viernes, 28 de octubre de 2011

Charlas con músicos: hoy, Manza Esaín (Valle de Muñecas)

Otro enorme gusto de esos que nos damos cuando podemos en La música es del aire.
Esta juntada con Mariano Manza Esaín merece un breve prólogo porque comenzó a gestarse hace casi dos años: para fines de 2009 tuve la idea de juntarme con los tres componentes de Flopa Manza Minimal –cuando todavía no se habían reunido para hacer algunos shows, lo que sucedió en 2010- con el fin de armar algo en este espacio. Y aunque aquella reunión no prosperó, el contacto con el cantante de Valle de Muñecas se sostuvo en el tiempo. Siempre por la lejanía del mail.
La mencionada reunión del trío el año pasado, demoró la salida del disco que iba a ser la (nueva) excusa del encuentro de LMEDA con Manza: el reciente y reluciente La autopista corre del océano hasta el amanecer (además de un gran disco, que pueden escuchar aquí, es el mejor título de algo que recuerde en años). Pero el hombre siempre contestó a mis exigencias y después de más o menos cien correos electrónicos (exageremos un poco), pudimos juntarnos a charlar.
Mariano me recibió en su casa y estuvimos dos horas hablando de su música y de la de otros, del oficio de productor, de la mediocridad de lo cotidiano y las maneras de evitarlo... También hablamos de libros y de fútbol (compartimos el mismo sufrimiento), pero eso no sale aquí porque no se grabó. Sin más, los dejo con la primera de las tres partes en que decidí separar lo acontecido en esta charla divertidísima, gracias al buen humor de Esaín y su predisposición para contar con lujo de detalles todo lo consultado (por todo eso le estoy muy agradecido). Que lo disfruten.

LA AUTOPISTA CORRE DEL OCÉANO HASTA EL AMANECER: SONIDO, INFLUENCIAS, LETRAS

Empecemos por el disco. ¿Qué fue lo que demoró la salida? ¿Temas de guita, tus trabajos como productor, la reunión del trío?
No, no hubo temas de guita. Fue un poco de todo: un poco de obsesividad y de estar buscando algo en particular que logramos recién cuando terminamos. Otro poco fue el hecho de haber tenido un cambio de guitarrista en el medio, que fue a mediados de 2008 o por ahí: ya habíamos empezado con la idea del disco pero tuvimos que volver un poco atrás, como para que el sonido de la banda se vuelva a afianzar tocando los temas que veníamos tocando. Y hubo que modificar algunas cosas en la banda para que volviera a cerrar el sonido.
Cuando entra alguien nuevo, quizás el impulso es tocar lo que tocaba el anterior y recién después el nuevo se empieza a soltar y a tocar más lo de él. Y eso le hace un lavado de cara a la banda, por lo menos a una banda como la nuestra, que somos cuatro. Porque si es una banda que son siete, que cambie uno no cambia tanto.
Y después también el hecho de estar trabajando todo el tiempo con otras bandas, al ser yo el que se ocupa de la grabación y la mezcla, nos sacaba bastante tiempo... y los chicos me tenían que esperar.

Quizás, el tipo de música que hacen los llevaba a la necesidad de tocar en vivo para afianzar el sonido de las canciones. ¿Éste disco lo grabaron en vivo, o eso cambió?
Nosotros grabamos todos los discos en vivo y éste fue algo así como una experiencia al revés del camino de siempre: empezamos grabando los temas. Cuando empezamos a grabar, algunas canciones no las habíamos tocado en la sala nunca. Nos juntamos Luciano [Esaín, hermano de Manza, baterista de Valle de Muñecas, Acorazado Potemkin y varios etcéteras] y yo en el estudio, algunos momentos con Mariano; pero básicamente grabamos batería y guitarra: acordábamos las canciones y las grabábamos.
Y bueno, quedaron muchas de esas sesiones y otras cosas hubo que grabarlas de nuevo. Pero como hacíamos un proceso de grabar estas cosas, probar los arreglos en la sala, volver al estudio y cambiar algunos detalles, era todo el tiempo un ida y vuelta entre la sala y el estudio que estaba bueno.
Todo esto fue buscando un resultado diferente. Cuando uno graba en vivo es un poco esclavo de que conoce el sonido de la banda y se queda con eso que suena en la sala de ensayo. Como productor lo veo todo el tiempo en otras bandas, uno llega de afuera, escucha las canciones y piensa “acá esto podría ser así, esto así…”. Y grabando todo el tiempo está pensando en lo que escucha diariamente en la sala... y pensás que la canción es así y tiene que ser así y a veces está buenísimo eso. Pero otras no te deja ver que hay una vuelta de tuerca más para darle y llegar a otro lugar.

Sirvió el proceso entonces.
Sí, porque la idea era escapar de lo que era costumbre en nosotros, por eso buscamos otro método y creo que resultó.

Si bien leí que te gusta el sonido de sala...
Sí, me gustan los discos hechos en vivo, tienen algo, sacan una performance de la banda que es completamente colectiva, ¿no? Los discos que están grabados de otra manera son mucho más racionales y se llega a otro resultado, a veces hay lugares en el medio en los que se logra algo que está buenísimo. Igual me gustan las dos cosas porque en el disco que se graba por capas también hay momentos de experimentación, de probar cosas e ir tanteando que lleva a lugares que uno no había imaginado antes. Son dos mundos distintos y está buena la complementación.

¿Y cómo ves este disco al lado de los anteriores? Lo noto más punk y a la vez más cancionero, redondo, como que hay cierta vuelta a Menos que cero en algún sentido.
(Se ríe muy fuerte).

¡Espero que no lo tomés a mal, es un elogio!
¡No! No me lo tomo mal porque fue algo buscado, no la idea de volver a Menos que cero pero sí compositivamente; el disco se vislumbraba más punk... Cuando empezamos a grabar había diecisiete o dieciocho canciones... ¡y las canciones más punk quedaron afuera del disco, todas! (Risas). Entonces yo suponía que esa era la idea pero quizás se había perdido un poco y que vos vengas y me lo digas me hace pensar que algo quedó, el espíritu que tenía originalmente el disco está ahí. Había algunas cosas que tenían que ver con el punk y el post-punk...

¿Post-punk también?
Yo soy muy fan de esas cosas y creo que una de las cosas donde se refleja en el disco es en ese paso que tienen la batería y el bajo respecto a Días de suerte, que es como una pared gigante de guitarras con la base más atrás. En La autopista..., la base está al frente y creo que tiene que ver con la manera en que toca el bajo Mariano, que viene de ese lado punk y post-punk, ese sonido tank-tank (imita el sonido de un bajo). Creo que logramos llegar a donde nos habíamos planteado en un principio.

Y a la vez hay estribillos súper redondos, creo que Cosas que nunca te digo es el único tema sin estribillo. ¿Eso también fue buscado o salió así?
No sé si fue buscado. No es que uno busca el estribillo, el gancho... pero escucha un montón de música y en cada momento de la vida -o de la carrera, si querés- selecciona, no sé si conscientemente, cuáles son las influencias de todo ese espectro amplio. Yo te puedo decir que soy fanático de Charlie Parker y vos me vas a decir “pero en tu música no escucho Charlie Parker”. Y bueno, está bien. En Días de suerte hay un montón de influencias de una música un poco más densa y más cuelgues de guitarras y cosas así, y en este disco no hay casi nada de eso.

¿Y qué estuviste escuchando durante el armado del disco que quizá pueda haberte influenciado?
Es más inconsciente. Cuando salió Folk todo el mundo decía “Neil Young, Flying Burrito Brothers, Violent Femmes...” y en realidad yo sigo escuchando esas cosas y también cosas que no había dejado de escuchar en ese momento, como Joy Division, Wire o bandas de punk que me encantan. También bandas más actuales, desde Arctic Monkeys a Babyshambles, M. Ward o Wilco... son todas bandas que están.

Casi siempre con guitarras al frente.
Sí, igual puedo escuchar un montón de cosas que no tienen guitarras, o donde las guitarras no son tan importantes. Escucho un montón de música.

Para las letras, ¿te influencian las lecturas? ¿Sos de leer mucho? Por los nombres de tus bandas imagino que sí.
Sí, leo. Tengo épocas en las que leo mucho y otras en las que leo menos. Me gustaría leer bastante más de lo que lo hago pero la música se adueña de mi tiempo.

Muchas de tus letras hacen referencias al costado patético de la noche, la soledad de cuando termina la joda... Esa temática, ¿la usás para retratar las miserias de la vida en general o se da por lo que ves como músico, que quizás podés vivir más de noche?
Es inevitable hablar de lo que uno vive, yo no sé si me lo planteo a propósito, “voy a hacer una canción que hable de esto”. Por ahí a veces tenés una frase o un inicio de letra que va para ese lado.

¿Te das cuenta de lo que te marco?
Sí, sé que hay canciones como Autosuficiente, Fin de fiesta o Sábados que hablan de eso, creo que son las tres más obvias, no me viene a la cabeza otra. Pero sí, sé que tengo temáticas a las que vuelvo.

Son algo así como una marca tuya.
No las inventé yo, ¿no? Pero quizá tengo maneras de abordarlas.

¿Y encontrás otra marca así?
No sé... musicalmente sé que tengo una manera de hacer las melodías, que tampoco creo que la haya inventado yo pero que finalmente termina siendo una mezcla de un montón de cosas que escuché y de bandas que toqué. Y se termina formando una personalidad. No te diría que hice éste tipo de armonía o éste tipo de ritmo, porque musicalmente el rock -si lo analizás desde el punto de vista de la música académica- es extremadamente simple. Y letrísticamente lo mismo: sé que mis letras tienen un sello, no soy tampoco un artista de vanguardia o que esté cambiando radicalmente las cosas, pero tienen una personalidad propia.
Tiene que ver con los músicos y los letristas que a mí me gustan, que también me parece gente que no es extremadamente radical pero sí tiene una personalidad definida y podés reconocerlos ni bien los escuchás. Eso me parece que es importante.


EL ARTE DE PRODUCIR (I)

Tuvieron una época en la que casi no tocaron, le dabas mucho tiempo a la producción...
Nunca llegó a ser tan así, no llegamos a eso...

¿Qué te gusta más, producir o tocar?
Me gustan las dos cosas. Lo que se da con los shows es que cuando no encontrás el lugar en el que te gustaría tocar se produce un desgaste, de saber que no estás tocando en las condiciones ideales. Y uno dice “bueno, listo”. Tratamos de buscar el mejor lugar pero a la vez hacer una cantidad de fechas mínimas, como para no dejar de tocar. En un momento estábamos tocando en algunos lugares que están muy bien para hacer ciertas cosas, pero nosotros sonamos muy fuerte y ya no eran lugares donde la banda luzca en formato eléctrico.
Y quizá hacíamos acústicos... los acústicos están bien pero ya no queremos hacer 50 y 50 del show. En este momento, después de haber sacado un disco así, somos una banda eléctrica que cada tanto se da el gusto de hacer algunos shows acústicos. Seguramente hagamos algún show acústico antes de fin de año: te da la posibilidad de mostrar las canciones de otra manera, es un formato en el que la gente le presta mucho más atención a las letras, a lo que se dice, se lucen otras cosas. Pero no queremos hacer como en la época en que salió Folk, que en un año y medio, casi dos años, hacíamos tantos shows acústicos como eléctricos.

Ahí se daba por lógica, por el sonido de aquél disco. Ahora necesitan otra cosa. Además, deberían adaptar los temas a otro formato...
Ojo, eso en realidad lo hacemos todo el tiempo. Capaz vamos a un programa de radio y tocamos en ese formato, ahora grabamos unos videítos que salieron en Indiefolks y están hechos así, algunos están grabados acá mismo. Se disfruta también.
Así que no es que dejamos de tocar en algún momento, por ahí no queríamos hacer las fechas siempre en los mismos lugares, y le dimos más bola a las fechas en lugares más copados.

Son exigentes en cuanto a los lugares, el sonido...
Mirá, te podría decir que sí pero llega un momento cuando decís “basta, hace tres meses que no tocamos. Vamos acá, listo”. Uno es exigente pero a la vez necesita tocar. No por una cuestión de carrera, de que no da desaparecer por la gente… Por uno mismo. La banda no es distinta en vivo que en la sala de ensayo.

(Las fotos en ByN son de Martín Santoro, al igual que la foto de portada del disco, cuyo arte es de Pablo Font. La foto sepia la saqué yo).

martes, 25 de octubre de 2011

Será por eso Charly


Antes de irme a dormir, escucho justo este tema escrito por Suma Paz e interpretado por Nito Mestre (nunca fui big fan de su voz pero por compañero creo que era el indicado para cantarlo, con una ayuda de Nebbia). Dejo versos sueltos y un feliz cumpleaños bastante tardío.
Que sea con paz y salud, y punto. Lo merece.


Será por eso Charly
que caminas sin pausa
por tantos escenarios
bajo su cruda luz
como un espantapájaros
que la música agita
con los brazos en cruz.

Lejos
nosotros te queremos
y lloramos un poco.

miércoles, 19 de octubre de 2011

LMEDA Records presenta: "Las 70 de Bob"



En su edición argentina del corriente mes, la revista Rolling Stone reproduce -¡obvio!- una nota de su edición yanqui y nos cuenta cual verdad de Perogrullo (?) las mejores 70 canciones de Bob Dylan.
Como siempre, los amigos de RS convocan a un jurado de notables -Jagger, Richards, Bono, Jeff Tweedy, Sheryl Crow y algunos otros- para que nos digan la absoluta e infalible verdad: qué canciones de Dylan tenemos que escuchar sí o sí, cuáles son las que valen oro para el cancionero popular mundial (?), dónde está el germen de su genialidad poética y su desprolijidad musical. Aunque ese jurado luego pueda cometer variadas atrocidades, como dejar fuera de la inmaculada lista canciones infaltables (I want you, The man in me, Most of the time o She belongs to me) o no incluir ningún track de discos fundamentales en sus últimos veintipico de años de carrera (Oh, mercy, Modern times).

Por supuesto, sabemos que BD tiene más de 70 grandes canciones y, en fin, tampoco ignoramos que todo esto lo hacen para vender un par de numerillos de su publicitada revista... la que compramos como giles para luego indignarnos, como si Rolling Stone nos debiera algo a nosotros, miserables lectores ocasionales.

En el listado predominan, claro, los temas de esos cinco álbumes pilares en la discografía del hombre de Minnesota (The freewheelin' BD, Bringing it all back home, Highway 61 revisited, Blonde on blonde y Blood on the tracks) aunque cabe reconocer que dentro de las muchas obviedades, hay en la lista algunos temas escondidos en discos de descartes (las famosas bootleg series) y otros de menor valía dentro de su vasto trayecto (Saved, Infidels).

Todo esto para comentarles que se me ocurrió subir las canciones en el orden que les dio el magnánimo magazine norteamericano, para que ustedes, lectores ignorantes de BD o no, escuchen estas 70 grandes piezas de un mozo que cambió la historia del rock and roll y le sirvió de las mejores palabras y una épica única. Retorno triunfal del sello LMEDA Records.


Acá la lista de RS, dividida en tres partes:

1. Like a rolling stone
2. A hard rain’s a-gonna fall
3. Tangled up in blue
4. Just like a woman
5. All along the watchtower
6. I shall be released
7. It’s alright, Ma (I’m only bleeding)
8. Mr. Tambourine man
9. Visions of Johanna
10. Every grain of sand
11. It’s all over now, Baby Blue
12. Desolation row
13. Subterranean Homesick blues
14. Highway 61 revisited
15. Simple twist of fate
16. Positively 4th street
17. This wheel’s on fire
18. Ballad of a thin man
19. Blind Willie McTell
20. Blowin’ in the wind
21. Mississippi
22. Don’t think twice, it’s all right

23. Forever young
24. Lay lady lay
25. Knockin’ on heaven’s door
26. Masters of war
27. Sad-eyed lady of the lowlands
28. The times they are a-changin'
29. You ain’t goin’ nowhere
30. Girl from the North Country
31. Can you please crawl out your window?
32. Chimes of freedom
33. Idiot wind
34. Isis
35. The lonesome death of Hattie Carroll
36. With God on our side
37. Maggie’s farm
38. My back pages
39. Hurricane
40. I dreamed I saw St. Augustine
41. I’ll keep it with mine
42. I threw it all away
43. Gotta serve somebody
44. Stuck inside of mobile with the Memphis blues again
45. It ain’t me, babe

46. Jokerman
47. Spanish Harlem incident
48. Sara
49. Up to me
50. Not dark yet
51. Things have changed
52. Tears of rage
53. When I paint my masterpiece
54. 4th time around
55. If not for you
56. You’re gonna make me lonesome when you go
57. Just like Tom Thumb’s blues
58. Percy’s song
59. Million dollar bash
60. Buckets of rain
61. It takes a lot to laugh, it takes a train to cry
62. Queen Jane approximately
63. If you see her, say hello
64. Abandoned love
65. Tough mama
66. Shelter from the storm
67. Leopard-skin pill-box hat
68. One too may mornings
69. One more cup of coffee (valley below)
70. To Ramona

viernes, 14 de octubre de 2011

Lynne, Orbison y una cita con el sonido

Voy a ser directo y recomendaré dos grandes discos, con el mismo sonido y en la misma frecuencia. Es que hay algo en el cerebro y las manos de Jeff Lynne que le permite apoderarse de canciones propias y ajenas, para revestirlas de un sonido límpido y grandilocuente, ese sonido redondo que enamora los oídos al instante y colma el buen gusto.
Por ello, Jeff es considerado uno de los grandes productores de música pop en los últimos ¿30? años y su currículum lo avala: su trabajo fue requerido por gente como Brian Wilson, Paul McCartney, Tom Petty, George Harrison y más acá en el tiempo Regina Spektor, para aportar su oreja infalible y, en muchos casos, alguna ayudita en la composición de canciones (descontamos su recordada participación como productor de las Anthology beatles y en el supergrupo Traveling Wilburys).

Pero vamos al punto. Entre los tantos discos de los que JL participó -como productor en algunos temas y co-autor en varios-, se encuentra la última perla que grabó Roy Orbison, Mystery girl (1989). Mi conocimiento de Roy, hasta descubrir a los Traveling Wilburys, se basaba en una simple oración: aquél cantor que de chiquitos todos conocíamos por Pretty woman pero después no teníamos idea de quién era (?). Y resultó que Roy era una voz grandiosa, de esas gargantas privilegiadas, que llegan a lo profundo y dicen la verdad hasta en los silencios.
Bob Dylan lo describe mejor en sus Crónicas; él los sabrá convencer de que escuchen Mystery girl, una maravilla:
“Orbison trascendía todos los géneros: folk, country, rock and roll, lo que fuera. Su material mezclaba todos los estilos e incluso algunos que no se habían inventado siquiera. Podía adoptar un tono agresivo y perverso y luego cantar con voz de falsete a los Frankie Valli en el siguiente. No sabías si estabas escuchando ópera o una banda de mariachis. Te mantenía alerta, todo en él era muy visceral. Sonaba como si cantara desde la cima del monte Olimpo y realmente se lo creyera.
Interpretaba ahora sus composiciones aprovechando su extensión vocal de tres o cuatro octavas que te daba ganas de arrojarte en coche por un acantilado. Cantaba como un criminal profesional. Tenía una voz capaz de sacudir un cadáver y dejarte musitando algo como ‘Tío, no me lo puedo creer’. Había canciones dentro de sus canciones.
Orbison iba muy en serio. No se andaba con niñerías ni con pinitos de novato”.

Después de la palabra de Bob, bien podría callarme. Pero dije que tenía dos discos para recomendarles y el segundo, claro, es del bueno de Jeff. (Si no me equivoco, su única placa solista hasta el momento). Armchair theatre (1990), contiene el espíritu de redondez que poseen todos los discos que Lynne produjo a fines de los ochenta: Cloud nine, varios de Tom Petty, los de Wilburys. Y esa condición lo hace de por sí indispensable.

Si escuchan los dos álbumes seguidos, van a saber agradecer una cita placentera y hi-fi.

martes, 4 de octubre de 2011

Nebbia y La canción del mundo: música sin pasaporte

"De pronto hay dos temas míos que escribí a los 15 años y uno que escribí hace una semana, que se entienda que la música finalmente no tiene almanaque, es una cosa que va. Entonces ahí es donde meto también lo étnico. Porque cuando un tipo me pregunta '¿qué escuchabas vos cuando eras chico?'... Y bueno, yo escuchaba jazz, escuchaba bossa nova, tango, música árabe, ¡escuchaba una cantidad de cosas!
-Y a la vez a los Beatles y a los Kinks...
-Totalmente, ¡claro! Escuchaba lo que yo atendía generacionalmente pero también otras cosas porque yo era buceador. (…) Un tema nuevo que hice hace poco en Madrid, habla un poco de esto que te estoy contando: habla de que la canción del mundo -que sería una broma sobre world music, ¿no?-, algo que no tiene banderas, no tiene fronteras, anda por ahí: es una canción que no tiene pasaporte".
(Extraído de la charla que tuve con Litto el año pasado).

(Click en la imagen para ver más grande)

Litto Nebbia es un terco, no hay con qué darle. Es un hombre tenaz de esos que no abundan, un tipo consagrado a hacer música contra viento y marea, tanto que en la era del mp3 decide editar un disco triple, con DVD, booklet y packaging lujoso, burlándose de una industria en recesión y desafiando la máxima que sostiene que la gente ya no escucha más discos enteros. Es el principal elaborador de un trabajo artesanal y dificultoso que para él es una diversión y su forma de ver y hacer las cosas. De existir.
La canción del mundo – Xaouen (Ciudad Antigua) es ése nuevo álbum triple + DVD y lo primero que produce es impacto visual, ganas de romper el empaque con formato de DVDs de temporadas de sitcom. Ése es el primer lujo y hay quienes no lo comprenderán, pero todavía estamos quienes sí vemos en ese objeto una bella pieza de colección, una pequeña obrita de arte.

Luego, la operación es simple: escuchar la música de Nebbia es un instante placentero cuando uno ya está inmerso en su estilo y sus formas, que a esta altura son un género en sí mismo, con taaantos discos encima y miles de canciones compuestas. Bien sabe quien sigue sus pasos -y sino, sépalo, querido lector- que Litto es un modulador constante, un multiinstrumentista que gusta de los contrapuntos y maneja con solvencia el género que se le cante cantar. Apartado de las formas distorsivas del rocanrol, a esta altura -y hace muchísimos años ya- su status de cantautor le pasa por arriba al mote de rockero, aunque sus capacidades como músico pueden lograr que cuando se le ocurra componga discos enteros de blues, como hizo hace unos años con aquel proyecto de dos discos que se llamó, precisamente, The blues (y como hiciera en 1970 cuando sus compañeros Gatos insistían con que la mano en aquel entonces era tocar blues y el les compuso entero el clásico disco final del grupo, Rock de la mujer perdida).

Así, Nebbia construye esta trinidad de álbumes como si en verdad fuese uno solo y como si llevara a cabo -resultados a la vista, lo es- una celebración de amigos. Son 55 músicas, como gusta decir, la gran mayoría acompañadas por textos de su autoría; aunque también da lugar para que aparezcan hechas canción bonitas palabras de Hamlet Lima Quintana, Jorge Boccanera, o su coterráneo Adrián Abonizio, por citar algunos de los nombres que desfilan en el letrario del disco. Los amigos de Nebbia, está claro, no son sólo los que escriben. También lo son sus colegas: su banda estable La Luz (Daniel Colombres en los parches, Federico Boaglio en bajo; y en guitarra, ahora Gonzalo Aloras, antes Ariel Minimal), a la que se suman los aportes de Patricio Villarejo y Pablo Agri en cuerdas, Andrés Ruiz (que toca la batería en varios temas) y Guadalupe Raventos con su magnífica voz. Y esos amigos de siempre que son Ricardo Soulé -grave y necesario en Inmigración- y Emilio del Guercio.

La musicalidad del disco es amplia como su duración: candombe (la preciosa Un mundo sin heridas), folk (Soy un árbol, con la guitarra slide de Eduardo Cautiño), aires de zamba y jazz (Desde aquel entonces, una perla a dúo con la gran voz de Raventos) y hasta ¡reggae! en Ilumina (hago memoria y creo que ninguno de los rockeros argentinos de la primera camada se animó alguna vez con este género; ayúdenme). Por supuesto, también dicen presente esas canciones género Nebbia, ciudadanas y cálidas, como Capas, No hay cárcel en el aire y Yo me conozco, escrita el 27 de octubre de 2010 (recordarán el suceso de aquel día…). Además, un par de revitalizantes rescates de temas de su Volumen II (1969), con aggiornadas versiones de Hijo de América y Mes de algodón; y los pasajes instrumentales mencionados por Litto en la frase de arriba, entre homenajes a Genesis y aproximaciones a la música mexicana, aires basileros y música del Mar Caspio.
Tres discos para escuchar de a uno o continuados, porque su coherencia sonora así lo permite. Lo dice el autor en el texto introductorio del completo librillo interno: “Esta nueva producción tiene Música por todos lados”. Están advertidos.


(Las fotos que ilustran el texto son gentileza de Melopea. Intenté subir algunos temas a GoEar para que escuchen pero no tuve éxito, cuando pueda los cargo).