viernes, 28 de diciembre de 2012

2012, Año de Buenas Canciones: éstas nos gustaron

En esta época del año -esos insoportables últimos días que están total y completamente de más entre las Navidades y el Año Nuevo- abundan en las revistas musicales, periódicos, blogs y demás, las ya clásicas encuestas con lo mejor de: todo aquello que no deberíamos perdernos y/o (se supone) dejó su marca indeleble dentro del período transcurrido. Como somos más humildes, no creemos tener la verdad, ni nos da el cuero para armar una encuesta con 500 músicos opinando al respecto, en La Música es del Aire vamos a hacerla más simple: nuestros discos favoritos del año son aquellos que aquí mismo comentamos; más varios que nos quedaron en el tintero pero tendrán aquí su debida mención y dos o tres palabras de descripción y agradecimiento (en el futuro, seguramente surjan algunas acotaciones algo más desarrolladas de varios de estos álbumes).

No nos animamos a poner un orden numérico, aunque puede que haya discos que nos gusten más que otros; ¿por qué dar un orden a algo bello, si no es una competencia? Escuchen ustedes, si así lo desean, y quizá encuentren en este mar de discos una buena compañía para los días por llegar. Todavía nos queda por bucear mucha música recién salida del horno... pero hoy nos acordamos de estos álbumes: 


Brusa y los Bombones de Murano - Ídem: Un disco sorprendente para lo que podía esperarse de la dulce y suave voz de Eugenia Brusa (la referencia nos orientaría hacia un pop similar al de Les Mentettes). En este disco, que funciona por oposición al  grupo, Brusa aborda boleros tradicionales, aires de folklore y valses, con su habitual calidez y languidez, acompañada de una banda sutil y acústica. Esta vuelta, además, va en castellano y para que se den una idea, tiene temas que hasta puede cantar mi abuela de 90 años (esto sucedió, de veras). Se escucha algo -poquito, liberen más...- por acá.
Y sino, cómprenlo como hice yo, amigos.


Crisologo y los cuerdos - Melodías para dar: Un EP preciosista que deja ganas de disco. Canciones matizadas con vientos, órganos y cuerdas; bonitas melodías e interludios; armonías simples pero efectivas. El sonido sesentoso remite a los comienzos de La Perla Irregular: hay amor allí por esa década, fuente inagotable del pop. Líricas sobre el olvido, la pérdida y el paso del tiempo, con cierto dejo evocativo e ideales para escuchar a las 3 de la tarde -todos los días- de un verano infernal. Veremos cómo continúan... por lo pronto, Melodías para dar se escucha y baja de acá.


El mató a un policía motorizado - La Dinastía Scorpio: Uno de los discos más esperados del under local en años. Estos platenses desprolijos merecen más parrafada, especialmente por ser exitosos en un mundillo -el indie- que pareciera odiar, al menos en teoría, sus dos cualidades fundamentales: la épica barrial (¡puaj!) y la repetición de un estilo, el más de lo mismo. ¿Queda mal decirlo? No. ¿Es necesario un cambio rotundo cuando lo que hacés te sale tan bien? Por ahora, con eso a El mató... le alcanza y le sobra.
Ya sin los fantasmas del fin del mundo y con un sonido algo más hi-fi, el grupo redobla su apuesta de distorsión contenida y voz rasposa, pega un hit tras otro y vuelve a salir airoso y ganador. Como los campeones de la tapa.
Van subiendo, de a poco, acá.


Flopa Minimal - La piedra en el aire: De éste ya hablamos largo y tendido con los protagonistas. Un disco a dos voces y dos guitarras, despojado de grandes arreglos y pequeños detalles. Folk a montones, donde lo que importa son esas dos voces que se funden, la madera de las violas y las melodías que se  despliegan en cada una de las trece canciones que se contienen las unas a las otras. Todo es uno y se nota que así se trabajó, incluso compositivamente... no por nada el disco lleva la firma de Flopa Minimal, así, sin guión. Paren la oreja que hay cuatro o cinco momentos de antología (Atolondrón, Todo lo que ya no sirve, La máquina de hacer todo mal, ¿Y cuánto más tengo que pagar). Pueden descargarlo desde la mismísima página oficial del dúo.


La Perla Irregular - América: Si el disco de Flopa Minimal es un canto al despojo, aquí tenemos el ejemplo inverso. La mente brillante de Pablo Vidal pega el salto final con un disco mega orquestado, el más complejo de los cuatro álbumes que La Perla Irregular haya editado (casi sucesivamente, en una demostración de talento compositivo casi abrumadora e inédita en estos últimos años). Cuesta al principio, parece un laberinto prog, pero la luz de los sesenta asoma y ya no deja de iluminar a este continente de sonido, cuidado al detalle. Hay que darles su tiempo a las formas y adentrarse en ellas mientras se distinguen los destellos de un mundo fantástico... Una hora para viajar siempre. Descargad.


Los Reyes del Falsete - Días nuestros: Nunca tan bien puesto un nombre de disco. Los Reyes parecen estar en su momento de gracia y eso es lo que suena: diversión, alegría, fluidez, la marca de su mejor momento que se certifica en la variedad y la potencia de estos Días. Es inevitable mencionar el tema del disco, Los niños, donde los acompaña Litto Nebbia como diciendo "bienvenidos a todo esto del rock nacional". Pero la épica no está sólo ahí, sino que llega hasta límites insospechados, incluso... ¡con un final a toda cumbia! (Que no suena ni un poco snob: San Jorge es parte de esa fluidez que mencionaba antes). Si no lo escuchan, se están perdiendo el 2012. Así de simple.


Mister - El olor de la sangre: No podía faltar el toque de oscuridad. La primera experiencia solista de Ramiro García Morete (Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete) lo muestra alejado de las canciones melodiosas de su grupo y lo acerca a los sonidos más cavernosos de su voz. Un disco casi desgraciado, maldito, difícil de escuchar y a la vez adictivo. ¿Cómo se explica? Ojalá lo supiera... La sangre mancha todo pero queremos más de estos paisajes sombríos, mientras esperamos que vuelva el brillo de la Orquesta de Juguete. ¿Recomendaciones para probar este plato frío? Las escalofriantes Villa Urquiza, Elegía II y Blues de la media sangre. ¿El hitNocturno sobre el Viejo de Ojos Distintos.
Presten la debida atención a esta pluma y, si van a escuchar, no lo hagan bajoneados ni de noche: supongo que puede ser riesgoso.


Rubin y Los Subtitulados - Más: Otro que desarmamos junto al protagonista; Más es un disco ambivalente: de ruptura amorosa y desengaño por un lado, de hits guitarreros y canciones redondas por el otro. Poseídos por Tom Petty, Los Subtitulados suenan más consistentes que nunca, sin perder su esencia, aquella que redondea canciones en su mayoría breves y directas al mentón. Más no es la excepción y se pasa rapidísimo, en un suspiro.
Atención a los hits que hay escondidos aquí (casi, casi, todos los temas del álbum; especialmente los tres temas que inician el disco: Fred Astaire, No me olvides Margarita y No sé qué va a ser peor). Se escucha y baja por aquí.


Los Pels - Nancy y Julio: Con producción del ya mencionado Pablo Vidal, Los Pels se mandan un simple de tan solo dos temas en los que narran, precisamente, la historia de una pareja sumergida en las profundidades del Delta bonaerense (Nancy y Julio, claro). La dama se marcha y el hombre la espera por siempre: no suena nada raro pero el testimonio de Julio resulta suficiente para que Tingo Zucal componga dos canciones de -¡por supuesto!- impronta 60s e incurable dolor, contrarrestado por los arreglos de cuerdas de Vidal y esas dos melodías entrañables, de lo mejor de su repertorio personal y de este año. También dejan ganas de disco nuevo, y pronto. Los esperamos.


Rivero y El Mico - El fulgor: A este disco lo descubrí en vivo, primero. En trece canciones despojadas de elementos exóticos, Rivero y El Mico van al grano con canciones de banda de rock: la voz al frente, la base bien firme, coros que engordan las texturas, algunos raptos cercanos al funk, guitarras de las acústicas y de las otras, estridentes. Nada suena extraño y a su vez todo suena bien. Jesús Rodríguez y los suyos contagian la energía  de sus temas, de sueños, dolor y vacío... Momentos de intensidad (Todo está en vos); canciones bien arregladas y abrochadas (las preciosas Caminaba y El fulgor); raptos intimistas (la acústica y delicada Para en otro sueño despertar) redondean un disco amigable para cualquier hora y momento. Pulgares arriba.


Andrés Ruiz - Un santo nuevo: Si hablamos de gente prolífica, no debemos olvidar a Andrés, dueño de una vasta y sólida discografía solista. Puede interpretarse a Un santo nuevo como la secuela de Ruiseñor, su álbum anterior, aunque aquí parezca haber otra vuelta de rosca en las canciones, que parecen estar siempre atravesándote un cuchillo incluso cuando las melodías son amigables al oído, como en los temas donde se suma la voz de Jimena López Chaplin (Comerás mi pan y Se disuelve entre los dedos). Pulso rockero, sonido enigmático (acrecentado aquí por la presencia de teclados solemnes y armonías de guitarra no tan convencionales) y una de las voces con más presencia del rock argentino: grave y firme, la manera de cantar de Andrés es fundamental para darle un eco de solemnidad a cada pieza. ¿Quiere antihits? Aquí están. 


Valentín y los Volcanes - Todos los sábados del mundo: Una canción detrás de otra, todas imparables. La pluma de Jo Goyeneche se revela como una de las más ingeniosas y sintéticas dentro de las nuevas voces rockeras, y la banda suena más pulida que en su debut; quizá por eso el concepto del disco cierra perfecto y se convierte en lo mejor que Los Volcanes han producido hasta la fecha. 
En La Plata ya la gastan, sólo les falta expandirse un poco más y empezar a girar: hits como Pequeña Napoleón piden cancha en cualquier lado, y algo me dice que el tiempo no tardará mucho más en darles la debida razón. Prueben por aquí.


Orquesta de Perros - Roles y oficios: Para cerrar una lista poblada de grupos platenses, qué mejor que el LP debut de Orquesta de Perros, grupo compuesto de varios solistas y partenaires de diversos grupos dentro del magnífico sello Uf Caruf! Guitarras afiladas, cantores que por momentos suenan desaforados y también saben relajar, y lo más importante: pequeñas piezas que brillan por sí solas y en conjunto, y un sentido de grupo que les da la contundencia justa para merecer destino de himno a casi todos los temas. De la furia de Los polacos a la encantadora Cara de pato (o cómo hacer una canción perfecta de dos minutos y medio), quedan las ganas de que pronto arriben novedades de estos escritores tan personales y esquizoides. Y eso que Roles y oficios sigue estando fresquito.


(Quedaron varios discos afuera por no llegar a escuchar lo suficiente como para juzgarlos; algunos de ellos, por ser demasiado recientes. Seguramente sigan apareciendo en el futuro cercano. Los invito a ustedes a contar los suyos).

lunes, 17 de diciembre de 2012

Grand Prix y sus canciones, por una noche



Una de las pocas noticias que faltaba para culminar un año en el que el underground local gozó de gran salud -discos de increíble factura; festivales emergentes todos los fines de semana; colaboraciones entre grupos noveles y artistas de renombre; proliferación de sellos independientes-  es el retorno de la banda que dio impulso vital a la canción de guitarras en los albores de la década '00: Grand Prix, el grupo comandado por Sebastián Rubin, va a concretar su vuelta por una noche el próximo jueves 27 de diciembre con un show en Ultra Bar, pasados ocho años de su separación.
Por tal motivo, volví a contactarme con el mentor Rubin (recordarán la grandiosa entrevista en la que, entre tantísimos temas, hablamos del grupo) para que nos detalle algunos pormenores del reencuentro, que incluye la publicación en internet, Bandcamp mediante, de sus dos álbumes de estudio (los notables Hogar y Lejos); a los que suman un EP virtual fechado en 2012, con aportes añejos de GP a discos homenaje de variopintos artistas (de Charly a los Smiths). Todo para descargar gratis, por supuesto.
En fin, es mejor que cuente más un protagonista:

-¿De quién fue la idea del show retorno?
El que motivó un poco esta reunión de diciembre fue Agustín (Casalía), nuestro baterista. Él está viviendo en Suiza hace 8 años y, muy como quien no quiere la cosa, deslizó la pregunta a los demás integrantes y todos fuimos diciendo que sí, naturalmente, sin plantearnos demasiado nada. Como tenía que ser, creo.

-¿Por qué ahora? ¿Tiene algo que ver que se hayan cumplido diez años de la edición de Lejos?
Supongo que sí, Lejos fue un disco muy especial para nosotros, tuvo una vida muy intensa, vivimos cosas increíbles gracias a él y también fue la intensidad de esa situación la que terminó por hacernos implotar. En algún punto, este show tal vez sea darle un cierre mucho más digno de esa historia, más feliz, más maduro.



-¿Tienen pensado retornar en un futuro cercano o es imposible?
Puedo contestar sólo por mí. No creo que volvamos, artísticamente no siento esa necesidad, pero me siento muy feliz de recuperar el repertorio de Grand Prix con mis ex compañeros, disfrutarlo a pleno y reencontrarnos con la magia que había sobre el escenario y en los ensayos. Por otro lado, hay cuestiones geográficas que lo imposibilitan de raíz (risas).

-¿Qué repercusión sienten que tuvo la banda en todos estos años que pasaron?
Es extraño, pero cuando nos separamos, más allá de lo duro y movilizador que fue para nosotros (y tal vez para unos pocos más, jaja), no pareció importarle demasiado a nadie. Hogar había sido bien recibido pero editado en un momento complicado y no pasó mucho más que eso; y Lejos directamente se había editado sólo en España y al volver, a pesar de que creo que debimos haber recibido mucha más atención por haber hecho una auténtica quijotada cuando la mayoría de nuestros colegas estaban como pollos mojados en sus salas de ensayo, nos ningunearon olímpicamente. Claro que, mágicamente, cuando dejamos de tocar, nos convertimos de un día para el otro en una banda "mítica" o "de culto", cosa que nunca fuimos ni nos interesó ser, y mucha gente empezó a llenarse la boca con nosotros (NotaLejos fue editado en Argentina en 2007). Ni lo uno ni lo otro, fuimos una banda con un vivo impresionante, con dos discos llenos de canciones hermosas y esperamos que la gente que venga a vernos pueda disfrutarlo tanto como lo vamos a hacer nosotros.

* Grand Prix se presenta el 27 de diciembre en Ultra Bar (San Martín 678). Entradas anticipadas con descuento en Ultra, de lunes a viernes (12 a 16 horas) o durante los conciertos programados en la sala; y en Anthology Discos (Galería Bond Street). 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Se buscan

Los mejores discos del año 2012.
Tiren ideas, en especial para el plano internacional.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Sábados de Superación



“Quiero caminar con vos, 
y llenarme los ojos de sueños de homeless que sólo saben cantar, que vivirán”.

Esta frase se repite en el estribillo de Los chicos de Orense, la tercera canción de Todos los sábados del mundo, uno de los (tantos) magníficos discos que han aparecido dentro del amplio panorama under local en este 2012 que comienza a saludar su retirada. Las primeras veces que escuché el tema en cuestión no reparé en esta porción del texto, que define a la perfección el estado natural –así suena– de un disco y una banda en plenitud. ¿Será la juventud, serán las ganas, será que el 8N y la lluvia no nos pueden pasar por arriba, serán las drogas, será la joda, será la perdición, será que cuando las canciones te salen derechitas no hay manera de no sonar así? No lo sé, pero todo fluye, quizá gracias a ese estado loser consciente (“yo juego al perdedor porque al fin, sé que ganaremos los dos”) de Valentín y Los Volcanes. De ellos hablamos, platenses desprolijos –como buenos platenses– que esta vez se peinaron un poco y vistieron mejor para la foto.

Y sí. Puede ser la esperanza típica de un joven con gracia, o la (odio esta palabra pero la voy a usar igual) desfachatez de un grupo que arrima como promesa del rock cancionero, la que nos ofrezca versos épicos en los que un grupo marginado por la sociedad canta (maravilloso gesto, mejor imagen: muchos homeless cantando) y luego afirma su resistencia (el "que vivirán"; los primeros estribillos no resuelven ese final). Lo mejor de todo esto es que la foto está en las retinas del protagonista: llena sus ojos de sueños desesperados, sueños que en realidad se relacionan con un amor. Esto funciona bien.

***

Utilizo la cita como un extracto de la relevancia textual y musical omnipresente en Todos los sábados del mundo. Canciones sueltas y bien resueltas, los trece temas del álbum son pequeños objetivos cumplidos de tres minutos y medio. No hay un solo momento flojo. El contenido letrístico, queda claro, es más que original: busca y encuentra buenas, nuevas y breves formas de decir, a veces por medio de la repetición (la tautologiquísima No veo la hora de ver la hora parece insoportable a primera escucha y luego se revela excelente) y siempre con buenas resoluciones, mediante imágenes logradas e ingeniosas o descripciones lo suficientemente enigmáticas como para atraer la atención del escuchante.

Musicalmente, como esbozaba con anterioridad, Los Volcanes han terminado de pulir su sonido y así favorecen las cualidades de sus melodías que, como ejercicios bien resueltos, cuentan con estribillos infalibles. Los teclados se tornan un ingrediente fundamental a la hora de matizar y embellecer la forma, tanto en las partes cantadas como en los pasajes instrumentales, a la vez que la voz de Jo Goyeneche (garganta sin arena) se acopla al sonido hi-fi y sabe cuando arrastrarse y cuando flotar.
El curso del álbum es tan redondo que hasta da satisfacción ir descubriendo los también originales nombres de los temas, tan buenos como las piezas mismas: Si Ud. fuera la muerte, La maravillosa muerte de alguien más, Pequeña Napoleón (tres hits si Los Volcanes fueran un grupo con chapa y radio).

No digan que no les avisé: aquí está uno de los mejores discos independientes de los últimos días. Pueden escucharlo desde el Bandcamp del grupo y comprobar la buena salud de la canción nacional: los días felices quizá sí estén hechos para nosotros.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Un acto de amor. "Hay otra canción"

 
 "No entiendo por qué la gente se asusta de las nuevas ideas. A mí me asustan las viejas". 
John Cage.

***

El pasado jueves, el Teatro Coliseo fue testigo de un evento musical tan único como necesario, emotivo para el público y para los muchísimos músicos que salieron a escena. Un evento de esos que hacen falta porque nutren, porque son necesarios para refrescar los rostros. Porque lisa, llana y elementalmente, hacen bien. Siete solistas de la escena cancionística independiente se juntan con una orquesta imponente, dirigida por un pibe de veintisiete años, con un pianista de lujo que arregla los temas de esos siete muchachos para que los 60 orfebres que componen el combo retrabajen la obra. A todo eso le sumamos miles de invitados, de los estelares y de los ignotos, todos ubicados en una misma posición, todos colaboradores de igual importancia.

El párrafo de arriba sirve como una vaga definición de lo que fue Hay otra canción - Un concierto sinfónico, de seguro la presentación cumbre de esos siete solistas que decidieron juntarse y mostrarnos que por debajo de las superficies hay un mundo noble, diverso, cálido, fuerte, mestizo, lumínico, denso, gracioso, analgésico, folclórico, juguetón, inquieto, desprejuiciado, arrabalero y sofisticado. Así son las canciones de -vamos a mencionarlos por orden de aparición en escena el jueves pasado- Tomi Lebrero, Lucio Mantel, Pablo Grinjot, Alvy Singer, Nacho Rodríguez, Alfonso Barbieri y Pablo Dacal. Y así se desarrolló el espectáculo que brindaron por separado y juntos, con la orquesta, con sus grupos y con sus invitados.


La del 25 de octubre fue una noche -vaya mes para utilizar esta palabra- de lealtad. La decisión de sumar a la Orquesta Académica de Buenos Aires le daba el halo de misterio necesario a la presentación. ¿Cómo iban a quedar esas canciones con tal decorado? ¿Cuán necesaria era esa intervención multitudinaria? ¿Era un gesto elitista o una búsqueda sonora entendible, un juego y un desafío más? El conjunto de preguntas podía funcionar en la previa, pero las incógnitas se despejarían una y cada una desde el instante en que el telón cedió y sonó esa manada de músicos desplegando delicadeza por los aires.

La envolvente que generan tímbricamente los instrumentos de una orquesta suele llevarnos a una emoción que podemos sentir en el cuerpo, un arrullo interno que incluso guía -por su fuerza, por la confusión que genera, por su dulzura, por lo que sea- al llanto. Nunca había escuchado in situ una orquesta -era una experiencia nueva- y la magnitud de su sonido, esa magnitud de cine, tan precisa y homogénea, tan armoniosa, tan (sí) dulce, me generó eso. Las dos damas que me acompañaron sintieron lo mismo, y apuesto que esa sensación atravesó a casi todos los presentes que llenaron el teatro.

Sí, Hay otra canción colmó el Coliseo. Ya les dije en el título: fue un acto de amor, de allá hacia acá y viceversa. De las dos partes: de amor a la música.


La estructura del show tuvo un desarrollo acorde a su magnitud. Ameno y extenso, el concierto se dividió en tres partes. La primera de ellas consistió en una canción per capita, en el orden ya citado arriba. Cada uno de los siete autores acompañados por la orquesta, dirigida por Carlos David Jaimes y capitaneada por el maestro Nico Posse al piano. En el comienzo se notó la conjugación de emoción y nerviosismo en los cantores: Tomi no se podía contener -tuvo la valentía de ser el primero-; a Mantel se le desenchufó la guitarra por darse vuelta a ver la orquesta; Grinjot parecía al borde del llanto; Nacho Rodríguez estaba impávido, sencillamente paralizado. Daban ternuna. El compañero Alfonso Barbieri entró haciendo la V, parado como un Richards vernáculo, por lejos el más distendido; Dacal también parecía en su salsa y la dylaneó con soltura.

Luego, los Muchachos Cancionistas procedieron -manteniendo el orden, sí-, a sets personales de tres canciones: un tema con la orquesta y otros dos con sus grupos y/o invitados. Ellos mismos se entrecruzaban en los temas de otros, set a set. Así, fue desfilando por la pasarela una cantidad de invitados tremebunda. Anoten: Fito Páez -cabe destacar el apoyo constante de un tipo con tanta fama y prestigio a proyectos como éste, algo que viene sucediendo hace años-, Palo Pandolfo, Sebastian Rubin, Juanito el Cantor, Fernando Cabrera, Liliana Vitale, María Ezquiaga, Onda Vaga, Manuel Onis, Pat Morita -actriz estelar-, Fernando Isella, y muchísimos colegas más (perdón si no los nombro a todos, estoy ejercitando mi frágil memoria).

La tercera parte(cita) fue el cierre, claro. Páez, la Orquesta y los Siete. No podía no ser notable: el septeto a los saltos de alegría, al frente; Fito precediendo la tocada con un discurso salpicado de emoción verdadera, sabiendo que lo que sucedía en ese instante era lo que debía suceder en el mundo; la Orquesta Académica de Buenos Aires siendo ovacionada una y otra vez; el público estallando con Hay otra canción, la composición de Spinetta y Páez que ofició de título para esa noche única (literalmente: dicen que no volverá a suceder. Deberían recapacitarlo). Todos esos flashes y la confirmación de que hay una camada de músicos -los que estuvieron aquí presentes y otros tantos más- que continúa en la búsqueda de senderos que culminen en la belleza de una buena canción. Por suerte, hay un público ávido de encontrarse con ellas y, como cantó Nacho en su primera intervención: la música está acá.

Salud, cantores.


[Las fotos que acompañan este texto las tomó Pablo Potapczuk y las cedió gentilmente para este espacio].

miércoles, 24 de octubre de 2012

Dos canciones: Elliott Smith, estrella de puntas filosas


"Depresiva no es la palabra que yo usaría para describir mi música, pero hay algo de tristeza en esta. Tiene que haberla, para que la felicidad en ella realmente importe".

***

Llevo un tiempo deseando reflotar esta sección, en la que –refresco memorias– trato de describir a un artista a través de tan sólo dos de sus piezas. Teniendo en cuenta que casi siempre nadamos en los márgenes de la música pop-rock, viene zafando la parte del título que habla de ‘canciones’ (cuando me meta con Frank Zappa o King Crimson suspenderemos el título momentáneamente, quédense tranquilos).
En fin, arribé a la música de Elliott Smith hace poquísimo y, además de arrepentirme por ello y seguir descubriéndolo, no puedo dejar de escuchar una canción en particular, así que me encargaré de describir lo que genera de la mejor manera posible... Y como tenía que agregarle otro tema, recordé lo primero que escuché de él. Las elecciones del caso son las siguientes:

Canción uno: Waltz #2
Álbum: XO (1998)

Detesto las calificaciones de discos, películas y libros mediante el sistema de estrellas (son para los hoteles, ¿o me equivoco?) pero si me obligaran a colocarle alguna puntuación a este tema, las estrellas serían como las del hotel más asquerosamente lujoso: cinco. Waltz #2 te hace sentir un ser miserable y a la vez te escupe una gota de felicidad, felicidad resignada... hay algo en su instrumentación, y ese algo debe ser el piano, que conduce al tema como una gema de cierta placidez, como si al tipo le hubiera pasado algo bueno aunque sospechemos que no. Aunque, si hay angustia, la luz no estará tan lejos.
Pero vayamos dando pasos, mejor: el comienzo de la batería sólo nos marca lo que ya dijo el título –3/4 = vals–, las guitarras acústicas y eléctricas tiran para abajo y el piano, como dije, levanta un poco el entramado tímbrico, es el secreto más exhibido (y como sabemos, el instrumento más perfectamente desafinado, o el neutro por excelencia). Cuando escuchamos la voz de Elliott cantando la primera estrofa no sabemos si está triste o en paz, desconcierta un poco y hace creer que el tipo se está aguantando algo. Algo que está viendo.
El comienzo de la letra no se llega a comprender del todo bien. ¿Es una situación que nuestro protagonista observa, o es algo que él mismo está llevando a cabo? Lo que sí pasa allí ya es un signo inconfundible de una canción pop perdurable: se cita a otra canción despechada. Trascribo la primera estrofa a ver si me pueden ayudar: “First the mic, then a half cigarette / singing Cathy's Clown / that’s the man that she's married to now / that’s the girl that he takes around town”. (Primero el micrófono, luego medio cigarrillo / cantando Cathy's Clown / Ése es el hombre con el que ella está casada / Ésa es la chica con la que él recorre la ciudad). Me repito: ¿los dos primeros versos corresponden a la pareja a que alude Smith, o es él quien canta Cathy’s Clown, irónica viñeta de los Everly Brothers acerca de la nueva pareja de una ex? Primer interrogante y primer acierto del tema: la referencia a un elemento ajeno pero que nos retrotrae al mismo problema: parece que nuestra mina se fue con otro. El pop se retroalimenta del pop y el mal de muchos, ya sabemos. Pero sigamos.

Elliott continúa la descripción de la parejita feliz con la misma marcha melódica, pero comienza a darnos algunas apreciaciones personales (la chica no muestra emoción alguna, “mira al vacío como una muñeca muerta”). Cuando el tema baja la intensidad, llega la muerte. Así de simple. Llegado el minuto y medio de desarrollo, Elliott lo dice, mientras la música se desploma con la misma melodía de piano y guitarra del comienzo, esa que será leitmotiv y que se nos adhiere al cerebro con esta frase: I'm never going to know you now / but I'm going to love you anyhow. Ahora nunca voy a conocerte, pero aún así voy a amarte. Cómo dice, eso es lo más terrible, pareciera que se está desmoronando y que grabó la canción sintiéndola de verdad y por eso se le cortan las palabras. Escuchen con atención.
El interludio con melodía de piano devuelve la dulzura, y la estrofa siguiente trae más incógnitas, pues la pareja llama a alguien “de nombre familiar”. Luego él toma la primera persona y deja de describir a la pareja para alegrarse de tener poca memoria. “Lo estoy haciendo bien, hora a hora, nota a nota”. Acá nos jode la vida y no entendemos nada. Para colmo introduce una nueva parte musical, la famosa y necesaria parte C, que sube la intensidad de la canción para luego retornar a las estrofas (Estoy aquí dispuesto a quedarme. Estoy cansado). Pero la siguiente estrofa se dirige a su madre y nos aclara un poco el panorama: la historia de la pareja no era la de una ex mujer, es su mismísima madre con un tipo que parece no caerle muy en gracia al hijo celoso (Dile a ese señor con planes imposibles que me deje en paz).
El final del tema es, por supuesto, la frase más terrible de todas, aquel I'm never going to know you now / but I'm going to love you anyhow repetido tres veces y ornamentado por unas cuerdas chirriantes de fondo, hasta que Smith termina de cantar y se suman al primer plano -la melodía de piano- sin esa tensión y como un acompañamiento más clásico. Un detalle sutil y a la vez un broche de oro para este viaje de cuatro minutos y cuarenta segundos. Algo se resolvió y estamos enamorados.


Canción dos: Needle in the hay
Álbum: Elliott Smith (1995)

Me quedó grabada. La película –en español– se llamaba Los excéntricos Tenenbaum, y la fui a ver al cine con mi familia. Ahora es más o menos conocida, no sé si en ese momento lo fue como para ganar premios y esas cosas, pero sí está llena de actores catalogables de famosos (los Hermanos Wilson, La Mujer del de Coldplay, Ben Stiller y otros varios). En una escena de las tantas remarcables que la peli tiene, aparece como un rayo esta canción que me da escalofríos desde ese día que la escuché en el cine, ¿hará diez años?, ¿más? Hoy la sensación no cambia y mucho tiene que ver su impronta, su fuerza, su ira contenida. Fue la primera vez que escuché a Elliott Smith y ni sabía quién era, pero el tema me quedó en la mente y fue el primero que localicé cuando busqué la banda sonora años después.
Contrario a lo que hice con el vals, de esta canción ni quiero leer la letra (miento, la leí una vez, pero no quiero basar mi sesudo análisis en ella). Alcanza con la tensión que la aqueja, con el magnetismo que genera esa voz; la presencia cortante de la guitarra, única compañía que se va cruzando entre los susurros como una cuchilla de carnicero: corta todo al medio y no hay vuelta atrás.

Hay tipos que han hecho de su relación con la guitarra cancionera (?) un hito. Digo, orientados a esta formación tan minimalista como es un hombre solo con su instrumento (sigo hablando de la guitarra). En lo que llamamos canción, folk, etcétera, están Dylan, Cohen, Young, Drake, todos ellos han hecho grandes discos sólo acompañándose de seis cuerdas nobles, y cada uno lo ha logrado a su manera. No sé si le sirvieron de inspiración a Smith; sí sé que lo que hace en Needle in the hay no lo hizo ni Leonard Cohen con sus arpegios más tenebrosos: generar un Efecto Psicosis (sí, la película, también), el famoso sonidito que todos replicamos jodiendo, la tensión criminal, el segundo culminante antes del desastre. Si Ian Curtis se colgó escuchando The idiot de Iggy Pop, Elliott Smith bien podría haberse matado escuchando su propia canción. Es terrible (tan terrible como murió Elliott, digo). Wes Anderson también la entendió así: hay una pregunta-respuesta tan sonora y tan siniestra de esa guitarra, que la voz queda casi reducida a la tarea de susurrar y terminar de devastarte. Ojo, a los 3 minutos y 15 segundos dice la palabra “marksssss” estirando la ese de tal manera que te destruye si todavía estabas entero. Lo único que querés es largarte a llorar y buscar a tu mamá para que te consuele como a un bebé.
En el final, con la repetición como mantra de las cuatro palabras del título, la guitarra galopa un poco más, el rasguido parece soltarse hacia el country más clichoso y hasta tiene algunos pifies –¿o serán a propósito? –, pero el amague dura unos pocos segundos sensatos. Posteriormente, el instrumento retoma su oscuridad de cuerdas bordonas, esas que suenan graves en toda la canción. Graves como la sensación de final inminente, lo que se acaba sin que podamos evitarlo. Prohibido escuchar esta canción de mal humor... Hay bellezas que hieren más que un cuchillo de sierra clavado en el pecho.

martes, 16 de octubre de 2012

Litto Nebbia: hay segunda vuelta



Segunda parte de la charla con el maestro Litto Nebbia. Segunda y última, de lo que fue una nueva visita por los Estudios del Nuevo Mundo (nuestro paseo, hace unos años, acá).
En esta ronda, Litto adelanta algunos detalles de su próxima presentación en el Teatro SHA -este viernes-, en la que estrenará oficialmente Aire fresco, disco editado hace días. Derivamos en (sí) el himno que viene cantando desde 1967: La balsa y los placeres que le trae... La balsa y los disgustos que le lleva. Ese camino nos lleva a tratar de comprender -nosotros- por qué los discos de Los Gatos están descatalogados (y Litto da algunas pistas al respecto).
Terminamos -sí, terminamos- apuntando una fructífera costumbre en sus últimos tiempos: la interacción con grupos emergentes, que lo admiran, lo llaman lo consultan... y terminan cantando a dúo con él.
Disfruten esta charla tanto como lo hicimos nosotros. Es una orden.

Texto: Santiago
Fotos: Victoria Schwindt

TEATRO SHA: “45 AÑOS DE LA BALSA”

Aire fresco se presenta en el Teatro Sha. Me llamó la atención que la consigna del show sea “45 años de La balsa”. ¿A quién se le ocurrió?
Ah, bueno, yo ni sabía (risas). En realidad el tema es así: eso lo dijo el flaco que nos contrató, porque me preguntó cuál era el pretexto de este recital y yo le dije “que saco un disco nuevo”... pero siempre saco un disco nuevo (más risas), aunque este sería con una nueva agrupación. Por eso, él quería buscarle algo más contundente y me dice, “¿pero cómo, no se cumplen 45 años de La balsa?”. Y le dije que sí, claro, entonces me pregunto si lo dejaba poner eso también: “poné lo que quieras”.

A esta altura, ¿cómo tomás a La balsa? ¿Se te hace una especie de maldición por momentos, o no te molesta?
No, ¡cómo va a ser una maldición! Las canciones que son históricas, como tangos clásicos o algunos temas del folklore, toda la vida se van pasando de generación en generación y la gente te las va a pedir. Yo ya no tengo ningún problema, la canto en cualquier lado porque además siempre la toco con otro ritmo: lo cambio, jodo, hago de todo.
Sí me da rabia cuando hay gente que lo utiliza comercialmente, con mala leche.


¿Por ejemplo?
De pronto aparece un tipo que le gusta y te lo pide de corazón, u otro que quiere cantar La balsa porque le gusta la canción, la recuerda y siente algo.
Pero por ejemplo, la vez pasada me entero de que hay un espectáculo por la calle Corrientes que rememora la vida de Sandro -esas cosas que están de moda ahora, de hacer la vida de alguien-, y me comenta un amigo que fue a verlo que, en un momento, entre varias anécdotas que desarrollan de Sandro, aparece un tipito que se supone que sería yo y le dice a Sandro: “mirá, escuchá este tema a ver qué te parece”. Y le canta La balsa. Eso, primero, es mentira; y segundo, ¡ni siquiera tuvieron la delicadeza de llamarme por teléfono y preguntarme! Por supuesto, yo no estoy en la línea esta de “te mando a mis abogados” y todas esas pelotudeces... ¡pero está mal! Y encima es so pretexto, porque los tipos para agregarle un dato más comercial a una obra tienen que meter algo que, si es mentira, no les importa. ¿Entendés? Entonces agregaron que yo hablé con Sandro... Imaginate, de pronto deben cantar Rosa rosa y después cantan La balsa. Eso está mal.
[Nota: Litto se refiere a la obra Por amor a Sandro. Navegando un poco encontré varias crónicas de ese show que destacan el momento en que, efectivamente, aparece Litto Nebbia, por ejemplo ésta].

Es insólito, pero debes estar acostumbrado ya.
Y la semana pasada también leo una noticia en el diario La Nación donde dice que el año que viene van a poner la obra teatral sobre la película Tango feroz, con actores jóvenes. Van a seguir tirando de la vaca... En la misma nota el periodista pregunta: “¿les permitirá Litto Nebbia que toquen La balsa?”, cuando ya en su momento no lo permití para la película y tuve una pelotera infernal. Quiero decir: es todo por la moneda, eso me da asco. Y por otro lado me da rabia que los tipos no respeten algo que vos ni por la moneda lo hacés, porque digo: me pasé diez años sin usar la canción.

Claro, no la tocaste por mucho tiempo.
Entonces bueno, cada uno es como es, tampoco es que no me deja dormir, pero son cosas horribles. Estoy muy acostumbrado a ponerme firme con este tipo de asuntos que no me gustan. La vez pasada me pidieron Viento dile a la lluvia para ponerlo en la serie Breaking bad -mi hija la vio y dice que es linda la serie- y les dije que no. Los tipos no lo podían creer, creían que estaba loco y me decían “te vas a hacer conocer en Estados Unidos”. ¡Yo no quiero hacerme conocer, estoy tranquilo acá! (risas). Era una cesión de derechos, ponían la canción porque no sé qué pasaba en uno de los capítulos, que hay uno de los tipos que es latino, uno que enseña en un colegio. 
Al margen de que la serie sea buena, me dio rabia, esa canción como es histórica, vieja, hay derechos de la grabación original en un lugar, derechos en otro... Me los roban todos, ¿sabés? De nuevo, nadie va a cambiar el mundo, pero yo no quiero estar ahí: me iban a pagar y me quedaban 100 dólares, suponete. ¡Los tipos están locos! Y quieren que uno vaya y diga “¡ay, qué contento que estoy porque salgo en la serie!” (risas). A lo mejor a otra gente le sirve, a otro que quiere ser conocido. Pero yo la canción la hice cuando tenía 20 años, la conocen hasta los perros, está bien así la canción, es una satisfacción... ¿Para qué hacer eso? Entonces quedó ahí.


¿Y qué te produce que los discos de Los Gatos estén descatalogados? ¿Hay alguna chance cercana de que se reediten?
Me parece una gran injusticia que no estén los discos de Los Gatos a la venta, por ahora no hay nada que pueda hacer. Estamos ligados a un contrato leonino que es una estafa pero es muy largo acometer con un pleito... Finalmente, los discos no están por decisión de uno de los directivos, que porque no hice lo que él quería, me castiga de esta manera.
Ahora que se viven por el mundo tantas revisiones de sucesos del pasado,  un día de estos se comprobará por qué ese contrato ya no tiene validez y es una hijaputez. Además, igual, si sacaran los discos hoy mismo, yo percibiría 4 centavos por CD vendido... ¡Mirá qué socios me eché! (Risas).


Increíble... Volviendo al show del SHA, entonces: ¿va a ser conmemorativo o de presentación?
Es de presentación del disco y después un poco de todo, los temas que me piden siempre: La balsa, Sólo se trata de vivir... van a estar. Esos los tengo que tocar. Después va a haber una parte de guitarra, un gran lucimiento de Daniel con sus solos.

Vengo tocando muchísimo todo el tiempo por el interior, en lugares pequeños, y se me ocurrió que para este disco estaba bueno asomar la nariz en algo un poco más grande. Y como el SHA está funcionando bien porque lo han reacondicionado -tiene buen sonido, buenas luces- me pareció un lindo lugar para tocar. Y dio la casualidad de que la semana que me puse a pensarlo, me llamaron del teatro para que toque y por supuesto acepté. Veremos cómo sale.


LITTO Y LOS NIÑOS



¿Cómo te llevás con eso de que te llamen bandas jóvenes para participar en sus discos?
Está bárbaro, por supuesto que me gusta. Quise grabar con Los Reyes del Falsete y estuvo perfecto, o con los Hijos de Babel y lo mismo.

¿Estás interiorizado, conocés muchas bandas?
Conozco, no sé si tanto, pero sí bastante. Escucho de todo y me gusta que ocurra eso. Muchas veces te encontrás gente prejuiciosa, pero ojo: hay gente prejuiciosa de mi generación y también los hay jóvenes. A veces yo hablo con tipos de veintidós años y parece que tuvieran sesenta, porque tienen un preconcepto armado en el mate que vos decís “¡esto no es así, querido!”. Entonces está bueno poder intercambiar figuras, ondas.
De última, cuando te sentís a gusto con alguien que estás grabando, lo que querés es lo mismo que quiere el tipo: que el disco salga bien. Pero bueno, cada uno tiene su onda personal y eso está bueno porque cada tipo tiene que tratar de hacer la suya, eso es lo mejor que puede pasar para que haya variedad.

¿Y te gusta lo que hacen Los Reyes, por caso, u otras bandas jóvenes?
¡Sí, claro, está bueno! Te digo una cosa, mi opinión sobre lo que me gusta / no me gusta... Por supuesto que cada uno tiene una formación musical distinta y un gusto íntimo, personal. Pero yo sé apreciar un montón de variedades de músicas que no las haría; y no es que no las haría porque las desprecio, simplemente no haría eso así. El disco de Los Reyes del Falsete empieza con un quilombazo que no se puede creer y a mí me pareció bien. Quizá yo no empezaría un disco así, tampoco lo empezaría “pa pa pa” (canta débilmente y nos reímos). Pero digo: me pareció bien, es la impronta de ellos. Tienen tres discos, recién empiezan, ¿sabés la cantidad de cosas que tienen para hacer si se dedican a esto toda su vida? A veces puedo encontrar en un disco algo que me gusta más o menos, pero es porque tengo cien discos y ya hice cosas como grabar con orquesta, improvisar, meter solos de guitarra, entonces digo “esto ya no lo haría”.


Y además de hacer, escuchaste mucho más.
¡Claro, es lógico! Pero me gustan, y lo que me gusta mucho de estos grupos es que se ponen firmes y luchan por lo de ellos. Tipos con los que he hablado, que vienen con sus canciones artesanales, ornamentadas: los pibes de La Perla Irregular, Hijos de Babel, Los Reyes del Falsete, Andrés, gente que no está pensando desesperadamente que tienen que ser famosos y ricos; y se rompen el culo para sacar sus producciones y sus cosas.
No te olvides que siempre criticamos un montón de cosas que ocurren, que no se respeta a los músicos en los boliches, que les hacen pagar por tocar... y los culpables la mayoría de las veces son los propios músicos. Porque son muy maricones -no estoy diciendo maricón despectivamente con relación al sexo, que se entienda-, son muy bambis: si vos lo permitís, los tipos que manejan el negocio siempre te van a cagar. ¿Qué creés, que al tipo le interesa espiritualmente lo que vos tocás? (Risas). Es muy difícil.
La vez pasada me contaron una cosa linda los pibes del Falsete. Los habían llamado para un festival de estos más o menos masivos que hay, y el tipo que los llevaba les había tirado que tenían que tocar gratis porque a ellos eso les convenía y que “tengan cuidado con la planilla de SADAIC si ponían sus temas, porque esa plata…”. Y ellos se pusieron firmes, ya una vez había hablado de eso con ellos porque, ¿cómo vas a dejar lo tuyo? Entonces les dijeron a los tipos “no venimos”. Y al final, a los dos días los llamaron. Entonces está bueno, porque nadie va a cambiar el mundo, OK, pero ellos con eso sientan un precedente y al que quiera decir o hacer otra cosa le dicen “no, mirá que estos pibes se plantan”.
Ojalá hubiera docenas de músicos que pensaran así, me parece bárbaro. Es nuestra vida y nuestro laburo.


* Litto Nebbia presenta Aire fresco en el Teatro SHA (Sarmiento 2255, Capital Federal) este viernes 19 de octubre a las 21.30 horas. Entradas a la venta por PlateaNet, o en las boleterías del teatro.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Charlas con músicos: otra vuelta con Litto, el maestro


Texto: Santiago Segura
Fotos: Victoria Schwindt

Ya se ha vuelto para mí una sana costumbre esto de ir a Melopea, ese increíble espacio de Villa Urquiza que es, antes que nada, un parque de diversiones para los amantes de la música y un paseo ineludible para la historia de la música vernácula. Por ese lugar -más precisamente por ese Estudio del Nuevo Mundo- pasaron miles de músicos (y no exagero) de los históricos y de los desconocidos, tangueros y jazzeros, gordos y flacos. La sede de Melopea debería ser declarada un espacio de interés cultural nacional (no sé si ese título honorífico existe) y sin embargo es un hogar donde Litto Nebbia y los suyos te reciben como si te conocieran de toda la vida. A estas alturas, es difícil hablar de Nebbia sólo como músico: la humildad de su trato es de por sí un honor para quienes hacemos esto. ¿Lo demás? Ya se sabe hace casi 50 años y lo viene sosteniendo él...

En fin, lo interesante es que Litto siempre tiene algo nuevo por decir y en este caso me acerqué a su búnker para que les cuente a ustedes de sus últimos pasos: la edición de un nuevo disco, Aire fresco, junto a Daniel Homer y Juan Ingaramo; la aparición de un disco perdido que grabara junto a Facundo Cabral hace 10 años, junto con la reedición de varios álbumes que nunca habían tenido su forma en CD. Además, nos explayamos acerca de los discos que planea con los Andreses -Calamaro y Ruiz-; su show en el Teatro SHA dentro de dos viernes; esa canción eterna que se llama La balsa; y su participación en varios álbumes de grupos noveles de la escena local.

Pero vamos por partes. En este caso, las novedades discográficas propias y ajenas; la difusión televisiva; el proyecto inarrancable a dúo con Andrés Calamaro y el disco de Andrés Ruiz en el que Nebbia está colaborando.


DE REEDICIONES Y NOVEDADES: AIRE FRESCO

Para empezar, vamos por partes: dentro de todo lo que editás en estos días, hay varias reediciones de discos que nunca habían salido en CD, ¿cierto?
Mirá: hay unos cuantos discos míos en vinilo que todavía no los pudimos editar en compact. Llega un momento en que son tantos discos que si saco los que falta reeditar más los nuevos que hago, son demasiados. Entonces, este año le pusimos las fichas a dos discos que yo quiero mucho y fueron vinilo originalmente. Son Buscando en el bolsillo del alma, que es del año ’88, y el siguiente que ya es del ’90 y se llama Nostalgias del Harlem Español: esos dos los hicimos compact, con sus fotos y cositas, súper masterizados. Y nos quedarían pocos discos por editar en CD, que los editaríamos para el año que viene: Tres noches en La Trastienda, que es un disco del ’80; el que hice en Brasil, En Brasil aquí y ahora; y dos o tres más. Pero bueno, vamos de a poco.
Y junto con esto, sacamos la edición nuestra del disco que hice en España en el año 2009, Soñando barcos. La diferencia que tiene éste es que la tapa es una foto que hizo un amigo mío, Ricardo Murad, que ya la había hecho para la edición de España pero el tipo que lo sacó allá decidió a último momento hacer otra portada. Y además el disco tiene -a diferencia de la edición de allá- seis bonus tracks de temas que sobraron y otras tomas, y un compact de regalo con actuaciones en vivo del mismo año que lo fui a grabar, que toqué en un poco por España -en Barcelona-, en Ploërmel y en Londres [nota: también hay temas en Buenos Aires]. Por supuesto, el disco en vivo es totalmente desparejo en cuanto a sonido porque son las grabaciones que agarré en cada lugar, es más que nada puesto para mostrar la dinámica de lo que pasa emocionalmente en los lugares que tocás. De pronto, en Londres estoy tocando en una iglesia, porque allá hay iglesias que las alquilan para cosas así, para que se mantengan.

Me habías contado esto de la iglesia creo. Debe ser raro tocar ahí...
Bueno, toqué en una iglesia en la que el mes anterior había tocado Mark Knopfler, un violero divino. Y te ponen sonido, ¡pero la gente está sentada ahí en la iglesia, es insólito! (risas). Tienen piano de cola y todo. Y bueno, de pronto está la gente cantando La balsa en una iglesia, ridículo (más risas). Lo puse en el disco como anécdota; también puse otra cosa de un boliche que se me ocurrió en el momento, que una parte del público haga un coro y la otra parte le conteste... Cosas que cuando grabás un disco y tenés todo más arreglado, no hacés.


Ésas serían las reediciones. ¿Y los discos nuevos?
Son un par. Ahora sale un disco inédito a dúo con Facundo Cabral, que lo hicimos en el año 2002 y quedó ahí porque estaba pensado para hacer una gira y no la hicimos: él se fue y yo no fui, él vino y yo salí... Yo no lo quise sacar nunca y mucho menos en el momento en que ocurrió su asesinato. El otro día estuve leyendo que lo agarraron al tipo, es una locura eso... En fin, de golpe aparece su mujer, que yo no la veía hace cien años...

Y te pidió que saques el disco.
Vino y me contó que Facundo siempre le decía: “vieras qué lindo el disco que hicimos con Litto...”. Y me dijo, “¿por qué no lo sacamos?”. Así que lo vamos a sacar, se llama En medio de los hombres.

¿Habían compuesto especialmente para el disco, o eran temas clásicos de ambos?
Sí, habíamos compuesto, hay como diez canciones que yo le puse música a sus letras, y lo grabamos tocando en trío con César Franov en bajo y Quintino Cinalli en batería (toca también el Gordo Fernández). Es un disco bien compartido, hay canciones que canta él, otras que canto yo y otras a dúo. Hay temas que quedan lindos porque el nunca perdió esa cosa que tenía de orador, de narrador, de contador de historias.

Y completa las novedades Aire fresco, ¿cierto?
Sí, Aire fresco sería el disco nuevo-nuevo. Es un trío que se me ocurrió armar con Daniel Homer en guitarra y Juan Ingaramo en percusiones. Lo llamé a Homer porque me encanta cómo toca y habíamos hecho el disco Bazar de los milagros en el ’76, nada más. Entonces lo llamé para que hiciéramos un disco de guitarra y piano, improvisando. Pero después empezamos a divagar, y él empezó: “acá le pongo el bajo” -porque lo toca muy bien-, y yo dije “acá le pongo percusión” y traje los tambores africanos que uso. Empezamos a meter una cosa, otra cosa, y lo terminamos llamando a Juan y después a un flautista, Leopoldo Deza... y se armó este quilombo que es como una agrupación (risas). Y me gusta porque yo quería armar un grupo donde solucionemos todo el tema de la polenta y la acordística sin tener bajo ni batería completa. Eso no hay: yo toco piano y órgano, Juan toca elementos de percusión y Daniel las guitarras. Pero no es un trío acústico, hay improvisaciones, rítmica.

¿Lograron que suene poderoso?
Sí, suena lindo, estamos muy contentos. El disco tiene un subtítulo que dice “Un álbum con amor a la bossa-nova y la comedia musical”, porque hay muchas canciones que parecen de esas que hay de narrativa en la comedia musical antigua. Y bueno, bossa-nova porque hay bossa-nova, claro.
Salvo cuatro temas que son viejos y los hacemos al estilo del grupo, todos los demás temas son nuevos. Estamos contentos con el disco y en marzo ya vamos a empezar a grabar otro.

Surgió mucha música, quedó el grupo armado.
Sí, quedamos con ganas, nos dimos cuenta de que encontramos un tipo de sonido lindo tocando entre los tres. De ahí surgió un “che, algún día tendríamos que grabar esto y lo otro”, y al final ya hay como media docena de temas para un próximo disco que vamos a grabar en marzo, Aire fresco 2 o como se llame.

Además de lanzamientos a tu nombre, hay otros, ¿cierto?
Sí, sale el tercer disco de los Mersey Mustards y además un DVD del concierto que hicieron el año pasado en Córdoba, muy lindo. Y también va a salir el DVD de 11 (vidas), que tiene fragmentos de los lugares donde tocamos esa música, que fueron una vez el Boris Club y la otra Notorius; y tiene tres o cuatro clips que hizo mi hija Miranda. Todo esto sale en un mes.
Y para culminar sale el disco de Giorgia Fumanti, que hace este estilo que le dicen classical-crossover y lo estamos terminando ahora, y otro disco que nos dio para que saquemos antes de que salga éste que va a ser su disco en español, un álbum previo en el que está Pavarotti y ella canta los temas más clásicos de su onda.


COMPLEJIDADES DE LA DIFUSIÓN...

¿Para difundir un poco la obra previa de ella?
(Piensa). Es muy difícil difundir una cosa nueva, de quien sea: de alguien famoso allá, como ella, o de un grupo nuevo acá. Es como que todo está muy saturado pero a su vez está siempre tapado nada más que por las campañas publicitarias. Entonces, vos podés tener diez cosas nuevas, ¿y dónde las presentás? Es muy difícil, viste. Tenés algunos tipos interesados, de pronto aparece algún programita de cable, de televisión...

Te vi en el programa de Tarantini en Canal 9, En estéreo.
Sí, sí... Eso lo hice un día que me llamaron, estaban haciendo un programa piloto, tenían un piano que sonaba bien y fui, estuvo bien. Pero programas musicales casi no hay, es muy difícil. Ahora por ejemplo queríamos ir a algunos lugares a apoyar esto que vamos a tocar el 19 en el Teatro SHA y mirá los tres lugares que tengo para ir a tocar en la televisión: el programa de Mex, Pura química; después 678 y también podés ir al de Tognetti, Duro de domar. Pero no hay más programas musicales, ¡son todos de chismes y de boludeces! 

Y en realidad... ¡ninguno de esos tres programas es musical!
No, ¡esos tampoco son musicales! (Risas). Sin embargo, fijate una cosa: hay un par de programas de la cumbiamba de cinco o seis horas...

Antes se acostumbraba ir a presentar los discos a la televisión, en Badía y otros programas, incluso afuera.
Ahora es una locura, si encontrás un tipo que te deja tocar tres temas, ya es mucho.

A mí me sorprende positivamente que en Pura química dejen tocar los temas enteros, sin cortes.
Sí, es cierto. Pero eso es porque Mex es músico, creo yo. Menos mal que le va bien con el programa, porque viste que los programas ahora cuando empiezan a tener éxito... Si el tipo en una semana bajó, ya te echan a la mierda, es una locura.

MÁS NOVEDADES: ANDRÉS Y ANDRÉS

A todas estas novedades se suma el disco que estás armando con Andrés. ¿Eso está proyectado más a futuro?
Mirá: eso depende de cómo esté él, su tiempo y su vida personal. Viste cómo es... de pronto me manda un mail y me dice “tenemos que hacer esto” y al otro día desaparece. A los días leés los diarios y te enterás que tuvo un quilombo no sé dónde. Como yo lo conozco no le rompo las bolas, le digo “hacé lo que quieras, el día que quieras me llamás, como hicimos el otro disco”. Porque en el otro disco que hicimos, él se puso firme y dijimos “se graba tal y tal día, a tal hora”. Y lo hicimos.

¿A qué disco te referís?
El palacio de las flores.

Ah, pero yo te preguntaba por el disco que estás haciendo con Andrés... ¡Ruiz! (Risas). No sabía que lo de Calamaro estaba en marcha.
¡Ahhhh! (Más risas). Porque vamos a hacer uno con Andrés Calamaro también, perdón.


Bueno, contame entonces del disco con Andrés Calamaro y después del de Andrés Ruiz.
El quería hacer un disco a dúo-dúo, y cuando terminamos El palacio de las flores le dije “no, qué dúo: yo te produzco, toco, hago los arreglos, pero vos tenés que hacer tu disco”. Y así quedó.
Entonces arreglamos que un día íbamos a hacer ese disco a dúo; suponte que sería un disco de los dos cantando, sólo con piano o guitarra, seis temas de cada uno. Un disco de dos tipos cantando sus canciones, digamos. Y de pronto me manda un mail: “anoche estuve pensando...”. Pero no es que decís “bueno, quedamos para el lunes”, porque yo tengo un cohete en el orto, viste como soy: vos me decís una cosa y ya empiezo a proyectar.

Y él es más impredecible, quizá.
No, él labura mucho también pero depende de un montón de cosas a las que tiene que responder, de su estructura. Así que cuando esté tranquilo me escribirá, lo espero.

Saldrá con el tiempo. ¿Y lo de Andrés Ruiz?
A Andrés Ruiz lo conozco desde que me invito a cantar en un tema de su disco anterior [nota: Litto participa del tema El bosque de los años, del disco Ruiseñor, reseñado aquí], y luego yo lo invité a tocar la batería en tres temas de mi disco La canción del mundo. Me cayó bien, es un pibe bárbaro. En fin, pasó el tiempo y un día me mandó un mail diciéndome que no sabía cómo producir un disco que estaba pensando: si hacerlo acústico, corto, largo, con baterías o sin baterías; pero que sí tenía en claro por las canciones una idea de estética sonora. Me preguntó si le daba una mano y por supuesto le dije que sí, que me explique más o menos qué quería. Nos pusimos al servicio de eso y fue bueno porque creo que, en dos mañanas, nosotros dos solos grabamos las bases de guitarras, piano y batería. Entonces me decía “este tema me gustaría que suene así, aquel de esta forma”, fuimos buscando... y lo que encontramos era lo que él quería, ahora vamos a empezar a vestirlo. Vino Homer y grabó algunas guitarras, también.

¿Son todos temas de él?
Sí, todos menos uno que yo le di una música y él puso su letra. Y además de Homer va a haber algún invitado cantando, yo le sugerí que fuera Leo García y a Andrés le pareció bien. Pero bueno, para encontrarlo a Leo hay que ser del FBI (risas). Te pasan los teléfonos y ya el teléfono suena viejo, “ring, ring” (hace con la voz un sonido lejano), como que no te va a atender nadie (más risas). Después me lo encuentro y al final aparece... Así que seguramente él cante una canción; y después Andrés va a meter en dos o tres temas a un cuarteto de cuerdas de amigos y a otro guitarrista amigo de él. Pero básicamente el disco está, ya grabamos mucho.

¿El disco va a ser de él o es de la dupla Ruiz-Nebbia?
¡No, es un disco de él! Esas cosas hay que entenderlas así, porque hay gente que cree que porque un tipo está con otro tipo más conocido... esto no es Tom y Jerry, no es un dúo, ¿entendés? (risas). Yo lo ayudo porque me gusta lo que hace, y listo. Metí cosas a mi criterio pero todo consensuado con él, lo ayudé en el sentido de cerrar. Estaba indeciso y quedó contento con el sonido que se hizo acá. Pero ni sé qué va a hacer con el disco, si es un disco que va a salir por Melopea o no, será lo que el quiera.
A mí me gusta hacer eso, meterme en otro terreno, tocar en otro lado. Me gusta el ejercicio de hacer arreglos y demás, tengo la suerte de que aún cosas que agarro como laburo, son cosas que las elijo. Y no es así la vida profesional de nadie, conozco músicos buenos que a veces tienen que grabar cosas muy horrendas. Yo toco en lugares donde a mí me gusta: las cosas que hago las puedo mostrar con tranquilidad.


(En unos días, la segunda y última parte. Si les interesa conseguir alguna de las novedades discográficas de Melopea, contáctense acá: melopea@melopeadiscos.com.ar).

viernes, 5 de octubre de 2012

50


Se cumple medio siglo de Beatles y aunque suene tonto y obvio decirlo, es raro imaginar un mundo sin ellos, ¿cierto? Y no me refiero a un mundo sin ellos como personalidades destacadas de la cultura o el espectáculo. Digo, un mundo que no sepa o haya sabido quién es el Rebelde John Winston Lennon, un mundo sin el Diplomático y Multifacético Señor Paul McCartney, sin el Tímido Harrison ni el Eternamente Joven y Simpático Ringo Starr... podría haber existido. Lo que suena inconcebible es un mundo sin su música, sola e intangible, simple pero imposible, perla perfecta.

Sus canciones, imperecederas, generaron tal revolución -sí, otra palabra que describa mejor lo que los sucedió no hay- que parecen haber estado allí siempre, en nuestros oídos, nuestro inconsciente, nuestra memoria. Para mi generación en particular siempre estuvieron literalmente ahí, pues existimos después de ellos y nunca sabremos del todo qué pasó con su llegada, el arribo al mundo de esos cuatro marcianos con casco y traje. (Siempre llegamos tarde).

El arribo beatle a los oídos del mundo se dio con Love me do: los tres acordes mayores de una escala en su versión más llana, esos que están en toda canción pop de fuerza (uno-cuatro-cinco); a los que suman -exageremos- una letra simplona que repite y repite la palabra más mencionada en la historia de la música popular cantada en el siglo XX y lo que va del XXI: amor. Algo así como una muestra gratis de lo que vendría: con los elementos que venían explotando otros colegas, ellos dinamitaron un mundo que se pintaba bastante gris. Y fue la primera patada de muchas (no hace falta contarles las medallas a esta altura).

Agradezcamos, entonces, haberles pasado de cerca: hay gentes, cosas, momentos, lugares, que no vuelven a pasar más y a la vez quedan para siempre. La música de los Beatles es una de esas magias, seguro.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Seba Rubin: lo mejor es el final (pt. 3)



Hermos llegado al final de la extensa charla con el subtitulado-magnético Sebastián Rubin. Para el final de nuestro diálogo quedaron tópicos más que interesantes por tocar: sus días en la facultad de economía como estudiante y fundador de la agrupación TNT -con compañeros que hoy ocupan un lugar de importancia en la política nacional-; el comando de un bar en el que se iniciaron varios grupos del under capitalino; un breve memorial de Grand Prix, su bonito conjunto anterior; y la sorpresa que aún le genera el éxito de Los Campos Magnéticos, su proyecto grupal más reciente.
Lean y disfruten de esta charla nutritiva (y si se perdieron las primeras rondas, acá tienen la pt. 1, y acá la pt. 2):


RUBIN, EL ESTUDIANTE

Vos estudiaste economía, una carrera que no parece ser muy compatible con la música. ¿En qué te ayudó?
La facultad te enseña a estudiar y aprender, te da herramientas que encontrás en otro lugar. La cantidad de matemática que vi en la facultad, o el leer libros sofisticados, papers y cosas que requieren de mucho trabajo, te ayuda. Por ejemplo, poder resolver un sistema de ecuaciones complejas, sin lugar a dudas desarrolló algún tipo de herramienta que me permite entender varias cosas al mismo tiempo: si puedo hacer eso, seguramente mi cabeza funciona de cierta manera y no me asusto ante varios problemas simultáneos. Y cuando producís un disco eso pasa, ¡una canción tiene problemas simultáneos!

Te ayuda a resolver como productor y arreglador, por caso...
En el punto de vista de lo racional de la música, que tiene mucha matemática, sirve mucho. Tardás mucho tiempo con eso; la multiplicidad de planos e instrumentos que puede tener una canción... y la armonía. La armonía es matemática, en un punto te permite no asustarte tener esas herramientas. La facultad te da un método de estudio que sirve para aproximarse a cualquier tema que te interese, incluso aunque sea algo totalmente inconsciente.
Y aparte, para grabar un disco hay que hacer números, no es fácil ver de dónde sacás la plata y cómo la ponés (risas).

¡Sos el que maneja las finanzas de Los Subtitulados! (Risas).
Sí, y de Los Campos también. Son cuestiones muy básicas de todas maneras, tampoco es un problema. Pero a veces creo que sería mejor desconocer esas cosas, ser un poco más inconsciente: si fuera realmente racional y tomara decisiones conscientes respecto de sacar un disco, no lo sacaría. Porque la posibilidad de ganar es bastante baja: todos jugamos a recuperar, es como una rueda de la fortuna. Por eso lo encaramos desde lo emocional y desde el placer que significa hacer los discos, sacar esas canciones que tenemos.

Vos fundaste la agrupación TNT junto a Axel Kicillof, ¿cierto? Ése es un aspecto poco conocido tuyo.
Sí, la fundamos con Axel y varios chicos más. Teníamos la sensación de que ninguna de las agrupaciones que estaba en ese momento representaba los intereses de los alumnos de mejorar su estadía en la facultad, y queríamos que las condiciones de estudio sean mejores. Bastante sindical la mentalidad, digamos. Se generó un compromiso con la educación pública, con la información que se maneja en la facultad y con la forma de hacer política; con sistemas perversos de negocios internos en la facultad... Una vez que metimos la pata se abrió un océano de cosas, tomamos todo con mucha responsabilidad. TNT llegó a ganar el centro de estudiantes, le ganamos a Franja Morada que era el oficialismo.

¿Cuál era tu función dentro de TNT?
Yo era el responsable de la difusión, me dedicaba a hacer los volantes -en joda, porque el humor era muy importante en la agrupación- con otros chicos. Era una parte importante del proyecto, mi militancia era más artística... ¡y era el disc-jockey de las fiestas! (risas). A la vez, claro, confiaba en Axel y los demás que se encargaban de otros detalles.
Fue una época muy linda. Yo terminé la facultad y seguí un tiempo más relacionado con TNT, después me desligué. Sería muy interesante que alguien contara la historia de la agrupación; la prueba está, de gente que salió de ahí adentro y llegó a lugares de importancia.

¿Seguís siendo amigo de Axel? ¿Qué te pasa cuando lo ves ahí?
Sí, sigo siendo amigo y Axel es una de las personas más brillantes que conocí en mi vida. Pero más allá de eso, conociéndolo a él y a su grupo de trabajo, ojalá los dejen trabajar de la manera que nosotros pregonábamos porque son gente que tiene una capacidad y una formación impecables. En la política a grandes niveles hay muchos intereses, por lo que deseo que trabajen libres de presiones: le haría muy bien a todos, los resultados se verán después.

Esto es algo que deduje atando cabos: ¿puede ser que junto a Axel y Lucas Bergman hayas tenido un bar?
Sí, claro, se llamaba Espero Infinito y lo tuvimos por dos años. Fue un bar en el que empezaron muchas bandas, todos los jueves había un recital. La historia de Grand Prix está muy relacionada a Espero Infinito, la de Pablo Dacal también... o Mataplantas, Jaime Sin Tierra, Rosal, se había generado una escena muy linda en el segundo año del bar, pero 2001 fue un año complicado.
Con Grand Prix presentamos el primer disco ahí y tocábamos mucho. Y sí, éramos cuatro o cinco socios, todos amigos de la facultad. Era un momento difícil para tener un negocio y lo vendimos, también por cuestiones profesionales, porque varios de los chicos se fueron a estudiar afuera. Pero terminamos con la mejor onda y si hoy estuviese abierto sería un lugar referente; era de esos lugares a los que la que gente va sin saber quién toca. Eso era muy lindo, y casi todos los músicos que tocaron en el bar lo recuerdan con cariño.

¿No te da ganas de retomar un proyecto así?
No, te acostás muy tarde... (Risas). Sabiendo lo que sé, sería mucho más fácil ahora, pero es un trabajo muy esclavo. Estuvo bien en su momento y lo disfrutamos, pero ya está: puedo decir que he sido un gastronómico (risas).


GRAND PRIX, PRIMER AMOR

¿Con Grand Prix te quedó la espina de algo inconcluso?
Tuvimos la mala suerte de sacar el primer disco en octubre del 2000, cuando todo el mundo te decía “guardalo un año más”... como si la cosa fuera a mejorar.

¡Por suerte no hicieron caso! (risas).
Por suerte no. Y después de eso, nos tocó vivir la peor crisis de la historia argentina. Realmente, tuvimos nuestra pequeña ventanita de oportunidad en el peor momento. Pero yo pienso que el segundo disco de Grand Prix, Lejos, está injustamente pasado por alto: hablaba de lo que nos pasaba a los chicos de veintialgo en el año 2001, hay canciones que tratan específicamente eso. Y es la razón por la que muchos colegas-amigos lo quieren tanto también y vinieron sin dudar cuando presentamos en 2007 la edición argentina. En un punto, éramos casi la única banda que estaba haciendo un disco en ese año, y se nos habían ido el bajista y el baterista...

¿Es cierto que el baterista se fue a tocar con Los Sultanes?
Sí, Guido... estuvo muy poco tiempo con nosotros. Le salió un laburo en Los Sultanes, ¡qué sé yo! (risas). Podría haber seguido con Grand Prix también, pero venía a los ensayos y empezaba a tocar temas como Los Sultanes. El guitarrista lo subió al auto en un ensayo y se lo llevó, directamente le dijo “te llevo”, porque no paraba. Era un laburo, está bien...
La estábamos pasando mal en vivo, tuvimos algunas experiencias bastante feas por cuestiones técnicas y dijimos “así es un embole, no gastemos más plata en sala de ensayo”. Entonces fuimos al estudio de grabación El Túnel y arreglamos para grabar un tema por mes, trabajábamos ahí e íbamos subiendo los temas a internet, de a uno. Empezamos en julio de 2001 y cuando llegó el quilombo nosotros ya estábamos bastante metidos, con muchas crisis personales y laborales, momentos muy complicados. La música se volvió nuestro oasis; en ese sentido, Lejos está bendito, tiene una magia muy especial.

Los hizo llevar el mal momento.
Claro. Y bueno, como en 2002 había una parálisis general nos terminamos yendo a España, que fue donde nos editaron el disco e hicimos una gira de 25 conciertos en 35 días, con shows en la televisión, críticas por todos los medios... Hicimos un esfuerzo increíble, para mí era una historia que merecía ser contada y me da pena que volvimos y nos dijeron “ya está, es historia vieja”. Creo que merecíamos un poquito más de reconocimiento, es un disco que me da mucho orgullo. ¡Se vendió en Japón también! Lejos tuvo una vida hermosa.

De alguna manera, podemos decir que Grand Prix te sirvió para tender ese puente con España que aún mantenés, tenés muchos amigos allá.
Totalmente, la magia de ese disco generó una familia de amigos en España que no tiene explicación, es todo parte de la energía de aquel momento y del disco. No tiene precio.


LOS CAMPOS MAGNÉTICOS Y EL ÉXITO INDIE

¿Se esperaban semejante repercusión con Los Campos Magnéticos?
No, la verdad que no. Por cómo surgió todo es sorprendente, me acuerdo de cuando me presenté con Alvy y le dije que yo también hacía temas en castellano de Magnetic Fields... charlamos y quedó ahí, esto habrá sido en diciembre de 2006, ponele. Y nos cruzábamos y decíamos “hay que hacerlo”, hasta que después de unos años lo hicimos. Para mí era un proyecto de 10 canciones, para grabarlas con músicos invitados, subirlas online, hacer un show... y nos vamos a casa.

¡Terminaron agotando los dos volúmenes y haciendo una versión nueva conjunta!
Por un lado, jamás supuse que iba a ser un proyecto tan atractivo y para tanta gente, pero por otro lado -pensándolo bien- digo que tiene lógica que esas canciones tengan llegada, ¡porque son hermosas! Es la prueba de que cuando las canciones son lindas y el proyecto es honesto, anda. Todos los proyectos con un encare así deberían funcionar, si el proyecto tiene cohesión, entidad y gracia... Lo que nos sorprendió fue la velocidad con la que se encontró un público. También es cierto que la forma de encarar la instrumentación y de tocar los temas hace todo muy amable y accesible, lo disfrutamos a pleno y es una posibilidad que no esperábamos tener.
Además estamos haciendo conocer un repertorio que nos fascina, cumpliendo un poco con el cometido del que hablaba antes... El Profesor Magnético (risas).

¿Y el contacto con Stephin Merritt cómo fue, buena onda?
Sí... en realidad nos contactamos más con Claudia Gonson, que es la tecladista y la manager. A través de ella llegó el contacto con él, que es un poco más arisco. Teníamos que pedir autorización sí o sí, les mandamos un documento muy extenso y lo aprobaron.

¿Qué les iban mandando?
Les mandamos las traducciones, retraducidas al inglés. Era traducir y explicar, los chicos confiaron en mí para que mande los mails y Merritt nos marcó algunas cosas puntuales, corrigió unos detalles... estaba muy sorprendido y con razón. Nos felicitó y le mandamos un ukelele de regalo; a Claudia también le encantó y le mandamos los discos. La mejor onda.

Y si se le ocurre venir solo algún día...
¡Ya tiene banda! Ya le dije a Claudia que no vengan todos, que no hace falta (risas). Igual la veo muy difícil que vengan, a Merritt no le gusta salir.

¿Cómo sigue el proyecto? ¿Más temas de Magnetic Fields, o puede surgir algo entre ustedes?
Tenemos algunas canciones y estamos trabajando en otras, pero no con un objetivo muy claro sino como hicimos al principio, tratando de conservar la misma energía que nos llevó a hacerlo. Si decidimos hacerlo vamos a tener que buscar una manera de darle entidad propia, no creo que sea sano volver a repetir.
Pero es interesante, pasó algo entre los tres a nivel artístico. Y está la idea de hacer Alvy, Nacho y Rubin interpretan a Alvy, Nacho y Rubin. Sería un trabajo de exploración de la dinámica que generamos haciendo estos discos y nos interesa explorar eso más que el repertorio. Pero bueno, estamos todos con discos nuevos, entonces tenemos que encontrar el hueco para ponerle la cabeza y el corazón al proyecto.


(BONUS TRACKS)

¿Qué tema te gustaría haber compuesto? Podés elegir un par si querés.
Creo que Penny Lane, no está mal eh... estaría forrado aparte (risas). Es la primera canción que se me viene a la cabeza, es perfecta, tiene una dosis de melancolía, remite al barrio, hay una cosa como de regreso a imágenes de la infancia y al mismo tiempo tiene un tono celebratorio. Y musicalmente es una canción hermosa, tiene un bajo increíble. No sé si es mi canción favorita del mundo mundial, pero qué lindo decir “mirá, me compuse Penny Lane”.
Otra más... siempre digo la misma, Ev'rytime we say goodbye de Cole Porter. Es perfecta, es lo máximo. Y dejame una más, algo más cercano: La canción del jardinero, de María Elena Walsh. Una canción que canten todos, con esa hermosura. ¡La cantan los pibes! Soy re fan de María Elena Walsh, tener esa melodía y que la canten los chicos es divino.

¿Y qué cinco discos te llevarías a una isla desierta, o salvarías de un incendio? (!)
Pongamos uno solo de los Beatles porque sino estamos al horno: Rubber soul. Y además, llevaría Bandwagonesque de Teenage Fanclub; Imperial bedroom de Elvis Costello y los Attractions; Full moon fever de Tom Petty; y Bridge over troubled waters de Simon and Garfunkel. Son discos que vengo escuchando de toda la vida y no tienen un solo tema malo.
Esos son para la isla, porque para el incendio... son cosas distintas (risas). De un incendio, salvaría Abbey road y Magical Mystery Tour de los Beatles, porque son discos a los que les tengo un gran cariño, al disco físico digamos. Los demás que se queden, no tendría tiempo de salvar tantos discos, pero esos son irreemplazables tal cual son como los tengo.

* Rubin y Los Subtitulados se presentan este sábado 15 a las 21:30 hs. junto a Eugenia Brusa y Los Bombones de Murano, en Vuela el Pez (Av. Córdoba 4379, Palermo).
Entradas con descuento escribiendo a info@rubinlandia.com.ar

* En tanto, harán lo propio Los Campos Magnéticos, pero en La Trastienda Club, el sábado 6 de octubre. Entradas a la venta mediante Livepass o en las boleterías del lugar.



[Las fotos que ilustran esta nota fueron tomadas por las siguientes estrellas de la fotografía: Rubin solo es obra de Sofía Ramírez; Grand Prix tocando en los estudios de TVE la tomó Nora Lezano y cedió el propio Rubin; y las siluetas de Alvy, Nacho y Rubin fueron captadas por Agustina García Orsi].