es un trío que se me ocurrió armar con Daniel Homer en guitarra y Juan Ingaramo en percusiones. Lo llamé a Homer porque me encanta cómo toca y habíamos hecho el disco Bazar de los milagros en el ’76, nada más. Entonces lo llamé para que hiciéramos un disco de guitarra y piano, improvisando. Pero después empezamos a divagar, y él empezó: “acá le pongo el bajo” -porque lo toca muy bien-, y yo dije “acá le pongo percusión” y traje los tambores africanos que uso. Empezamos a meter una cosa, otra cosa, y lo terminamos llamando a Juan y después a un flautista, Leopoldo Deza... y se armó este quilombo que es como una agrupación (risas). Y me gusta porque yo quería armar un grupo donde solucionemos todo el tema de la polenta y la acordística sin tener bajo ni batería completa. Eso no hay: yo toco piano y órgano, Juan toca elementos de percusión y Daniel las guitarras. Pero no es un trío acústico, hay improvisaciones, rítmica.

¿Lograron que suene poderoso?
Sí, suena lindo, estamos muy contentos. El disco tiene un subtítulo que dice “Un álbum con amor a la bossa-nova y la comedia musical”, porque hay muchas canciones que parecen de esas que hay de narrativa en la comedia musical antigua. Y bueno, bossa-nova porque hay bossa-nova, claro.
Salvo cuatro temas que son viejos y los hacemos al estilo del grupo, todos los demás temas son nuevos. Estamos contentos con el disco y en marzo ya vamos a empezar a grabar otro.

Surgió mucha música, quedó el grupo armado.
Sí, quedamos con ganas, nos dimos cuenta de que encontramos un tipo de sonido lindo tocando entre los tres. De ahí surgió un “che, algún día tendríamos que grabar esto y lo otro”, y al final ya hay como media docena de temas para un próximo disco que vamos a grabar en marzo, Aire fresco 2 o como se llame.

Además de lanzamientos a tu nombre, hay otros, ¿cierto?
Sí, sale el tercer disco de los Mersey Mustards y además un DVD del concierto que hicieron el año pasado en Córdoba, muy lindo. Y también va a salir el DVD de 11 (vidas), que tiene fragmentos de los lugares donde tocamos esa música, que fueron una vez el Boris Club y la otra Notorius; y tiene tres o cuatro clips que hizo mi hija Miranda. Todo esto sale en un mes.
Y para culminar sale el disco de Giorgia Fumanti, que hace este estilo que le dicen classical-crossover y lo estamos terminando ahora, y otro disco que nos dio para que saquemos antes de que salga éste que va a ser su disco en español, un álbum previo en el que está Pavarotti y ella canta los temas más clásicos de su onda.


COMPLEJIDADES DE LA DIFUSIÓN...

¿Para difundir un poco la obra previa de ella?
(Piensa). Es muy difícil difundir una cosa nueva, de quien sea: de alguien famoso allá, como ella, o de un grupo nuevo acá. Es como que todo está muy saturado pero a su vez está siempre tapado nada más que por las campañas publicitarias. Entonces, vos podés tener diez cosas nuevas, ¿y dónde las presentás? Es muy difícil, viste. Tenés algunos tipos interesados, de pronto aparece algún programita de cable, de televisión...

Te vi en el programa de Tarantini en Canal 9, En estéreo.
Sí, sí... Eso lo hice un día que me llamaron, estaban haciendo un programa piloto, tenían un piano que sonaba bien y fui, estuvo bien. Pero programas musicales casi no hay, es muy difícil. Ahora por ejemplo queríamos ir a algunos lugares a apoyar esto que vamos a tocar el 19 en el Teatro SHA y mirá los tres lugares que tengo para ir a tocar en la televisión: el programa de Mex, Pura química; después 678 y también podés ir al de Tognetti, Duro de domar. Pero no hay más programas musicales, ¡son todos de chismes y de boludeces! 

Y en realidad... ¡ninguno de esos tres programas es musical!
No, ¡esos tampoco son musicales! (Risas). Sin embargo, fijate una cosa: hay un par de programas de la cumbiamba de cinco o seis horas...

Antes se acostumbraba ir a presentar los discos a la televisión, en Badía y otros programas, incluso afuera.
Ahora es una locura, si encontrás un tipo que te deja tocar tres temas, ya es mucho.

A mí me sorprende positivamente que en Pura química dejen tocar los temas enteros, sin cortes.
Sí, es cierto. Pero eso es porque Mex es músico, creo yo. Menos mal que le va bien con el programa, porque viste que los programas ahora cuando empiezan a tener éxito... Si el tipo en una semana bajó, ya te echan a la mierda, es una locura.

MÁS NOVEDADES: ANDRÉS Y ANDRÉS

A todas estas novedades se suma el disco que estás armando con Andrés. ¿Eso está proyectado más a futuro?
Mirá: eso depende de cómo esté él, su tiempo y su vida personal. Viste cómo es... de pronto me manda un mail y me dice “tenemos que hacer esto” y al otro día desaparece. A los días leés los diarios y te enterás que tuvo un quilombo no sé dónde. Como yo lo conozco no le rompo las bolas, le digo “hacé lo que quieras, el día que quieras me llamás, como hicimos el otro disco”. Porque en el otro disco que hicimos, él se puso firme y dijimos “se graba tal y tal día, a tal hora”. Y lo hicimos.

¿A qué disco te referís?
El palacio de las flores.

Ah, pero yo te preguntaba por el disco que estás haciendo con Andrés... ¡Ruiz! (Risas). No sabía que lo de Calamaro estaba en marcha.
¡Ahhhh! (Más risas). Porque vamos a hacer uno con Andrés Calamaro también, perdón.


Bueno, contame entonces del disco con Andrés Calamaro y después del de Andrés Ruiz.
El quería hacer un disco a dúo-dúo, y cuando terminamos El palacio de las flores le dije “no, qué dúo: yo te produzco, toco, hago los arreglos, pero vos tenés que hacer tu disco”. Y así quedó.
Entonces arreglamos que un día íbamos a hacer ese disco a dúo; suponte que sería un disco de los dos cantando, sólo con piano o guitarra, seis temas de cada uno. Un disco de dos tipos cantando sus canciones, digamos. Y de pronto me manda un mail: “anoche estuve pensando...”. Pero no es que decís “bueno, quedamos para el lunes”, porque yo tengo un cohete en el orto, viste como soy: vos me decís una cosa y ya empiezo a proyectar.

Y él es más impredecible, quizá.
No, él labura mucho también pero depende de un montón de cosas a las que tiene que responder, de su estructura. Así que cuando esté tranquilo me escribirá, lo espero.

Saldrá con el tiempo. ¿Y lo de Andrés Ruiz?
A Andrés Ruiz lo conozco desde que me invito a cantar en un tema de su disco anterior [nota: Litto participa del tema El bosque de los años, del disco Ruiseñor, reseñado aquí], y luego yo lo invité a tocar la batería en tres temas de mi disco La canción del mundo. Me cayó bien, es un pibe bárbaro. En fin, pasó el tiempo y un día me mandó un mail diciéndome que no sabía cómo producir un disco que estaba pensando: si hacerlo acústico, corto, largo, con baterías o sin baterías; pero que sí tenía en claro por las canciones una idea de estética sonora. Me preguntó si le daba una mano y por supuesto le dije que sí, que me explique más o menos qué quería. Nos pusimos al servicio de eso y fue bueno porque creo que, en dos mañanas, nosotros dos solos grabamos las bases de guitarras, piano y batería. Entonces me decía “este tema me gustaría que suene así, aquel de esta forma”, fuimos buscando... y lo que encontramos era lo que él quería, ahora vamos a empezar a vestirlo. Vino Homer y grabó algunas guitarras, también.

¿Son todos temas de él?
Sí, todos menos uno que yo le di una música y él puso su letra. Y además de Homer va a haber algún invitado cantando, yo le sugerí que fuera Leo García y a Andrés le pareció bien. Pero bueno, para encontrarlo a Leo hay que ser del FBI (risas). Te pasan los teléfonos y ya el teléfono suena viejo, “ring, ring” (hace con la voz un sonido lejano), como que no te va a atender nadie (más risas). Después me lo encuentro y al final aparece... Así que seguramente él cante una canción; y después Andrés va a meter en dos o tres temas a un cuarteto de cuerdas de amigos y a otro guitarrista amigo de él. Pero básicamente el disco está, ya grabamos mucho.

¿El disco va a ser de él o es de la dupla Ruiz-Nebbia?
¡No, es un disco de él! Esas cosas hay que entenderlas así, porque hay gente que cree que porque un tipo está con otro tipo más conocido... esto no es Tom y Jerry, no es un dúo, ¿entendés? (risas). Yo lo ayudo porque me gusta lo que hace, y listo. Metí cosas a mi criterio pero todo consensuado con él, lo ayudé en el sentido de cerrar. Estaba indeciso y quedó contento con el sonido que se hizo acá. Pero ni sé qué va a hacer con el disco, si es un disco que va a salir por Melopea o no, será lo que el quiera.
A mí me gusta hacer eso, meterme en otro terreno, tocar en otro lado. Me gusta el ejercicio de hacer arreglos y demás, tengo la suerte de que aún cosas que agarro como laburo, son cosas que las elijo. Y no es así la vida profesional de nadie, conozco músicos buenos que a veces tienen que grabar cosas muy horrendas. Yo toco en lugares donde a mí me gusta: las cosas que hago las puedo mostrar con tranquilidad.


(En unos días, la segunda y última parte. Si les interesa conseguir alguna de las novedades discográficas de Melopea, contáctense acá: melopea@melopeadiscos.com.ar).

viernes, 5 de octubre de 2012

50


Se cumple medio siglo de Beatles y aunque suene tonto y obvio decirlo, es raro imaginar un mundo sin ellos, ¿cierto? Y no me refiero a un mundo sin ellos como personalidades destacadas de la cultura o el espectáculo. Digo, un mundo que no sepa o haya sabido quién es el Rebelde John Winston Lennon, un mundo sin el Diplomático y Multifacético Señor Paul McCartney, sin el Tímido Harrison ni el Eternamente Joven y Simpático Ringo Starr... podría haber existido. Lo que suena inconcebible es un mundo sin su música, sola e intangible, simple pero imposible, perla perfecta.

Sus canciones, imperecederas, generaron tal revolución -sí, otra palabra que describa mejor lo que los sucedió no hay- que parecen haber estado allí siempre, en nuestros oídos, nuestro inconsciente, nuestra memoria. Para mi generación en particular siempre estuvieron literalmente ahí, pues existimos después de ellos y nunca sabremos del todo qué pasó con su llegada, el arribo al mundo de esos cuatro marcianos con casco y traje. (Siempre llegamos tarde).

El arribo beatle a los oídos del mundo se dio con Love me do: los tres acordes mayores de una escala en su versión más llana, esos que están en toda canción pop de fuerza (uno-cuatro-cinco); a los que suman -exageremos- una letra simplona que repite y repite la palabra más mencionada en la historia de la música popular cantada en el siglo XX y lo que va del XXI: amor. Algo así como una muestra gratis de lo que vendría: con los elementos que venían explotando otros colegas, ellos dinamitaron un mundo que se pintaba bastante gris. Y fue la primera patada de muchas (no hace falta contarles las medallas a esta altura).

Agradezcamos, entonces, haberles pasado de cerca: hay gentes, cosas, momentos, lugares, que no vuelven a pasar más y a la vez quedan para siempre. La música de los Beatles es una de esas magias, seguro.