viernes, 24 de agosto de 2012

Charlas con músicos: Seba Rubin, se va la segunda


Segunda parte de la charla con Seba Rubin (¡aún queda mucho más!). En esta vuelta, el hombre se explaya sobre la composición en general, su trabajo como traductor y su participación mediante una columna semanal en el programa de radio Gente sexy, la obvia consecuencia de una melomanía insuperable de la que aquí -dónde sino- aporta datos jugosos.
Disfrútenlo que se deja:

DEL OFICIO DE COMPONER, AL OFICIO DE... TRABAJAR

Yendo a la composición en general, alguna vez dijiste: “salen muchas canciones pero la mayoría son una porquería”. ¿Te sigue pasando?
Sí, obvio. Me ha pasado de componer canciones ajenas, digamos. “¡Qué buena esta canción!”… claro, ya la hizo alguien antes (risas). 

¿Te dabas cuenta de cuál era y todo?
Sí, a veces son canciones que tenés perdidas, y otras veces decís eso, “esto debe ser de alguien” porque te sorprendés. Después, hay muchas cosas que surgen y que decís “nah, no me interesa”, y lo que no me interesa ni lo termino (la mayoría de las veces). 

¿Pero apretás delete o queda ahí?
No, queda ahí guardado. Unos casetes, unos demitos… De hecho, para el disco nuevo grabé todo en una grabadora digital chiquitita, y tenía un montón de tracks distintos pero dentro de un mismo track, uno atrás del otro. Entonces tuve que cortarlos, y ahí digo: “esto me gusta”, corto y guardo; si no me gusta, lo descarto. No creo que nadie encuentre joyitas perdidas en mis cajones de demos…
Como no tengo la posibilidad de grabar todo el tiempo, de ir al estudio a estar 80 días grabando 27 canciones, entonces realmente vamos a grabar lo mejor según nuestro criterio. También es un ejercicio: en lo que no te gusta nada podés encontrar una pequeña melodía que te dispara otra cosa; en ese menjunje aparecen cositas y confío en que siempre saldrá algo… El día que no salga más, pongo un parripollo (risas).

¿Es algo que hacés diariamente? Agarrar la viola, el ukelele, lo que sea…
Trato. Digamos, no tengo la fortuna de dedicarme sólo a esto, si fuese mi trabajo full-time seguramente dedicaría todos los días a hacerlo. Pero sí, lo hago casi como un trabajo, aunque sea algo lúdico, divertido y que me da mucho placer. Para componer hay que estar dispuesto a que salgan cosas, también. 

¿Sí? ¿No te pasa que capaz empezás a jugar con algunos acordes y sale algo?
Claro, pero eso es predisposición, porque por ahí agarrás el ukelele y tocás una canción de Los Beatles o de Cole Porter. Si te sentás a hacer brotar una canción es porque tenés predisposición a eso. Y hay días que no sale, pero está bueno todos los días despertarse y agarrarlo de vuelta.



¿Y de qué laburás?
Mi trabajo está repartido entre lo que hago de música y lo que hago de traducciones, subtítulos de películas. Por eso también Los Subtitulados... 

Cierto, lo había leído en algún lado pero no sabía si lo seguías haciendo. Eso explicaba todo (risas).
Ahora lo hago un poquito menos que antes, por suerte –no porque no me guste ni no lo agradezca, sino porque me gusta más tocar la guitarra. Pero sí, todavía hago bastantes traducciones.

¿Cómo llegaste ahí? ¿Caíste?
Sí… Cuando dejé mi carrera de economista y dejé de trabajar de eso, estaba por irme a España con Grand Prix -casi un año entero-, y en el momentito que me quedaba acá en Buenos Aires, trabajaba. Entonces mi hermana, que es productora, vino y me dijo: “¿querés hacerlo, te interesa?”. 

Y vos la tenés clara con eso,  imagino.
Sí, sé mucho inglés, tengo un título. Entonces empecé, un poco como para hacer algo en el mes que faltaba antes de irme; después ya estando en Buenos Aires me di cuenta de que me resultaba muy funcional, porque estoy en mi casa y los horarios los manejo yo. Si lo hacés con seriedad y disciplina, en ese sentido, es un muy buen trabajo. Traduzco un poco de todo: pelis, series, documentales. Lo que me manden... 

¿Divierte?
A veces. Igual es trabajo, si vos me das un concierto de Blur, no lo voy a ver. Lo que más me interesa de un concierto de Blur es lo poco que hablan entre una canción y la otra, y cuanto menos hablan, mejor. Después lo dejo en la computadora y por ahí lo veo, pero para mí es trabajo. Hace poquito hice el From the Basement de Radiohead, del último disco The King of Limbs… ¡y no me preguntes qué tocan! Estoy atento a lo que hablan, entonces cuando termino de hacerlo, digo “hablaron re poco, qué suerte”. Lo mando y me voy a tocar la guitarra.
He disfrutado algunas cosas. Tuve la suerte de que me dieran para subtitular el programa de Costello, Spectacle; el documental de Magnetic Fields; o toda la última temporada del Late Show de Conan O’Brien, pero en general no tengo un compromiso emocional con el contenido de las traducciones.

Estas enfocado en lo otro.
Estoy trabajando, siempre depende de qué te den. Si te dan una película que no se entiende nada y hablan mucho, vas a putear.
Lo que tiene de bueno el trabajo es que me permite organizarme de manera tal que si tengo que irme de gira un fin de semana, puedo parar; si tengo que irme a mitad de año sin pedir permiso de vacaciones, lo hago… Obviamente, todo depende de mí, soy mi propio jefe y la dinámica de trabajo depende también de cuánto material haya.


EL PROFESOR POP: UN MELÓMANO DE TODA LA VIDA

¿Cómo llegaste a la radio?
¿A Gente sexy?

Sí, ¿o hacés otro programa y no lo sé?
No, ahora me llamaron los chicos de Plátano Radio, una radio online en español, básicamente de rock. Está muy buena la idea: me convocaron para hacer una pequeña columnita semanal que va grabada, así que en ese sentido llegué también un poco por Gente sexy.
Y a Gente sexy llegué a través de Seba De Caro, que trabajaba en el programa al principio, es muy amigo de Clemente [Cancela] y compartimos algunas salidas de fin de año, hace un par de años. En una reunión nos quedamos con ellos y un par de amigos más tocando la guitarra... Yo tengo un repertorio amplio, siempre me gustó tocar de todo y tengo -está mal que lo diga- bastante facilidad para sacar canciones y tocarlas aunque no las conozca demasiado. Como sabían también que soy melómano y me gusta mucho la historia del rock, se les ocurrió combinar las dos cosas y me convocaron. Y la verdad que para mí fue una sorpresa, nunca lo hice con tanta asiduidad y la paso muy bien.

El programa está buenísimo aparte.
Sí, es una responsabilidad. Un día hago una canción que la tengo más tocada y sale bien, y otro día voy y digo “uy, ¡cómo la cagué ahí!” (Risas). Por lo general, hay gente que no se da cuenta.

Yo soy de los que no se dan cuenta.
Hay veces que digo “bueno, esto quedó como un arreglo raro”, pero la realidad es que quería hacer otra cosa. Tocar canciones todas las semanas parece una huevada, pero en realidad hay que dedicarles mucho tiempo para internalizarlas.
Además es una radio grande. En Blue era un poco más fácil porque el público era más reducido y focalizado, entonces podía echar mano de cosas que son más habituales mías, Burt Bacharach o Roy Orbison. En cambio, en Rock & Pop tengo la exigencia de llegar a un público más amplio y hay que ir un poquito a cosas más grandes, más seguras. Pero lo disfruto igual, aunque el método de selección de canciones sea distinto. Estoy contento porque es una exposición muy sana.

Y se nota cuánto se divierten…
La columna tiene un objetivo lindo, yo digo siempre que es como cuando un hermano grande o un amigo mayor se acercaba y te decía “escuchá esto”. Estamos viviendo una época en la cual la historia del rock ya es larga, ¡Chuck Berry pasó hace casi 60 años! Es una locura y a la vez es natural que un pibe de 20 años no conozca a Chuck Berry, a Elvis, a los Byrds o hasta a los Beatles. Son grupos que están cada vez más atrás en el tiempo y lo que me interesa es rescatar esas cositas que para mí son más cercanas -más por gusto personal que por edad-, traerlas a la actualidad. O sea: ¿te gustan los Kings of Convenience? Perfecto, a mí también me gustan, pero escuchá a los Everly Brothers o a Simon & Garfunkel. Es como yo vivía la radio de chico, un medio para conocer música nueva, algo que pasa cada vez menos.

Cada vez se pasa menos música en la radio.
Sí, y además la gente escucha la radio para escuchar lo que ya conoce, en otra época era al revés. Y por cuestiones comerciales, por cómo está armada la industria, las radios también tienen menos posibilidades de pasar cosas que la gente no conoce. Entonces, con que dos o tres personas digan “¿The Jam?”, vayan y lo busquen, para mí está bien. No puedo pretender que la gente salga corriendo a comprar discos de ellos: mientras la escuchen, esa banda no se va a morir y vamos a abrir un poco el juego de vuelta.
La columna tiene que entretener, educar y ser divertida. Si después hay alguien que va más allá, fenomenal.


¿A vos quién te hacía de maestro?
Tuve varios, en distintos momentos de la vida. Era muy inquieto por naturaleza y un poco solo. Vivía en Villa del Parque, teníamos una disquería en el barrio... y escuchaba radio. Antes de que existiera la Rock & Pop, grababa cosas y agarraba los discos de mi viejo: Roberto Carlos, los Beatles, Alberto Cortez, Elvis Presley. Ya a los ocho años iba a la disquería con mi mamá y le pedía que me comprara discos de los Beatles; leyendo los discos de los Beatles veía que una canción no era de Lennon / McCartney y era de Chuck Berry, entonces iba y me compraba un disco de él.
Después tenía amigos con hermanos mayores; a mis primas... iba y les sacaba los discos, preguntaba “¿qué es esto?”, me decían “Styx” y yo lo agarraba y me lo llevaba. En ese momento estaba fascinado porque para mí era una música nueva y no había tanta como hoy; ahora a Styx no lo puedo ni tragar. Y cuando apareció la Rock & Pop fue importante: me dormía con la radio debajo de la almohada, porque escuchabas Frank Zappa, Madness o XTC.

Te agarrabas de lo que podías...
Sí, por ahí estaban las encuestas de fin de año de las revistas, donde votaban los músicos y, supongamos, yo no era fan de Soda Stereo ni tenía discos, pero sabía que Cerati era un tipo con data interesante y mencionaba a Echo and the Bunnymen o U2. Entonces iba y me compraba discos de esas bandas: lo que conseguía.
También compraba libros, tenía uno que se llama Treinta años de rock, de Editorial Salvat. Me conocía a todas las bandas de nombre, de las fotos... ¡pero nunca los había escuchado! (risas). Después en un viaje me compré otro libro, Top 40 hits, un libro de estadísticas del Top 40 americano: estaban todos los artistas que habían ingresado en el Top 40 del ’55 al ’84, todas las canciones en orden alfabético. Eso era ilegible, ¡y yo lo leía!: “King Creole & the Coconuts, qué será esto…”; no importaba, fantaseaba con cómo serían, con las fotos, los nombres de las canciones. Después llegaba al disco y decía, “¿esto era?”.

¡Había mucha imaginación ahí!
¡Claro! Después empezaron a traer más discos, revistas importadas y nacionales más especializadas, los viajes, internet... en otra época hubiera sido impensado llegar a esos niveles. Es interesante lo que pasa pero también cambia mucho la forma de escuchar música. Por una cuestión de edad, mi manera de escuchar música es muy distinta de la de un pibe de 15, la forma de construir ese universo no es la misma. Y con la columna de El Profesor Pop trato de enlazar esas cositas, esos dos mundos.

Por eso te gusta tanto hacer covers, supongo.
Estudié música con un gran profesor, Jorge Puig, que me enseñaba a sacar canciones: me explicaba cuál era la tónica, cómo era la escala mayor... Pero yo sabía que lo que él estaba haciendo era darme las herramientas para que, más allá de estudiar formalmente, que lo hacía -aunque me costaba porque era bastante vago-, aprendiera a grabar y a sacar canciones. Y más de la mitad de mi formación musical está en los discos, en agarrar temas de Robyn Hitchcock y descubrir que el tipo pone acordes abiertos, o descubrir con Cole Porter cosas más sofisticadas, acordes disminuidos por todos lados.
Hay momentos en los cuales necesitás pegar determinado salto y todo esto siempre me ayudó, como conocer varios instrumentos que te brindan colores distintos. Digamos: hacer covers fue la manera en la que aprendí a tocar.


[Las fotos que ilustran el texto son gentileza de Lula Bauer, excepto la del Niño Rubin, cedida gentilmente por el propio Sebastián].

domingo, 19 de agosto de 2012

De pie señores: vuelve Robert Plant


"Y que no soy actor de lo que fui".

El Robert Plant que viene a mostrar su arte a la Argentina no es el del afiche, es muchos más. Muchos años más, por empezar, muchas ideas y mucho blues, mucha pureza, más arrugas y la onda rock-star un poco -un poquito, nomás- diluida. Plant es uno de los rockeros que mejor ha envejecido respecto de su propia música y su leyenda; quizá junto a Bob Dylan y Paul McCartney sea de los ancianos superclásicos del rocanrol que mejor forma muestra.

En el año 2007, hubo una reunión de Led Zeppelin (considerando la posibilidad de que exista verdaderamente un "Led Zeppelin" sin John Bonham que sea más que el mero nombre de una legendaria banda de los años ’70, incluso siendo su hijo quien lo reemplace) que duró lo que un suspiro. El recordado reencuentro se dio en el marco de un homenaje a Ahmet Ertegun, el creador de Atlantic Records, sello que albergó la discografía completa del grupo. Por supuesto, hubo alboroto popular (?) y clamor por una gira que abarque el entero mundo: parecía ser que todos querían (queríamos) ver en vivo lo que era una nueva versión del clásico. Pero Plant fue el primero, desde un principio, en saber que no era el mismo del afiche. Ni su voz, ni su música, ni sus intenciones -sus ganas-, estaban puestas en despertar a un gigante que dormía plácidamente en los laureles de un Olimpo bien ganado. Había sacado un disco etéreo, precioso y atemporal junto a la cantante y violinista Alison Krauss, que arrasaría meses después en los premios Grammy pero, primero, arrasaba con los oídos de quien se asomara a escucharlo con la debida atención: el fantástico Raising sand, clave para ponerlo en la primera plana de la industria luego de años de bajo perfil. (Ojo: un bajo perfil que abarcó discazos como Dreamland y Mighty rearranger).

Hacia allí apuntaba su destino, a una búsqueda cada vez más pura y honesta -así suena, a verdad- de las formas bluseras, asociada a una paz inusitada que poco tiene que ver con el sonido tremebundo Led Zeppelin. Por eso dijo no y creo que lo comprendí: me pareció una decisión lógica que engrandecía y dignificaba su presente. En unos meses viene con su actual banda, con la que sacó el pasado año otro disco magnífico y sutil -Plant ha sabido hacer de los silencios y lo reposado un lugar cómodo en el que apoyarse constantemente, despojándose casi del todo de cualquier movimiento distorsivo- llamado Band of Joy. Así se llamaba su primer grupo: ahí hay una pista. El hombre parece querer llegar al punto inicial, al origen más origen, y eso le sienta y le suena muy bien. Ni siquiera sé si en sus shows toca repertorio de Led Zeppelin, pero si no lo hace, estoy seguro de que el show será igual de bueno.

A eso le llamo coherencia: a saber vivir bien del pasado, revolviéndolo para encontrar un buen presente sin tener que volver directamente a él como un mendigo de lo que se fue. Con la voz más grave y sin gritar, ahí se nos viene Roberto y lo recibiremos con los oídos bien abiertos.

Salud Plant, estás hecho un pibe. Como el del afiche.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Charlas con músicos: hoy, Sebastián Rubin (pt. 1)


Dicen que los gustos son gustos y, en fin, no hay más que seguir dándoselos… Volvimos  (volví) a visitar el hogar de un músico para tener una de las charlas más amenas y extensas de esta sección. El anfitrión esta vez fue Sebastián Rubin, voz líder de Rubin y Los Subtitulados, junto a quienes ha publicado recientemente un álbum de (notables) canciones intitulado Más.
Rubin es como canta: cálido, fresco, claro; un gran charlador, un tipo para escuchar con atención. Así fue que nuestro diálogo se extendió durante una hora y media en la que abordamos temas de lo más variados: su trabajo, su participación radial en el programa Gente sexy, sus estudios universitarios, el éxito de Los Campos Magnéticos (su grupo paralelo), los recuerdos de Grand Prix (su anterior banda) y toda una vida  escuchando, leyendo y haciendo música.
En esta primera parte, el hombre se explaya sobre la confección de su nuevo y recomendable álbum:

Comencemos hablando de Más, que es lo reciente. ¿Cómo fue el armado del disco en cuanto a composición y grabación?Es un disco muy especial en ese sentido, porque fue armado en grupo, y aunque todos mis discos fueron armados en sala de ensayo, en este disco en particular con Los Subtitulados buscamos generar un sonido nuevo, de banda, que tiene que ver con el trabajo en el tiempo y no en la intensidad, en obras en poco tiempo. Y con eso en mente, la composición también fue diferente. En algún punto fue igual, porque las canciones salían de mí, pero llegaban a la sala de ensayo mucho menos trabajadas. Antes hacía unos demos, no muy sofisticados pero con la suficiente información como para saber la forma del tema, el beat que podía tener -sin tener baterías ni nada-, con guitarras acústicas y arreglos muy chiquititos. Pero estaban más pensados, llegaban a la sala de ensayo con más trabajo encima. Y en este disco llegaron directamente en la versión lo más cruda posible, que era lo que yo grababa cuando se me ocurría una canción: con todos sus errores, mejorando estrofa a estrofa; uno va aprendiendo una canción a medida que va componiendo. Entonces agarramos las canciones desde mucho antes, lo cual fue generando mutaciones distintas, desarrollos distintos.

Lo que tiene de particular el disco es que casi ninguna de las canciones fue tocada con los instrumentos en los cuales se compusieron. Por ejemplo, podía componer con una guitarra española y que en el disco terminara sonando como Vuelo suicida, cuyo sonido no tiene nada que ver con ese timbre. No me olvides, Margarita fue compuesto con un ukelele; Fred Astaire la escribí con un ukelele de ocho cuerdas. En ese sentido también fue algo novedoso, porque al no usar un instrumento similar a la hora de componer -como podría ser una guitarra acústica-, la información o la impronta que tenía la canción en el demo estaba abierta a cualquier tipo de interpretación, porque la íbamos a tocar con otro instrumento.
Más es el resultado de un proceso distinto para nosotros, pero que fue increíblemente satisfactorio y feliz. Y la grabación en Ion fue la frutillita de la torta: pudimos grabar en un estudio con historia, con un sonido muy especial, una sala increíble con micrófonos y mesas antiguos (y no tanto) como para lograr un sonido más cálido.

Y a vos te gusta bastante eso, ese sonido.
Sí, totalmente. Encontrar un sonido grande y al mismo tiempo preciso, cristalino. Y la verdad que se trabajó para llegar a ese lugar y logramos disfrutarlo al máximo.


¿Te parece que es el disco más grupal por cómo se laburó el armado de los temas?
Yo creo que es el disco mío que tiene la mayor impronta de una banda, desde el primer disco de Grand Prix. Creo que durante todos estos 10 o 12 años, en algún punto quise recuperar -consciente o inconscientemente- esa dinámica que es más natural en una banda cuando sos más chico, no tanto cuando ya tenés tantos discos encima (y más años). Pero lo logramos, lo cual es como una segunda oportunidad que me dio la vida de disfrutar de un grupo como cuando tenía 20, 22 años, pero con mucha más experiencia. Y es más divertido todavía, mucho más sano y mucho más valioso y lo sabés apreciar más. Estoy muy agradecido de haber tenido la oportunidad de llegar a esto, fue todo un esfuerzo.

¿Te sorprendió cómo quedaron finalmente algunos temas? 
En este caso empezamos con canciones que ni siquiera yo me propuse pensar cómo quería que sonaran al final, dejamos que cada canción fuera creciendo, desarrollándose y descubriéndose a sí misma. Y ahí encontramos cosas que nos gustaban más que otras, descartamos lo que no nos gustaba, tomamos lo que sí y trabajamos sobre eso. Así que no podría contestar la pregunta porque tampoco tenía una idea inicial.
En los otros discos había una idea primaria más fuerte, entonces tratábamos de llegar a eso de la manera más fiel posible, y aunque las canciones siempre terminaban quedando mejor de lo que yo imaginaba, lo hacíamos en un vector temporal mucho más corto. Ahora, una canción se me ocurría o la imaginaba así y los chicos la mejoraban. La sensación general es esa: que después de grabar, mezclar y masterizar, las canciones están mejor de lo que jamás imaginamos. Pero son procesos y momentos distintos.

¿Se potenció todo con el lugar de grabación también? ¿Ayudó?
Todo ayudó. Para que un disco salga bien hay un montón de eslabones y un montón de factores que influyen y el equilibrio en el cual uno transita es súper inestable en algún punto. Cualquier cosita desvía la atención, desvía una idea… Algunos de esos desvíos son súper positivos y otros te hacen volver al tablero y a tener que reescribir las cosas. Seguro que ayuda estar en un estudio en el cual todo lo que vos hacés suena tal cual lo imaginás y no hay que hacer ningún tipo de trabajo de post en términos de tener que manipular lo que uno graba para alcanzar el sonido, uno lo va alcanzando en el momento en que lo va grabando. Eso hace que las canciones lleguen mucho más puras a la mezcla, ya están casi como vos querés que suenen y no hay que hacer mucho trabajo. Entonces, sí, obviamente que potencia, porque cuanto mejor sea la calidad de los procesos de grabación, mejor va a ser el resultado final en términos de audio.

Y además porque estar en un estudio así también te inspira. Parece una cosa muy trillada pero es verdad, estás en un lugar que decís “puta, yo acá tengo que romperla”. Te motiva, te hace decir “hay que aprovechar esto”. No cualquiera puede grabar en Ion, en las condiciones que nosotros grabamos, no cualquiera puede mezclar en Revolver en las condiciones en que mezclamos; y todas esas cosas hay que saber valorarlas, agradecerlas y aprovecharlas. Creo que estamos híper contentos con Más, porque es el fruto de todo un trabajo, y es lo que soñábamos sin tener muy claro cuál era el resultado final: tener un disco que saliera y que nos hiciera sentir esto, digamos. El orgullo, el placer de escucharlo, de seguir escuchándolo…

¿Lo escuchás?
Sí. Al principio cuando salió lo escuché un poquito más. Los chicos también. De vez en cuando te dan ganas de escucharlo, es como “¡qué lindo lo que hicimos!”, está bueno.


¿Te pasa ya de querer cambiarle algo?
No. Hay un refrán que dice “las mezclas de los discos no se terminan sino que se abandonan”. Y en ese sentido nosotros hemos corregido lo que sentimos que teníamos que corregir hasta muy avanzada la mezcla. Incluso regrabamos alguna guitarra, alguna cosa que no nos gustaba… Pero el disco está. O sea, es eso, el reflejo de un momento, no cambiaría absolutamente nada. Si ahora hago otro disco por ahí haría otra cosa, pero no tengo nada de qué arrepentirme.

Grabaron rápido, ¿venían ensayados?
Veníamos muy ensayados. Se grabó en cuatro días y después hicimos un par de días más de overdubs con las voces, pero básicamente se grabó en esos cuatro días. Eran los tiempos que estaban planeados, con tranquilidad, realmente trabajamos y ensayamos pensando en la grabación y en las condiciones en las que íbamos a grabar. Pensamos en una grabación en vivo con pocos overdubs; los temas tenían que sonar bien con cinco personas tocando, sin que hiciera falta agregar mucho. Entonces, en ese sentido, la producción se centró en ese tema.

¿Pensando en el vivo también?
Bueno, en vivo siempre terminás adaptando alguna cosa. Por cuestiones de comodidad también terminás grabando algunas cosas separadas, o las acústicas… Pero sí, si la banda suena bien en vivo, en el estudio tiene que reflejar eso. Mejorarlo un poco, tener la posibilidad de hacer cosas más complejas, porque puedo cantar separado, puedo tocar separado la guitarra y en el show no. Pero digo, también depende del disco, podés grabarlo con la voz en vivo también (Neil Young lo ha hecho siempre).
No sé si pensamos tanto en vivo... el vivo es un reflejo del disco y el disco es un reflejo del vivo, se van retroalimentando.

Volviendo a la composición, ¿descartaron mucho material o quedó más o menos lo que había?
Había bastantes más proto-canciones de las que habitualmente teníamos, unas 20 cancioncitas o pedacitos de ideas de canciones sobre las cuales trabajar. Elegimos empezar por algunas y después, a medida que avanzó el tiempo, fuimos agregando otras o sumando canciones nuevas que aparecían en el trayecto. Empezamos con 6 o 7 canciones elegidas, y a partir de  ahí fuimos agregando a medida que decíamos  “bueno, acá faltaría esto, te acordás de aquella.
Entonces, quedaron cosas afuera pero no diría que canciones enteras, algunas son ideas que pueden recuperarse y quedaron un par de canciones que estuvimos ensayando unos días y dijimos “no son para el disco”. No quedó un material abismal: grabamos las canciones que más nos gustaban y que mejor quedaban para nosotros.

Una cuestión de identidad también.
Exacto. Que cuenten una historia; aunque no sea un disco conceptual, que el relato sea coherente.

¿Y están contentos con las críticas?
Estamos súper contentos, las críticas fueron relindas. Cuando uno hace un disco en los términos en que hicimos nosotros Más -si uno escucha este disco y los anteriores va a notar que la banda no es la misma- se genera una duda: "¿esto está buenísimo o es una gadorcha?" (risas). Nadie había escuchado nada, ni los amigos ni las novias, entonces decíamos “puta, ¿la gente qué va a decir?”. Habíamos tocado Margarita en los shows y lo pedían como bis, en ese sentido estábamos tranquilos pero era sólo un tema... y cuando vino Hernán Agrasar -el ingeniero de grabación- a la sala de ensayo, me acuerdo que se quedó y nos dijo “qué osado... qué manera de cambiar la forma de tocar”. Y él nos conoce: si ni él nos podía decir “¡qué bueno!”... (Risas).
A los amigos y al público les regusta el disco, pero obtener esas críticas de la prensa, de gente que nosotros admiramos y que sabe un montón, como Martín Graziano o José Bellas, siempre suma. Más allá de que todas las críticas fueron muy lindas, quizá destaco esas porque nos da mucho orgullo, es como un mimito. No es fundamental pero si lo hacen mejor.
Y sí, repito: estamos muy contentos.


* Rubin y Los Subtitulados se presentan este viernes 10 en The Roxy (Niceto Vega 5542).
Banda invitada: Mostruo! ("Somos súper fans de ellos", Rubin dixit).
20 hs - Apertura de Puertas
21 hs - Comienzo del concierto
Entradas anticipadas con descuento en Ticketek
Entradas en puerta $50
Más info en info@rubinlandia.com.ar y www.rubinlandia.com.ar



[Nota: las magníficas fotos que ilustran esta charla fueron tomdas por Lola García Garrido]