jueves, 24 de diciembre de 2009

Un regalo multicolor

En esta semana del año todo se hace mal y pronto, digamos la verdad.
El apuro por la reunión familiar que de tomas maneras será enquilombada -como todas, siempre-, la desesperación por comprar regalos (los que pueden) y alimentos varios, el engaño simpático a la ingenuidad de un niño que aún cree en Papá Noel, algún que otro borracho y/o descompuesto a la noche y demás detalles entre patéticos e hilarantes, conforman las normas a cumplir en cada fin de año.

En este preciso momento todas esas cosas no importan, tan solo me sirven de excusa perfecta para aprovecharme de esa urgencia y desearles unas felices fiestas -me atrevería a decir, mejor, feliz reunión familiar con regalos; siento que de celebración religiosa la Navidad ya tiene muy poco y no me molesta para nada ello- a todos los visitantes de este lugar: pásenla bien que no es tan difícil.

Les dejo nada más y nada menos que un hermoso presente en forma de mp3 para poner de fondo a las doce: este genial disco de los Hollies, redondo de punta a punta, psicodélico, afinado y perfecto.

Eso nomás.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bonitos y nerviositos

Mientras en varios lares están haciendo análisis, elecciones y balances de década, aún no sé si voy a escribir algo sobre eso -un poco por falta de tiempo para armar algo piola y otro poco porque tantas ganas no me da, o me cuesta decidirme-, pero les cuento que planeé una interviú que hasta ahora está quedando trunca porque le falta una pata (cuando sepa bien cómo se cierra el tema les cuento mejor, quizá; sé que diciéndolo así les suena raro).
El año próximo trataré de reforzar el blog con esas charlas y alguna sección más, me es interesante hablar con músicos: cuentan sus experiencias y saben más que nosotros. (Además, me siento músico también -toco, ergo, lo soy (?)- y el año que viene espero comenzar un nuevo proyecto relacionado con eso). Lo que nunca puedo prometer es voracidad y constancia en la publicación de textos aquí, ustedes saben...

Pero bien, sin hacer aún esos benditos balances y después de contarles nada, les quería dejar al paso este disco de Okkervil River, The stage names. Sin dudas, el disco y la banda estarían entre mis elegidos como una de las cosas más interesantes que he escuchado en la década que se nos va. La palabra interesante tal vez los confunda y les haga pensar en Okkervil River como una banda archimoderna, y no van por ese lado estos señores texanos: su fuerte son las melodías tarareables que mueven las entrañas. Canciones con swing -onda, bah-, algunas con las guitarras como protagonistas y otras con el pianito... Sin embargo hay algo en ellos, un nervio especial que los destaca y no sé cómo explicar; un algo que ni siquiera sé si responde a esos ataques psicótico-musicales (Our life is not a movie or maybe, el temazo de apertura), a la manera de cantar de su frontman Will Sheff o a qué.
Lo que les aseguro, así de una y con confianza ciega en estas nueve canciones, es que The stage names les va a gustar. Así de soberbio me pongo. No sobra nada más que belleza melódica, clasicismo indie y arreglos que engordan y ensalzan páginas insoslayables como A girl in port, una de las canciones más perfectas que he escuchado en los últimos 5 añitos.

Que lo disfruten, les digo que así será.



PD: nada que ver con Okkervil, pero en A estos hombres tristes están subiendo el show de Spinetta en Vélez. A quienes les interese, ya saben.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Dignidad eterna


Sí, yo también voy a escribir sobre Spinetta. Estuve a punto de no hacerlo por la cantidad de textos que vi referentes al histórico cónclave del viernes por la noche, pero quisiera remarcar algunas cosillas que me resultaron maravillosas:

1- La duración del concierto: un desafío rockero, de resistencia, paciencia y amor, para los treintipìcomil presentes en Vélez. Algunos cuantos se quejaron de ello, pero todos sabíamos que iba a dar para largo (quizá no imaginábamos que sería tanto). El dato numérico es increíble: 51 canciones en 5 horas y media, señores: la burbuja en el tiempo se la choreó el Flaco a los Soda dos años más tarde. Lo remarcable de esto radica en que -me atrevo a afirmarlo- todos salimos conmovidos por lo que vimos y escuchamos.

2- El altruismo de la estrella: Spinetta aprovechó la situación para mostrar a (casi) todos los que tuvieron afinidades en su larga vida musical (toda la vida, no cuarenta y tantos años). No sólo dio lugar a Ceratis y Juanses, sino que llevó a un estadio a músicos que no tienen la popularidad como para tocar ante tamañas audiencias. El lujo nuestro de escuchar a Diego Rapoport o Lito Epumer funcionó como un reconocimiento del propio Flaco a sus ex compañeros, quienes fueron adjetivados de maestros, genios, bestias y demás, primero por Luis y luego por todos.
LAS también se dio gustos, ni hablar: invitó a sus hijos Dante y Valentino para una versión con medley rap de Necesito un amor, de Manal, por citar. Y aquí salta otro detalle: el mimado de la noche, el homenajeado, homenajeó. Seleccionó gemas de varios autores clave del rock argentino; y sentí que lo hacía no sólo como tributo, sino también para darle al show un tono más cercano al de festejo del rock argentino que el de festejo propio. Y fue una fiesta de la música popular toda, ni hablar. El humor de Spinetta a lo laaargo de la noche lo certificó.

3- La variedad en el repertorio: claro, es sencillo hablar de variedad cuando hubo cinco horas de música. Pero el armado fue casi ideal, con lo más nuevo al principio, entre temas de Jade y su carrera solista de los últimos veinte años -que fueron más de los esperados-, los homenajes al rock argentino y los invitados más reconocibles y queridos por el público, para ir elevando el clima y cerrar con las bandas. Ni hablar que hubo momentos de alta densidad... ¡y claro, es Spinetta y es una de sus cualidades, amigos! (Deberíamos agarrar el diccionario y reanalizar el significado de esa palabrita, eso aparte).

4- Dulce 3 nocturno: Invisible y su prestancia, Invisible y su sonido refinado, Invisible y sus 3 músicos inclasificables, perfectos, monstruos. Invisible y la certeza de Spinetta violero terrible, Invisible y la base que tenés que llamar si querés el mejor trío de rock del país. Invisible. Por un rato vimos a Invisible tocar Jugo de lúcuma mejor que en el disco; y luego Pescado Rabioso y la belleza, seguida por, sí, la rabia rockera del final. Se notó que para la gran mayoría era el grupo más esperado y por eso fue el que más temas hizo (siete): la sorpresa inicial de Poseído del alba, la joyita de Hola dulce viento, con el placer de ver a Lebón y Luis juntos en un mismo escenario, ¡Cre-du-li-daaaad! y la aplanadora al final, con Cutaia yBlack más protagonistas y el agregado de Bocón Frascino para los tres simples maravilla del rock argentino: Despiertate nena, Me gusta ese tajo y Post crucifixión. Qué decir.

Que quedaba Almendra... la modernidad, eso fue lo que más me mató. El viernes 4 de diciembre de 2009, cuando en realidad ya estábamos en 5, di cuenta de que Almendra es la banda más moderna que hubo aquí. Escuché Color humano y A estos hombres tristes en sublimes versiones que me dejaron mudo y comprendí que hay una diferencia importante, abismal, en el lugar común del decir periodístico que afirma que cualquier disco de -pongámosle- los '70, "hoy sigue sonando como si hubiese sido compuesto ayer, ya que sus piezas siguen siendo actuales" y el verdadero valor del sonido mismo, el sonido vivo, en el pecho, digamos. A ver: si escucho el primer disco de Almendra, suena como a su época, con aquellas limitaciones sonoras en la grabación, por ejemplo. Pero al oír esas piezas tocadas hoy, al sentirlas en el calor del vivo, certifiqué que esta gente no es humana, son marcianos trayéndonos la novedad cuarenta años después. Y eso no es lugar común, ni ahí: hay que saber llegar.

5- La inclusión de Muchacha y ¿el fin del idiota? (no Starosta): en lo que me animó a calificar como suceso histórico, Luisito dejó para el final de Almendra -que no, no sería el final del show- su canción más conocida, por él mismo denostada y borrada entre sus obras tocables. Por pedido de su madre Julia, para quien pidió antidóping por el aguante hasta altas horas en el estadio, Luis rompió con años de conciertos sin Muchacha. Rompió quizá con su ¿terquedad? ¿negación? a ser popular y "simple". Así, los cuatro Almendra dejaron sus instrumentos, LAS reemplazó la eléctrica por una acústica y los otros tres, cracks, se le unieron en los coros, uno al lado del otro en círculo. Fue tan bello como inesperado -al menos para mí- y el broche perfecto para tantas sensaciones juntas. Esas cosas no se explican. (Tampoco se explica que Del Guercio y Spinetta tengan las voces tan fuertes e intactas, hay que pedirles que revelen el secreto).
A su vez, gracias a este momento, ruego que el deseo se haga realidad: luego de este regalo de LAS, espero poder afirmar pronto (aun no puedo) que ha muerto el idiota -¿siempre es el mismo o son muchos?- que pide la canción imposible en sus shows. En la recreación de Capusotto era gracioso, pero el "Flaco tocá Muchacha (o la que sea)" en vivo resulta cansador, incluso aunque deba admitir que un vivo gritó "Flaco tocá Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo" y me hizo reir... ¡Y encima, al rato, Invisible la tocó!

BONUS: La consciencia: para el final-final Luis tocó los dos temas que compuso -uno con León Gieco- a causa de la tragedia del colegio Ecos y contó, como viene haciendo desde que aquello sucedió, del valor de esos padres que intentan construir en una sociedad de mierda, con Conduciendo a consciencia. Después de ello, el final con tres hits de su carrera nos devolvió al show (sonaron Seguir viviendo sin tu amor, Yo quiero ver un tren y No te alejes tanto de mí) pero, justificadamente, se volvió al tema Ecos por la vivez de la Rolling Stone local. Los muchachos de la revista, que en su último número cuenta con Spinetta y Charly G. en su portada, osaron borrarle a Luis el lema de una remera que se había puesto, claro, para mostrar, como una de las principales personalidades que apoyan el proyecto de CaC que es. Luis contó indignado el hecho y pidió un fuck you -"¡fuck up!"-de todo el estadio para ese gesto más bien siniestro que vaya a saber uno qué oculta (¿qué será que no le conviene a La Nación de CaC?). Acto seguido, hizo subir a todos los invitados para saludar y recibir el aplauso final del público, con un detalle: todos llevaban puesta la remera con el "Todos fuimos, todos somos, todos podemos ser", a lo que Luis disparó un "a ver si la pueden tapar ahora". La respuesta de RS fue, como siempre en casos de este tipo, la de un pobre periodista haciéndole el caldo al jefe, por pedido, en vez de pedir las disculpas apropiadas y, como mínimo, mostrar una foto de todos los músicos con la camiseta puesta. Estos periodistas son los mismos que hablan de libertad de expresión, estos medios son los que bombardean de inseguridad sus portadas pero no muestran el proyecto y el accionar solidario de gente que perdió a sus hijos por inseguridad vial. No hay mucho que agregar, Spinetta les puso la tapa con el arte y la palabra, porque los grandes artistas son así, mueven y conmueven, nos dejan algo. En este caso, el recuerdo, eterno como esas bandas, de una noche mágica en la que los presentes nos sentimos en el jardín de Luis. Las palabras no alcanzan para agradecer tanto arte y amor.


¡No somos dignos, Luis!